ANÁLISIS

Roberto Brasero: la cualidad televisiva del hombre del tiempo de Antena 3

Roberto Brasero informando desde la nieve
Roberto Brasero informando desde la nieve
Atresmedia

La meteorología es una de las informaciones que más interés despiertan, pues inevitablemente nos afectan en nuestro día a día. La televisión lo sabe, la audiencia lo demanda. Y los comunicadores del tiempo cobran un protagonismo especial en cada cadena. Incluso más allá de sus espacios con la previsión. Roberto Brasero es un claro ejemplo. Su presencia no se queda centrada en 'Antena 3 Noticias' y, con el paso de los años, se ha transformado en uno de los comunicadores más reconocibles de todo Atresmedia. Exista temporal Filomena, o no.

La habilidad de Brasero está en su capacidad para explicar lo que sucede. En tiempos en los que se ha abusado de presentadores que leen la información, él argumenta el relato. No recita, directamente narra. Y lo hace con una empatía que traspasa la pantalla, ya sea a la hora del informativo o a través de un vídeo colgado en Twitter en el que hace entender el funcionamiento del anticiclón mientras ejemplifica la situación realizando un hoyo en la nieve.

Lo que recuerda la relevancia de la capacidad de divulgar desde lo palpable, lo que consigue una información más entendible por parte del espectador. Es pedagógica. Eso, al fin y al cabo, es el buen periodismo, el que prima traducir la realidad para ser comprendida y no se queda en la argumentación teóricamente rígida. Rígida metafóricamente y literalmente. De hecho, Brasero se mueve. Se mueve mucho. Potencia su cualidad verbal a través de la comunicación física: manos, rostro... hasta camina desde antes de que fuera tan habitual moverse en los platós de noticias. A la vez, sabe observar mu bien su entorno. Está despierto para incorporar los matices de lo que sucede a la crónica. También en directo. 

En cambio, en la televisión de hoy hay una tendencia a presentadores que hablan como bustos parlantes que han automatizado un relato y lo sueltan con una entonación clónica. Todos siguen el mismo estilo imperante con la pretensión de una narración supuestamente impecable. De ahí que cobre tanto valor la influencia de profesionales como Roberto Brasero que no recitan un discurso memorizado. Ni siquiera busca una entonación impecable. No hace falta. No es necesario. No son presentadores, son comunicadores.

Comunicadores que explican con la imperfección de la naturalidad una información que se han trabajado previamente. Brasero lo sabe y lo cuenta. No repite sin pensar como si lo tuviera memorizarlo con un robot que, quizá, ni asimila lo que dice. 

Así el espectador lo entiende. El motivo: le están explicando desde una honestidad contrastada, que entremezcla la fuerza de la intuición pedagógica y el periodismo de análisis. Pero, además, está siendo narrado con esa complicidad que deja las tiranteces en los púlpitos para entenderse con la audiencia con la naturalidad que merece la sociedad de hoy. En este sentido, los relatos de Brasero probablemente no cuentan con la estructura de redacción más ordenada del panorama, pero sí son de los que mejor se comprenden. Aunque de lo que informen no sea fácil de plasmar por abstracto. Ahí está su éxito, su mérito, su inspiración a nuevas generaciones de periodistas que no quieran sólo informar, quieran divulgar.

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