IDEAS PARA MEJORAR

Tres claves que han desinflado 'El Desafío' de Antena 3

Pablo Puyol uno de los concursantes de 'El Desafío'
Pablo Puyol uno de los concursantes de 'El Desafío'
Atresmedia

Arrancó con buena acogida, debido a la expectación de la novedad y que Antena 3 ha afianzado en los viernes noches la cita con un prime time pegado al gran espectáculo de entretenimiento. Sin embargo, la audiencia se ha ido marchando de 'El Desafío'. El público se ha esfumado de este formato en el que un elenco de celebridades realizan pruebas físicas o mentales que les sacan de su área de confort. La propuesta suena a grandilocuente, pero ¿qué ha sucedido para que el interés del público se haya esfumado tan rápidamente hasta transformar un exitoso estreno en algo para olvidar? Las respuestas:

-Pruebas de apariencia repetitivas

El primer problema de 'El desafío' es que las pruebas tienen un aire repetitivo. Vistas un día, ya no tiene demasiado interés repetir un juego con una máquina excavadora en las próximas semanas, por ejemplo. Y lo que es peor: el programa ceba a quién le va a tocar una u otra prueba al final de la emisión, al igual que se desvelan las imitaciones de la siguiente gala en 'Tu cara me suena'. Pero, claro, aquí este cebo sólo invita a no volver al programa, pues recalca que la gala será muy parecida. Sin demasiadas sorpresas, sin novedades. Así el programa no genera el vínculo de curiosidad. Tampoco ayuda que el ambiente en el plató es demasiado protocolario y, por tanto, excesivamente artificial. Falta el nervio de la espontaneidad en un show que peca de ser demasiado políticamente correcto y anda falto de esa travesura infantil que impulsa el interés de cualquier show de retos físicos. El casting está mal diseñado con personajes que en su suma como equipo despiertan cierta desafección. No es culpa suya, a nivel individual. Todos somos fruto de nuestros contextos y sus personalidades no están bien equilibradas entre sí. No se complementan para brillar en conjunto. Ni siquiera existe un perfil cómico para desengrasar, relativizar lo artificial y dotar de imprevisibilidad a la situación. Algo básico. 

-Estética desagradable

Otro de los factores que ha afectado negativamente a 'El Desafío', es que es un programa sin una estética definida. El suelo del plató irregular, los paneles de fondo sin una entidad... No hay formato a nivel visual. Se echa de menos ese color que atrapa tanto a la curiosidad familiar desde la perspectiva de los niños. Incluso han faltado pruebas más surrealistas para despertar la carcajada infantil. Esas ideas con mucho pringue, que tan bien utilizaba Chicho Ibáñez Serrador en sus programas, Emilio Aragón en 'El Gran Juego de la Oca' o la propia Silvia Abril con sus tartazos en 'Tu cara me suena'. Es el viejo e infalible truco de 'Los Payasos de la tele'.

En cambio, en 'El Desafío' todos están muy serios, aunque sea un programa de entretenimiento. Hasta el jurado está rígido. Bueno, en el caso de Tamara Falcó es normal, ya que en directo suele estar casi siempre rígida porque no cuenta con las experiencias vitales suficientes para entender las complejidades del lenguaje televisivo. Pero Juan del Val y Santiago Segura tampoco pueden evaluar demasiado a los concursantes. Porque no es un concurso de canciones o de cocina. O superas la prueba o la fallas. No hay más. Por suerte, Segura y su instinto del espectáculo sabe ver las debilidades del show y reírse de ellas. También lo intenta el presentador Roberto Leal, con su naturalidad habitual. Pero el programa no cuenta con una dinámica contundente. Así que el público siente que visto uno, visto todos. No sólo las pruebas son repetitivas, también visualmente el show no es acogedor. Parece improvisado en una nave.

- Vestuario que parece publicitario

Y para que entre por los ojos un buen programa de televisión es, también, decisivo que el vestuario favorezca a los artistas. No los apague. En 'MasterChef Celebrity' son capaces de poner un chandal a su casting de celebridades y funciona. Pero hasta la elección de esa vestimenta de despojar a los artistas de su estudiado glamour debe tener una coherencia con la iconografía del programa. En 'El Gran Juego de la Oca' cada chándal era de un color como las fichas del tablero del mítico juego de mesa, aquí se ha optado por un negro que, de repente, cuando se preparan para la prueba de la apnea, parece un soporte publicitario de la marca del neopreno. No es original del show. 

En '¿Qué apostamos?' hasta el antifaz con el que tapaban los ojos a los participantes se diseñaba con salero a tono con la prueba. En 'El desafío' todo parece una cesión gratuita que, además, aleja el poder aspiracional que podrían desprender los participantes. Porque se les ve más feos que nunca. Como consecuencia, el espectáculo se ve cutre. Y ahí está el resumen del fracaso en términos globales de este espectáculo con buenas intenciones y un buen equipo detrás de profesionales bien curtidos en la tele. Pero, esta vez, sin formato con iconografía contundente no ha habido paraíso. El programa no tiene una estructura que otorgue una evolución narrativa hacia un objetivo que anime al espectador a quedarse hasta el final. Lo que recuerda la importancia de definir bien las liturgias de cada espectáculo (personalidad en el diseño, diferenciación de personajes, antagonistas más allá de la inercia del cliché de jurado, comedia entremezclada con emoción, una meta final clara...)

Como bien dijo una vez Pablo Motos bromeando sobre la simpleza de la escenografía de Conan O'Brien, el late night donde criticaron a 'El Hormiguero': "Conan O'Brien, cómprate un decorado", soltó con gracia. Una frase que, en cierto sentido, también vale para 'El Desafío'. Sólo con músicas que intentan recalcar la efervescencia del show ya no basta. En este concurso se echa en falta la combinación de todo lo demás que hace entendible y empática la historia a narrar. Y, para empezar, se han olvidado de comprar un decorado. 

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