OPINION

Santiago Abascal arrasa en audiencias con Pablo Motos: ¿éxito o fracaso?

Pablo Motos y Santiago Abascal.
Pablo Motos y Santiago Abascal.

Isabel Pantoja, Bertín Osborne y Santiago Abascal es el podium de invitados que más audiencia han logrado en 'El Hormiguero'. Oro, plata y bronce que definen el folclore que rodea a la televisión comercial en España.

Dos artistas y un político de la ultraderecha. Los tres se sienten muy españoles y los tres generan una gran cuota de indignación social. Y, por eso mismo, también triunfan en audiencia, pues no crean indiferencia.

Son intensos, y poco profundos. Justo como nuestro tiempo actual en el que el tipo de consumo de información y entretenimiento favorece que la superficialidad que enfada se expanda con un vigor que no consigue la sensatez contrastada. Porque nos fijamos más en lo que nos ofende que en lo que nos inspira. 

En Vox lo saben. Y han aprovechado esta circunstancia para expandirse en tiempo récord con una estrategia a lo Trump en Estados Unidos. Son expertos en lanzar mensajes sobreactuadamente 'sin eufemismos' cargados de toxicidades, prejuicios y odio para visibilizarse gracias a la rabia que generan y, así,  crecer en presencia mediática y social. Tanto que Santiago Abascal ha logrado alzarse como lo tercero más visto de la historia de 'El Hormiguero'. Incluso con un boicot en redes para no ver el programa que sólo lo promocionó más.

La entrevista más exitosa de Pablo Motos después de Pantoja y Osborne, dos tonadilleras que siempre han estado ahí, en la televisión, protagonizando un reality de pasiones, creencias, odios, arte y hasta tramas de corrupciones. Sus vidas son un éxito de telenovela que si las hubiera escrito un guionista nadie le creería: por exagerado autor de imposibles que la realidad, al final, hace posibles.

La diferencia (y problema) de Abascal está en que, mientras Pantoja y Osborne cuentan con un control absoluto del arte de la comunicación melodramática -cada uno en su estilo-, a él en el vivo y en el directo se le ven demasiado las debilidades en televisión. La pequeña pantalla deja en evidencia que su discurso es vacío.  Y si sale demasiado en la tele su interés no tendrá demasiado recorrido. 

Lento de reflejos, sin telegenia verbal, el directo desvela que sin el estudiado marketing prefabricado en las redes sociales -hecho a golpe de incendiario tuit y de épica foto en instagram-, el líder de Vox se hace pequeñito. Muy pequeñito. Por eso, por ejemplo, acude a un show de amable entretenimiento como 'El Hormiguero' en vez de a un espacio periodístico como 'El Objetivo' de Ana Pastor, donde las preguntas con datos contrastados le complicarían mucho más su imagen de lo que el equipo de este partido busca proyectar.

Arrasó en audiencias, sí. Pero Abascal perdió en su paso por 'El Hormiguero' porque no pasó el casting de carisma en su primera vez en la tele. Tiene buena percha, pero es un mal intérprete en directo para la credibilidad emocional de su historia. No es Pantoja. No es Bertín.  No demuestra mucho trasfondo intelectual.

Porque la televisión se puede manipular, por supuesto. Y se manipula. Incluso desde ella se pueden mandar terribles mensajes de odio. Y se mandan. Pero el objetivo de la cámara en directo no se puede desvirtuar como una apoteósica foto de Instagram posada y retocada para la ocasión. Al contrario, la tele sigue retratando las florejas de nuestra realidad como nada. Así pasó este jueves en 'El Hormiguero' de Pablo Motos: quedamos retratados todos. También Santiago Abascal.

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