OPINION

Seis complejos de la televisión actual que aplasta Paquita Salas

Paquita Salas, segunfa temporada
Paquita Salas, segunfa temporada

Paquita Salas es un icono. Un icono pop, que traspasará el tiempo porque define su tiempo. El consumo de la televisión esta cambiando y este personaje brilla hasta destacar sobremanera en un contexto social de cierta saturación de contenidos bajo demanda. Será porque no se parece a nada y, a la vez, se parece a los vaivenes emocionales cotidianos con los que se enfrenta el espectador. Y es que, al final, Paquita Salas es más que un gag, es una comedia que trabaja la nostalgia de la frustración. Lo que convierte en tremendamente identificable a una profesión que pocos conocen que existe, la de representante de actores.

Eso es Paquita Salas, una representante de éxito en los noventa que, en 2018, está  adaptándose a una nueva era. Igualito que la TV actual, que reproduce aprendizajes y vicios de los noventa cuando, en realidad, quiere encontrar su sitio en las nuevos consumos. Por eso mismo, los de Netflix, expertos en nuevos consumos, han engullido a Paquita Salas.

Los norteamericanos saben que Paquita no es conocida por las grandes audiencias, pero ya no siempre importan tanto las grandes audiencias. Desgraciadamente no todos los espectadores valen lo mismo para cada empresa de contenidos audiovisuales y Paquita Salas llega a un público muy poderoso para Netflix: un ruidoso usuario, ya que es muy activo en las redes sociales, y que, además, paga por ver series. De ahí que Netflix haya comprado este proyecto que nació dentro de Flooxer, portal de contenidos online de Atresmedia. Ahora, por tanto, Paquita Salas sirve para impulsar su marca en España. Para que se hable más y mejor de Netflix. Porque Paquita Salas es más que la serie, es un personaje viral perfecto para visibilizar esta compañía y hacerlo con derroche de empatía. ¿Cómo? A través de la ficción en sí pero, también, con piezas, a medio camino entre lo divertido y entrañable, que rulan por Twitter, Youtube e incluso Instagram.

Un éxito entre los seriéfilos españoles porque Paquita Salas, como hicieron series como Las Chicas de Hoy en Día, realiza una particular catarsis del mundo de los actores que, en el fondo, habla mucho de la idiosincrasia cultural española. Con sus filias y sus fobias. También de la propia televisión, desmontando complejos de las televisiones generalistas con terapéutico aire fresco.

Complejo 1. Prohibido que el espectador no entienda la totalidad

Netflix podía haber optado por internacionalizar el personaje de Paquita Salas y que, así, fuera más fácil de entender fuera de nuestras fronteras en su plataforma global. Pero, por suerte, no lo ha hecho: sería matar su esencia. Porque el éxito de Paquita está en que es una serie cargada de referencias nacionales y, en muchas ocasiones, muy centradas en detalles del sector del cine y la televisión que ya se escapan al espectador español medio. De hecho, a veces, es difícil pillarlo todo y, claro, eso suele asustar en las cúpulas de las cadenas. Absurdo, pues esto no es inconveniente para comprender las motivaciones de los personajes de la ficción.

Hemos visto millones de series de abogados sin saber de abogacía. Y el espectador entiende lo que sucede e incluso aprende nueva referencias mientras disfruta del episodio. Eso mismo pasa con Paquita Salas que logra terrenalizar la ya ex glamourosa trastienda del mundo actoral con ayuda del folclore popular.

Complejo 2. El folclore pop es caspa

Los Javis consiguen impregnar a sus trabajos de un folclore popular que bebe de la historia de la televisión más imprevisible, que se estaba relegando porque suele confundirse la caspa con la autenticidad.

Como las grandes series, Paquita Salas crece a través de detallistas golpes de guion que están repletos de conocimiento de la cultura popular reciente y no tan reciente. Así la serie es una fábrica de frases hechas, coletillas imparables, guiños cómplices y giros dramáticos que, muchas veces, surgen de la nostalgia del éxito que siempre se viene a menos. Y el éxito venido a menos es el más realista, el más de verdad, el que más enriquece, el que más representa a cada uno de nosotros.

Complejo 3. Representar, pero no mucho

Paquita Salas es representante y, además, cada capítulo, con mayor o menor acierto, representa una preocupación de Los Javis y en cierto sentido de su generación. La dictadura que provocan las redes sociales al no digerir bien su información, la inestabilidad laboral de los actores, la hipocresía de la industria audiovisual... En un tiempo en el que las series españolas prefieren trasladarse a una ciencia ficción social en la que nadie pueda sentirse aludido y molestado, Paquita Salas habla de nuestro tiempo entremezclando fantasía, surrealismo y mucha verdad. Y, por cierto, no dista tanto de la fórmula de Paco Martínez Soria o Lina Morgan, maestros en hacer un homenaje a su público desde una cómoda cotidianidad con la que el espectador se siente retratado y no desde la acomplejada superioridad intelectual que menosprecia más que aprecia. 

Complejo 4. Los créditos a todo volumen

Cada final de capítulo de Paquita Salas sabe a colofón. Los créditos entran rotundos, a corte y en negro. En la TV tradicional los créditos no pueden entrar a corte y a negro, no vaya a ser que huya la audiencia a otro canal si no recibe estímulos de imágenes en colorinchis y sólo salgan nombres de un equipo que a nadie importa. Error, tanto en ficción como en programas de entretenimiento es necesario dibujar bien la intensidad de los últimos minutos de cada episodio, hasta terminar en una apoteosis en donde la aparición efectista del crédito también es vital para mitificar en el ojo del espectador la autoría del producto. En este caso, la firma de la obra de Los Javis. Su nombre aparece con una sigilosa y precisa rimbombancia que impulsa la sensación en el público que está viendo algo emblemático y hecho con nombres propios.

Complejo 5. La importancia de los actores

Uno de los grandes mensajes de esta temporada de Paquita Salas es la crítica a las series que se creen por encima de los actores. Esas ficciones en las que poco importa una interpretación más rica, con más texturas, con más preparación y donde se prioriza ser una frenética "factoría en cadena" de grabación de secuencias. Como una churrería, vamos. El protagonista de Puente Viejo será Puente Viejo, pero no su elenco de intérpretes. En Paquita Salas, en cambio, el protagonismo recae en las actrices, que cuentan con esa capacidad de acción para hacer más grandes sus papeles. Como debe ser. Por ejemplo, el personaje de Yolanda Ramos sin Yolanda Ramos sería otro. O la propia Paquita sin Brays Efe, que hace olvidar que nació en el año 88 en su interpretación de esta mujer de más de cincuenta y, de paso, desmonta prejuicios sobre la capacidad de dar vida a uno u otro personaje más allá del perfil físico de cada uno. Todo depende del contexto, el riesgo y la capacidad de atreverse y jugar con la complicidad imaginativa del público. Al final, Paquita Salas es una oda a los actores en la que en esta temporada Verónica Echegui, Ana Milán o, por supuesto, Belén Cuesta vuelven a demostrar que son infalibles.

Complejo 6. Relativizar el éxito

La segunda temporada de Paquita Salas son cinco capítulos de media hora de duración, fáciles de ver del tirón, a tono con los nuevos consumos de la televisión bajo demanda. Una temporada de transición que sienta las bases para que crezca la tercera etapa, que ya está en marcha. Ahí tienen un buen reto Los Javis y su equipo, ya que la ficción puede profundizar en una trama transversal que atrape más allá de la historia central de cada episodio. En las dos primeras etapas de la serie ya se han sumergido, poco a poco, en una interesante reflexión sobre la dignidad y la coherencia de una representante de actores en horas bajas, que da risa porque también emociona con situaciones que, en mayor o medida, nos han pasado o pasarán a todos. El rechazo, el olvido, el miedo al fracaso, lo efímero del éxito... Y Paquita Salas, a la vez que su fiel espectador, está aprendiendo que, tal vez, ni el rechazo, ni el fracaso, ni la lucha por mantener el éxito son tan relevantes, así que, 'muy frágil', Paquita  camina hacia algún lugar percatándose de que, a diferencia de lo que nos inculcó la TV -y la sociedad-, a veces, rendirse puede ser la mayor de las victorias.

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