OPINION

Tres tácticas imperantes para triunfar con vídeos en redes sociales y lograr el bien más preciado

Mónica y el sexo
Mónica y el sexo

Captar la atención. Aunque el espectador no esté escuchando. Ni siquiera mirando. Los nuevos modus operandi del contenido audiovisual que utiliza las redes sociales como ventana han incorporado nuevas dinámicas para despertar interés del espectador con un simple golpe de vista. Se imponen narrativas, casi de trileros, a la caza y captura de un público que cada vez es más difícil de seducir.

1. Subtitular todo

La tendencia de subtitular los vídeos pensados para redes sociales va en crescendo. El cometido de esta sobreimpresión de texto es despertar la curiosidad de un usuario que está a otras historias cuando interactúa en estas plataformas. Por tanto, hay que atrapar su mirada a través de una frase. Es más, los usuarios más jóvenes ni siquiera en ocasiones escuchan los vídeos que están viendo. Consumen contenido con su receptor silenciado, ya sea en clase o en el trabajo.

De ahí que se opte por el subtítulo omnipresente como impacto visual extra que invite a pinchar a ese público que está en las redes haciendo múltiples quehaceres. No confundir estos subtítulos con subtítulos adaptados para persona con discapacidad auditiva. Estos no están pensados para la accesibilidad y, como consecuencia, no cuentan con códigos de color para diferenciar cada persona que participa en la pieza audiovisual. Tampoco atesoran descripción de sonidos, músicas u otras acciones en segundo plano. Pero, de todas formas, en este sentido, son una buena noticia porque hacen más accesibles estas piezas audiovisuales a personas con discapacidad. Aunque no hayan sido pensados para este cometido.

2. Que todo el rato se vean cosas

No hay tiempo que perder. La primera imagen de un relato audiovisual ideado para visualizarse en redes sociales debe comenzar con una imagen que vende la obra en sí. Mejor si tiene una acción contundente con interés. Y todavía mucho mejor si ya existe una frase rimbombante en el segundo uno, lista para subtitular y que esa declaración llame la atención. Nada más arrancar. No es buena época para la poesía del silencio en las redes sociales que sumerge en el tono de los personajes.

La primera imagen en plataformas como Twitter es la que invita o no a pinchar. En un tuit, estado de Facebook o vídeo de Instagram, el público no suele esperar a ver qué va a contar el relato. No da margen a la sorpresa. Esta impaciencia hace que la historia a narrar debe estar comprimida sin rodeos, con un desvirtuante efectismo -que empuja al sensacionalismo- y casi sin posibilidad de créditos con los nombres de la gente del equipo que ha hecho posible la obra. Y si hay que ponerlos, se incorporan a una ilegible velocidad de vértigo. Porque cuando aparecen los letreros con los autores, se piensa que el público se va al instante. 

3. Muchas encuestas para generar conversación a toda costa

En este estado de emergencia en el que se consumen los vídeos que se comparten por las redes sociales, es importante incentivar la interacción. Como consecuencia, en las plataformas que lo permiten se incorporan 'encuestas' que preguntan sobre lo que se está viendo. A nadie realmente le interesa esa opinión y esta práctica hasta ensucia una imagen que se recarga aún más, pero con esta estrategia se pretende que el usuario no baje la guardia: tiene constantemente choques de información que intentan retener su atención y, encima, se siente partícipe de lo que está viendo, pues se le pregunta. Se le pregunta mucho: en los enunciados, en los titulares e incluso dentro de los propios vídeos. Aunque las preguntas no tengan enjundia.

El objetivo, ahora, es generar ruido. Y, para alcanzar esta meta, lo mejor que puede pasar es que haya discusiones en los comentarios. Y se incentivan. Es el atajo para alcanzar el bien más preciado de los nuevos consumos: generar apasionada conversación para favorecer ese boca a boca que posiciona de forma infalible el contenido audiovisual en el epicentro de la visibilidad. 

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