OPINION

'Telepasión', un formato en agonía: el gran problema actual de un clásico de TVE

Telepasión 2019
Telepasión 2019

La Navidad es una gran oportunidad para que Televisión Española visibilice su fuerza como gran canal público. De hecho, es la única cadena que sigue realizando una amplia inversión en producción propia de estreno durante estas fiestas. Es su función. El fallo está en que sus apuestas navideñas en La 1 se crean por una conservadora inercia. Como consecuencia, la corporación se está quedando atrás en influencia.

TVE debe soltar el botón de 'automático' en entretenimiento y volver a arriesgar por Navidad. Salir del bucle, vamos, para sorprender de nuevo y, así, recuperar confianza del público -también el joven- con programas con una autoría clara. Lo ha logrado en los últimos años con la corrosión de 'Cachitos de Hierro y Cromo' o con el sublime especial que protagonizó Joan Manuel Serrat en 2015, pillando desprevenida a la sensibilidad de la audiencia  hasta con un final inesperado. 

Pero la fórmula de 'Telepasión' ya no funciona. Porque no cumple el cometido por el que nació este programa. El show está plagado de buenas intenciones e intenta contar un relato de fantasía con una excelente realización, pero su mensaje es demasiado vacío. Incluso su humor es vacío. No hay trasfondo narrativo útil y la propuesta se siente repetitiva. Todo parece que lo hemos visto ya antes. 

La audiencia no empatiza, ya lo de ver a la gente de la tele cantar no es nada novedoso -no propicia ni 'memes- y encima no conoce a la mayor parte de los profesionales que participan. Incluso hay que sobreimpresionar un letrero en pantalla con su nombre y ocupación. 

Pero existe un problema de más calado que define el fracaso emocional de 'Telepasión 2019' y que impide que este programa acerque a la cadena pública a nuevos públicos: 'Telepasión' no transmite porque está desconectado de su tiempo. El repertorio musical elegido define este aislamiento. Una vez más, las canciones más manidas de siempre y con decisiones demasiado obvias. La representación más clara es cuando plantan a dos grandes de los medios y la cultura, Máximo Huerta y Boris Izaguirre, a cantar el clásico LGTBI de 'YMCA'. Bravo por prestarse ellos y jugar. Pero, ¿no había más himnos? ¿Cuántas veces se ha cantado 'YMCA' en un formato así? Oportunidad perdida para dar conversación en las cenas con una mirada más atrevida y menos simplificación retro. Y así con todos los temas elegidos de la noche. Los mismos de siempre. Los jefazos de las teles se justificarán diciendo que escogen este tipo de hits porque son éxitos masivamente reconocibles y nostálgicos para el espectador. Pero se olvidan de que la nostalgia también evoluciona con los años. Y, a veces, da la sensación de que el patrón para elegir el repertorio musical en 'Telepasión' se ha quedado estancado en una plantilla de cómo triunfar en televisión en 2001. Y ya estamos tocando el 2020.

Así el programa no asombra, no descoloca, no descubre, no hace pensar, no queda en el recuerdo. 'Telepasión 2019' se podría haber emitido tal cual hace veinte años. Un programa que empieza con 'Bienvenidos' y termina con 'Gracias por venir' de Lina Morgan. Dos míticos temas, sí. Pero insultantemente evidentes. Se ha hecho ya 1781 veces. No da ni para chascarrillo viral. Nada que ver con el primer 'Telepasión', un producto audiovisual sublime que se ha ido malogrando con el paso de los años.

'Telepasión Española' es un emblema de TVE porque apareció en La 1 con una creatividad e identidad aplastante con la pretensión de transformar un habitual resumen de imágenes del año en una historia útil para el espectador. No se parecía a nada. No quería parecerse a nadie. El objetivo del primer 'Telepasión' era romper con el tópico, no caer en el tópico. Y se consiguió no sólo en la elección de las canciones -que definían a los presentadores y su época-, también gracias al guion con un relato bien armado. Todo estaba articulado como una especie de catarsis de la televisión desde dentro. Y sin temor a un poquito de inteligente mala leche cuando tocaba. Igualito que ahora... No.

Al final, cada presentación de Julia Otero en aquel 'Telepasión' era un ácido análisis de cómo era la trastienda de la tele y en qué punto estaba TVE, justo cuando aterrizaban las privadas. Se aprovechaba las fechas navideñas en las que se hace balance para desarrollar un irónico, emocionante y estético viaje por las tripas de la televisión que, como decía la propia Otero, es como viajar por nuestra propia vida.

Sólo basta recordar el arranque y el desenlace de aquel 'Telepasión' para ver cómo marcaba la diferencia. Siempre cuidando la iconografía, tan decisiva en la televisión para traspasar. Y no, no empezó con alguien cantando 'Bienvenidos'. Que en aquella incluso podía ser un acierto. El 'Telepasión' de 1990 fue más lejos y empezó con el efecto óptico de una inesperada imagen: una icónica carta de ajuste que, en realidad, era un  suelo por el que aparecía una limpiadora sacándolo brillo  (metafórica declaración de intenciones nada más empezar). Por último, el programa terminó con los rostros de la cadena cantando 'Que no se acabe el mundo'. Había que terminar con mensaje, pues todo el show estaba plagado de mensajes que atrapaban la curiosidad de un espectador que se divertía y hasta reflexionaba comentando la jugada.

No estábamos habituados a ver a las estrellas de TVE a cantar. Eso marcó. Pero, además, había 'chicha' a nivel latente y patente, había un retrato sobre la televisión con todos los protagonistas atreviéndose a la autocrítica. No se malentendía lo que era un formato familiar hasta convertirlo en hueco para no molestar a nadie. Por eso se tiene aún presente, 29 años después, y sus conceptos hasta siguen siendo modernos en su revisionado en la actualidad.

En cambio, nadie recordará ningún mensaje de 'Telepasión 2019' ni siquiera pasado mañana. Un formato que se sigue produciendo, sí, que incluso parece que funciona en audiencias por la tradición pero, en realidad, su esencia lleva muchos años cancelada. No aporta en su oficio de consolidar e impulsar el canal. Porque cae en el propio estigma de TVE. Cuando 'Telepasión' llegó justamente para desmontar los clichés de una cadena pública que, entonces, sabía reírse de sí misma para afrontar mejor que dejaba de vivir en un monopolio y tenía que transmitir innovación para plantar cara a la competencia.  Así 'Telepasión' alcanzó relevancia e influencia, pues vivía en su tiempo, estaba en la misma realidad que su espectador, aprendía de su sociedad para no ser previsible. Ya no. La historia parece que no se repite ante los nuevos consumos audiovisuales a los que se enfrenta RTVE. Es necesario que, internamente, TVE haga autocrítica porque este 'Telepasión' ejemplifica la invisibilidad social a la que va caminando la producción propia de La 1 de Televisión Española. Y la televisión que sobrevivirá es la antítesis de lo previsible, de lo vacío, de lo miedoso, de la inercia. 

@borjateran

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