ANÁLISIS

TVE, en busca de un lugar de influencia

Sede de RTVE
Sede de RTVE
L.I.

Todos los grandes programas de TVE cuentan con pantallas gigantes presidiendo sus decorados. Nunca antes en la historia de Televisión Española tantas escenografías de programas contaban con tanta inversión en proyecciones en sus fondos. Pantallas inmensas, mosaicos de pantallas, tiras de luz... videowalls altos, chatos, alargados... festival de leds, vamos. En cambio, ni con este alarde técnico -de contar con los platós supuestamente más espectaculares del panorama mediático- La 1 logra destacar en influencia social. Es más, paradójicamente, el formato que mejor funciona es el único que no tiene un pantallón gigante en su decorado: 'MasterChef'.

Porque la pantalla no sirve de nada si no cuenta con su personalidad definida como si fuera un personaje más del programa en cuestión. Es decir, la pantalla debe contar una función acotada y coherente con el leitmotiv del set que protagoniza. Porque tanta led clónica puede ser contraproducente. De hecho, da la sensación de que todos los programas son el mismo y el espectador, por tanto, no se ubica en ninguno. De ahí que siga siendo fundamental definir un concepto escénico que favorezca un universo propio, diferenciado y acogedor, para cada programa de televisión. O, lo que es lo mismo, que lo que hay detrás del primer plano del presentador o presentadora remita a lo especial del show y no parezca el mismo fondo de aséptica y fría nave espacial que propicia que todos los programas suenen a intercambiables, que es lo que está pasando.

En TVE ya ni 'Cine de Barrio' cuenta con su ecosistema hogareño, quizá con la incorporación de Alaska es el momento de reinventar el color de su escenografía. Por ejemplo, llevándola a una gran azotea detrás de los neones de los cines de Madrid. De hecho, en sus primeras etapas de vida, hace ya 25 años, el director José Manuel Parada y el realizador Luis Galinsoga definieron el epicentro de este espacio como si de una sitcom se tratara. 'Cine de Barrio' se hacía más grande gracias a un decorado que simulaba un salón con diversas estancias, ventanas y puertas por las que irrumpieran invitados y personajes que hacían más rico el relato. Porque Parada incluso tenía vecinas. Vecinas de ficción, claro. Pero vecinas, al fin y al cabo, que favorecían un acogedor e imprevisible el programa con una coralidad de personajes en los que siempre había alguien que el espectador se podía identificar.

Ahora, en cambio, los programas de TVE ya no tienen ni puerta física para que entre alguien. Salvo 'MasterChef', por supuesto. Un éxito que tiene puerta. Hasta balcón. Un detalle que puede parecer baladí, pero no lo es. Hay que crear ambientes, en todos los sentidos -visual sólo es una más-. 

Al final, TVE es otra damnificada de la política actual obsesionada más con ganar el cortoplacista relato que con triunfar con una eficaz gestión. Lo que hace que los propios políticos piensen que la buena Televisión Española es la que se centra en sus mensajes. Su desconocimiento de la función amplia de la televisión pública y el maltrato habitual a la cultura van empujando a  la cadena al reducionismo del cliché de la tertulia constante en vez de hacer crecer la programación poniendo la mirada allá donde otros no llegan en tiempos de simplificación. Es la manera de ganar relevancia real y, así, recuperar a esos públicos que se sienten huérfanos de televisión. La función de TVE no debe ser imitar, debe ser crear y, de esta manera, movilizar la industria audiovisual y la cultura social.  Si La 1 es una canal diferente será decisivo, si no será residual.

Ahí TVE tiene una oportunidad. La manera de influir en televisión está justamente en fluir. Y eso se logra quitándose ese nuevo corsé del canal de noticias constante que se ha ganado en este último año -para eso, ya está definido el Canal 24 Horas- y volver a la habilidad creativa de atreverse a los matices que no se quedan en la tertulia estereotipada y en la urgencia no jerarquizada. La televisión que sobrevivirá es la que desafía la curiosidad del público porque le acompaña desde una generosa complicidad. Y TVE, a pesar de estar colocada en el primer número del mando a distancia, ha dejado de acompañar porque, en general, ha dejado de transmitir esa complicidad porque sus dinámicas han ganado en rigidez y han perdido la creatividad de la narrativa televisiva que potencia el entendimiento a través de la riqueza de los detalles en tiempos de prisas simplistas.

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