OPINION

'La Verdad' cambia de horario y Telecinco vuelve a caer en el mal de la TV tradicional en España

Concursantes Supervivientes 2018
Concursantes Supervivientes 2018

Dos años de espera. Eternos meses de anuncios de promoción con el reclamo de "muy pronto". Incluso un estreno que no llegó a ser. Pero, al final, La Verdad se instaló hace unas semanas en los lunes de Telecinco. Casi cuando ya nadie esperaba que se estrenara. Apareció.

Y parecía que ya había encontrado su sitio: los lunes. Pero no, de nuevo, esta semana la cadena de Mediaset ha cambiado el horario de La Verdad. El nuevo episodio no será en lunes, donde se programa una semifinal de Supervivientes, el formato rompe-audiencias de Mediaset.

La Verdad salta, así, al martes. Por ahora. Porque la programación de Telecinco se ha convertido en demasiado imprevisible. Más aún con el comienzo del Mundial de fútbol. De hecho, el nuevo día de la serie de Lydia Bosch no será el único cambio de prime time en esta semana. Factor X se adelanta al jueves y, como consecuencia, la final de Supervivientes también se anticipa al miércoles.  De esta forma, Telecinco podía hacer pupa a La Catedral del Mar. Así que Antena 3, como efecto en cadena, también ha decido mover su famosa ficción al jueves para evitar competir frontalmente con el apoteosis del reality de Jorge Javier Vázquez que arrasa en los audímetros, superando el 30 por ciento de share.

Todo un galimatías de inestabilidad de horarios que define un problema de fondo de la televisión, que algunos responsables de las cadenas tradicionales no quieren ver.

La televisión generalista en España sufre una crisis de descrédito. El espectador ha perdido la confianza en la televisión tradicional porque no se cree la programación de unas cadenas que no asientan citas de programación creíbles. Al contrario, marean al público. 

Un error ya que en los canales de televisión es importante crear rutinas en la audiencia, que el espectador sepa que tal día y en tal hora se encuentra su serie favorita. Y no falla. Es puntual. Así, por ejemplo, el público de TVE ha interiorizado que Cuéntame cómo pasó es fiel a los jueves. Este factor ayuda a que la ficción mantenga su liderato.

Las cadenas privadas, en cambio, han creado un feroz embrollo de constantes cambios de emisión, lo que está expulsando a aquellos espectadores que siguen especialmente las series. Para qué esperar a la trasnochada emisión en directo, si lo puedes ver después 'a la carta' bajo demanda sin ninguna sorpresa de retraso de emisión o cambio de horario. Este contexto define la actual dificultad a la hora de asentar una serie en un canal en España y que no sufren de igual manera cadenas de otros países, que prefieren cuidar al espectador a largo plazo antes que optar por la efímera contienda por la audiencia instantánea.

La tosca batalla por el abstracto share es, en realidad, contraproducente para el sistema de emisión que sostiene a las cadenas de siempre, las denominadas cadenas lineales -La 1, Antena 3, Telecinco...-. Su porvenir para alcanzar el triunfo comercial estará más unido a los vínculos que el espectador construya con la marca del canal que en el resultado de la fría cuota de pantalla, que también será importante pero que, ahora, se infla con trucos de programación para engatusar a los anunciantes. Por eso mismo los anunciantes ya están buscando, fuera de la televisión generalista, otras maneras de conectar con su público.

La estrategia por la rentabilidad instantánea expulsa a un espectador fiel en el medio plazo

Lejos queda ya aquel tiempo en el que las televisiones diseñaban organizadas parrillas de programación que fueran fáciles de identificar por parte del público. Lo hacían con el objetivo de que cada televidente supiera qué ponía la cadena en cuestión cada noche de la semana. El espectador sabía, sin pensar demasiado, que los domingos había cine, que los lunes había un gran concurso o que los martes existía una serie familiar. Así, por ejemplo, a finales de los 90, Telecinco llegó a ser la cadena más rentable de Europa sin liderar, pero asentando una programación clara y con un público objetivo muy interesante para los anunciantes.

Pero, en la actualidad, los cálculos de la rentabilidad del share están anulado a otra rentabilidad: la de fidelizar con poderosos vínculos al espectador hasta convertirlo en fiel. Un espectador que se sienta comprendido e identificado por el contenido de la cadena. Vamos, lo que hace todo el rato Netflix con su estrategia en redes y promociones.

Porque ni a los anunciantes ni a las propias cadenas les beneficia el constante mareo de programación que desinforma al espectador, lo que termina pasando factura a un público que, al no sentirse valorado, desconecta de la televisión tradicional. Y el caso de La Verdad es un buen ejemplo para analizar este embrollo en el que se han metido las cadenas casi sin darse cuenta: una serie que está demostrando una tendencia de seguimiento a la baja y que este cambio de horario puede suponer un último empujón hacia el precipicio.

Si el menguante público que quedaba siguiendo la historia de La Verdad pierde el hilo por el cambio de horario, ya no volverá. Aunque se quede sin saber el giro dramático del final de una producción de la que se ha hablado más en su largo proceso de promoción que durante su emisión..

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