OPINION

¿Tienen las cadenas poca paciencia con sus series y programas?

belen rueda la revista
belen rueda la revista

Hay productos televisivos que ya nacen condenados al fracaso, sin una idea poderosa de base, repletos de errores, incapaces de conectar con la audiencia, con la palabra "cancelación" casi escrita en su cabecera. Pero luego hay otro tipo de casos: el de aquellos programas o aquellas series que sí llegan con buenos cimientos creativos pero que, por las circunstancias que sean (competencia, mala ubicación en la parrilla, desacertada promoción...), no consiguen el favor del público a la primera. El tiempo puede ser el mejor aliado para estos buenos productos, pero... ¿tienen las cadenas esa paciencia? En la mayoría de los casos, no.

Series como 7 vidas o programas como El Intermedio no hubieran sido posibles sin el aguante de los responsables de programación. Es más, la sitcom de Telecinco y Globomedia empezó muy floja y una temporada después cogió vuelo hasta convertirse en comedia de culto y referencia. También pasó lo mismo con Compañeros.

En los últimos tiempos, estas ficciones habrían sido suprimidas de ipso facto. Las cadenas no suelen tener la calma suficiente. Tampoco la capacidad de análisis necesaria para estudiar los pros y los contras de mantener un espacio televisivo concediéndole la posibilidad de crecer en contenido y en adeptos.

Hoy por hoy, está quedando demostrado que es inteligente dar una oportunidad a algunas inversiones antes de tomar decisiones precipitadas por las primeras impresiones de share. Porque los grandes formatos televisivos no sólo dependen de una primera audiencia numérica: también hay que estudiar la identidad que aportan a la cadena, su rentabilidad, su target, su posición correcta en la parrilla, su posible evolución y, sobre todo, su ADN de calidad.

Así ha sucedido, en este curso, con Zapeando en La Sexta o la serie B&b, de boca en boca en Telecinco, que cuenta con  ingredientes, incluso al actor del momento Dani Rovira, para ir aumentando sus fieles con su luminosos y reconocibles enredos.

También sucedió algo por el estilo con MasterChef el pasado año: aterrizó flácido, supo pillar mejor el pulso a la empatía de su contenido, cambió de día y terminó como el fenómeno revelación de la temporada. Y es que, al final, la televisión también es paciencia. Aunque, eso sí, paciencia sabia: fundamentada en el análisis de los engranajes televisivos, una complicada asignatura que no todos los formatos aprueban. O si no que se lo pregunten a A bailar o Dreamland.

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