OPINION

Telecinco consigue el éxito de un 'Gran Hermano' interminable

Jorge Javier Vázquez, Gran Hermano
Jorge Javier Vázquez, Gran Hermano

Desde septiembre, Telecinco lidera con el impulso de 'Gran Hermano'. Tanto que la cadena no ha querido dar descanso a su reality estrella y, seis meses después del comienzo de temporada, ahí sigue la fórmula de 'Big Brother' en emisión sin evidenciar síntomas de agotamiento. 

Mismo presentador, Jorge Javier Vázquez; misma casa, con idéntica decoración, y mismo universo de concursantes. Sólo una diferencia importante: 'GHVIP' ha dado paso a 'GHDÚO', aunque ya ni siquiera concursan en parejas. La única distinción aparente entre el programa original y la secuela se ha diluido rápidamente porque, en realidad, no es una secuela. Se trata del 'Gran Hermano Vip' de siempre con un casting distinto que, eso sí, bebe de tramas de la anterior edición para continuar el culebrón.

Lejos queda cuando en los orígenes el programa duraba tres meses y paraba su maquinaria hasta el siguiente curso. Telecinco no puede parar su engranaje de realities porque son gasolina fundamental para animar de 'cotilleo fresco' toda su programación. Con la misma inversión, la cadena de Mediaset rellena hasta tres prime time por casi el mismo precio -domingo, martes y jueves- y, además, genera dimes y diretes para el resto de programas diarios de la compañía. Porque en Mediaset son expertos en retroalimentar sus programas.

De hecho, dentro de la misma cadena, se empuja a la especulación incendiaria que puede hasta propiciar crisis en formatos hermanos. Da igual, no pasa nada: es el arte de indignar. Así se habla más del canal y el público se queda enganchado al vaivén de personajes de la farándula intrínseca de Telecinco. Porque Telecinco ha creado famosos propios. Y los explota como materia prima de magacines y tele-realidad. Aunque la gran parte de la población ni sepa quiénes son.

Telecinco se ha transformado en un reality en sí mismo. Casi. 24 horas de reality por encima de marcas de programas. No obstante, Gran Hermano sigue siendo el estandarte original, donde empezó todo.

La productora Zeppelin no baja la guardia para que el reality mantenga el interés del espectador y los concursantes no se acomoden. De esta forma,  han ido reinventando la premisa de la convivencia de GH: ya la incomunicación con el exterior no es tan crucial como antaño y las reglas se van adaptando a las necesidades del día a día de un concurso en el que ya lo que menos importa es el concurso.

La meta de salir el último de la casa con un maletín de millones se ha desvanecido, la competición con un desenlace no es el foco central del show. Lo que viene a ser un escenario ideal para Telecinco, que sólo necesita la casa de Guadalix como si se tratara de un hotel con cámaras en el que ir alojando personajes para que dejen fluir sus emociones. La duración de su estancia la determina el interés de un público voyeur que vota apasionadamente para sentirse con el poder de manejar vidas y, de paso, descolocar los egos de los participantes.  

Y, entre esos participantes, siempre que exista un hueco fijo para alguien de la familia Pantoja. Los hijos de la tonadillera se van repartiendo su posición vital en el juego de la tele-realidad en el que el premio ya no es ganar. En verdad, el galardón es sumar días dentro, facturando un buen caché por cada semana habitando en Guadalix. Todo para suministrar contenidos a una cadena que necesita realities de los que abastecerse para evadir a su público fiel con irrelevantes problemas mundanos. 

Y estos problemas mundanos se pueden alargar todo el año sin necesidad de gastos cambiando de decorado al reality. El éxito de GHDÚO sienta el precedente de que, con cálculo, GH puede ser una telenovela interminable... que se podría estirar hasta después de verano. O Navidad. 

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