ANÁLISIS OBJETIVOS TELEREALIDAD

Sin rastro de mascarillas en 'MasterChef Celebrity'

'MasterChef' es una zona libre de mascarilla y prácticamente vive en un mundo paralelo en el que nadie habla del virus ni de crisis ni de restaurantes a punto de cerrar. 

'Prueba de exteriores de 'MasterChef'
'Prueba de exteriores de 'MasterChef'
Borja Terán

No hay mascarillas en 'MasterChef Celebrity'. Mientras la sociedad ha cambiado la manera de relacionarse, también en televisión, en el reality de famosos aspirantes a cocineros o cocinillas la vida sigue como antes de la pandemia. Aunque el programa se haya rodado en plena desescalada del proceso de confinamiento de la primera ola de la crisis sanitaria.

Los concursantes se tocan, abrazan, bailan. Bien cerca. A veces se saludan con el codo, pero luego se abrazan o se colocan cerquísima unos de otros, así que los protocolos saltan por los aires. Puede chirriar a primer golpe de vista, pero esta situación también está calculada para que el gran éxito del talent show culinario no decaiga. 'MasterChef' busca la evasión de su audiencia. Y el programa ha optado por escapar de la incertidumbre que planea casi todo en estos tiempos para atraer al público con la cultura social de siempre, la cultura de piel a piel de la que vive el género de la tele-realidad. Como si no hubiera pasado nada, pero ha pasado mucho.

Aunque alguna mascarilla se puede colar en el fondo de algún plano en las pruebas de exteriores, 'MasterChef es una zona libre de mascarilla y prácticamente vive en un mundo paralelo en el que nadie habla del virus ni de crisis ni de restaurantes a punto de cerrar. No vaya a ser que el lado aspiracional del espectáculo se esfume y baje la cuota de pantalla. Para rodar el formato en estas condiciones, han tenido que crear una burbuja con los protagonistas del show, concursantes y jueces. El equipo del formato intenta trabajar como si fuera un núcleo familiar. Pero, claro, no lo son. Y mucho menos lo son las decenas de comensales de cada prueba de exteriores. Así que se realizan test rápidos antes de la grabación para localizar cualquier positivo a tiempo.

De esta forma, 'MasterChef' intenta seguir siendo un programa que no quede excesivamente marcado por la pandemia y que incluso pueda seguir revisionándose cuando todo pase sin que nos recuerde a coronavirus. Porque todo pasará. Y este seguirá siendo un programa de emociones en contacto entremezcladas con la divulgación de nuestra cultura gastronómica.

Pero también un programa que, con el tiempo, cree haber entendido lo que funciona para no dejar romper audiencias desde el prime time de TVE. Lo que se traduce en una astucia para enfatizar el conflicto perfilando la personalidad de cada participante y enfrentándola a sus compañeros o hasta a ellos mismos, algo especialmente palpable en la edición de anónimos. Para ello los jueces también han ido mejorando en su papel de cizañeros sin miedo a la sobreactuación. Ya no sólo van a aconsejar mientras cada jugador prepara su plato, directamente van para calentar. Y no precisamente los fogones. Lo hacen armados con un muy buen guion que intenta ser invisible a ojos del espectador. ¿O alguien cree que decirle a Juan José Ballesta, célebre por su película "El Bola", que su plato se le ha hecho bola es ocurrencia instantánea de Pepe Rodríguez?

El programa ha ganado conflicto, que dicen que siempre sube el share. Pero, en realidad, que nadie se engañe, es un formato que está tan bien montado, que no necesita tanta pelea. Sobre todo, vive (o debería vivir) de lo sano de su espíritu de superación, del carisma inevitable de muchos de sus participantes y del proceso en el que descubren (y nos descubren) lo complejo del arte culinario.

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