OPINION

Ruth Lorenzo: lo que nos enseñó en 'Eurovisión'

Ruth Lorenzo lanzando el pie de micro en 'Eurovisión'
Ruth Lorenzo lanzando el pie de micro en 'Eurovisión'

La memoria televisiva cada vez es más corta. Representar a España en 'Eurovisión' ya no supone quedar tatuado en el imaginario popular para siempre. Incluso, si no eres 'eurofanático, es complicado recordar de carrerilla quiénes fueron los últimos representantes de TVE en este icónico festival.

No es el caso de Ruth Lorenzo. Seis años después, aún sigue vigente su interpretación de Dancing in the rain en la edición del eurofestival en Copenhague. A diferencia de otros artistas, Lorenzo entendió que Eurovisión no es sólo un festival de canciones: es un gran formato de televisión. Pasó de hacer un concierto y supo proyectar su talento vocal a través de la pantalla.

Ya en el desfile de arranque de la retransmisión, Ruth Lorenzo apuntó maneras: salió a escena con la energía de entender la tele, abriendo los brazos con ímpetu cuando la cámara mostraba su expresividad. Quizá como diciendo "ya estamos aquí, vamos a disfrutarlo al máximo".

A nivel televisivo, este desfile -denominado de banderas- sirve de preliminar que busca generar en el espectador la sensación de que va a asistir a un acontecimiento único, apoteósico e irrepetible. Lo consigue presentando a los artistas participantes con música efectista. Luego, está en la actitud de cada intérprete aprovechar ese segundo de oro... o no.

Y Lorenzo es actitud. Pero con la actitud no es suficiente en Eurovisión. Hay que adaptar la canción para que transmita a través de la televisión. Es decir, hay que narrar una historia con todos los elementos de la liturgia catódica clásica.

Al principio, para introducir un golpe de efecto, Ruth Lorenzo pensó en que lloviera de verdad en el escenario. No fue posible. Pero tampoco fue necesario, ya que, al final, se sobreimpresionó lluvia en imagen gracias a la tecnología digital. Eso también es Eurovisión: innovar con todas las artes, ya sean teatrales o digitales.

Dancing in the rain creo su propio clima, aprovechando unos segundos previos que sobraban de tiempo del tema para incidir en el sonido de la lluvia. Se creaba la atmósfera. Las pantallas del suelo del escenario se convertían en un charco en el que salpicaban las gotas. Los fondos escénicos, también figuraban lluvia. Hasta el punto álgido de la canción, cuando todo el escenario se fundió en un resplandeciente blanco. Lo que remarcaba aún más el instante más orgásmico del tema.

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Con sencillez y coherencia, la escenografía iba dibujando una evolución, iba proyectando una historia. La canción iba creciendo y el envoltorio escénico lo iba impulsando entre una lluvia que, en realidad, no era lluvia. Pero todo el protagonismo estaba en Ruth: su talento vocal, su actitud en escena y, a la vez, y no menos importante, su capacidad de mirar a cámara. No sólo cantó, decidió directamente a su espectador.

Lo que recuerda que una buena puesta en escena en Eurovisión no es llenar el escenario de cosas inconexas para llamar la atención. Al contrario, sólo hay que narrar una buena historia con esa congruencia que embellece, pone el foco en las fortalezas del artista y propicia que la canción vaya en crescendo hasta tocar la sensibilidad inesperada del espectador. Porque en televisión las historias son más creíbles emocionalmente cuando son honestas con lo que cuentan y con el entorno que las rodea. Y si logras emocionar al espectador, logras que se recuerde tu actuación en televisión. Incluso seis años después.

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