ANÁLISIS TELEVISIVO

Unas uvas para la historia: el vacío de Sol roto por la emoción de Ana Obregón

La mirada de Obregón comunicaba lo mucho que nos ha cambiado este año sin necesidad de palabras.

Ana Obregón emocionada en las campanadas.
Ana Obregón emocionada en las campanadas.
tve

El 2020 se ha marchado dejando otra imagen histórica para el recuerdo colectivo: la de la Puerta del Sol (casi) vacía. La estampa era fácil de presagiar y resume muy bien este año, de calles vacías siendo miradas desde un balcón.

Y desde el balcón, como representantes más que nunca de todos, ahí estaban las grandes cadenas de televisión uniéndonos, asomándonos al vacío de un lugar tan icónico. Retratando el momento para la posteridad. Todas las grandes cadenas menos las de Mediaset, que mandó a sus presentadores, Christian Gálvez y Sandra Barneda, a Canarias para diferenciarse del resto, en vista de que no iban a arañar grandes datos de audiencia, si bien hay momentos en los que es mejor estar in situ en el epicentro de una noticia de tanta carga sentimental para el país. 

Y lo que cada año es una celebración de lentejuelas, esta vez ha transmitido el pavor del duelo. Porque esa plaza vacía significa todo lo que ha ocurrido durante estos meses de enfermedad y despedidas, en los que la vida de todos se ha transformado en un ejercicio diario de vivir en tensión para no contagiarse, para no contagiar, para avanzar. Pero sin poder relajarse. Ni siquiera en Nochevieja.

Anne Igartiburu y Ana García Obregón han roto ese gélido vacío de la Puerta del Sol sin gente con su profesionalidad habitual. Aunque nada puede ser habitual. Este año, la retransmisión de TVE ha sido la que más expectación ha generado. Primero por tradición, segundo por el retorno de Obregón a la televisión en esta emblemática noche, tras el fallecimiento de su hijo al que todos vimos crecer por la misma tele. Aquel niño que se comía micrófonos, que jugaba con la prensa que perseguía a su madre. ¿TVE utiliza el morbo con Ana en una noche como esta? Podría pensarse así, pero su presencia ha resultado siempre tan orgánica en televisión, que su regreso es natural y hasta lógico en su proceso de duelo. La trayectoria de Obregón es televisión. La tele es parte intrínseca de su ADN y, por tanto, terapéutica para ella en un momento como este. 

Y terapéutica ha sido también para los espectadores, pues Ana produce una identificación especial en la audiencia, dando más profundidad a una retransmisión en la que los últimos años ha ido ganando una vertiente más vacía y superficial en el sentido carca del palabro. En cierto sentido, Ana hoy ha representado el 2020 repleto de pérdidas, pero también la presentadora y actriz es exponente de los grandes formatos de entretenimiento con los que nos divirtió desde TVE. Ana simboliza la nostalgia de aquellos momentos que añoramos en los que no vivíamos con esa presión de la incertidumbre diaria. En los que la vida era una apuesta y nada más.

Ana Obregón en un momento de emoción
Ana Obregón en un momento de emoción
RTVE

Ahí ha estado con su profesionalidad de siempre explicando, una vez más, esto de los cuartos. Todo con esa capacidad curtida en la experiencia que hace que parezca sencillo lo que no lo es tanto. No es nada nuevo, pues Obregón, hasta cuando se hacía la despistada, nunca perdía el rumbo de su responsabilidad para que las piezas del puzle que supone cualquier formato de televisión no se desacompasaran. Así lo ha hecho de nuevo esta noche, aunque las lágrimas de los recuerdos sobrevivinieran.

También introduciendo los vídeos que habían mandado los espectadores a TVE con su móvil para llenar virtualmente la plaza de gente (e imágenes de compañeros de Televisión Española, por aquello para hacer marca). Aunque hoy lo histórico y relevante era ver la plaza vacía, pero desgraciadamente en Televisión Española casi no se ha visto. Tal vez se vea mañana en el Telediario. Pero ha faltado en directo mostrar bien eso, era vital.

Minutos antes de que bajara la bola dorada y sonaran las campanadas, otro de los momentos del cambio de año ha sido la actuación de Nacho Cano en la plaza sin gente, como homenaje a las víctimas de la pandemia. El problema es que este evento ha dado la sensación de que se ha organizado sin la necesaria coordinación entre televisiones. Un concierto público sin público que solo se puede ver por la televisión pero que no estaba realmente pensado para la televisión. Se ha visto como de fondo. TVE pinchaba la señal externa del Ayuntamiento pero quedaba raro, pues salían imágenes sin contexto que tapaban al propio Nacho Cano. Es decir, las cadenas han emitido esta actuación musical desde fuera, como desde lejos, sin una realización armónica pensada para ellas para que la canción trascendiera de manera más artística y no como un mero acto institucional grabado. Lo suyo había sido poner a Nacho y compañía en el centro de la plaza sin nadie y no en un escenario oscuro. Pero, claro, es que era un acto pensado desde un prisma institucional que no suele entender que estas cosas la tele las tienen que ensayar para ser vistas y oídas bien por todos los canales. Con la mirada artística que merecen para que ese 'Un año más' trascendiera mejor, con más matices y enfocando mejor el contexto de ese Kilómetro Cero desnudo.

Ahí ha acertado Antena 3 al bajar a Alberto Chicote a la plaza. Así han justificado mejor el momento de la actuación, mientras tanto arriba en el balcón Cristina Pedroche de blanco, como envuelta en un edredón nórdico por aquello de tardar en desvelar el vestido e intentar retener un año más la curiosidad de la audiencia. Edredón que no se ha quitado hasta que han llegado las uvas como cebo absurdo para aparecer, después, descocada. Sin más. Ya es repetitivo esto.

Vestido Pedroche en las uvas de 2020.
Vestido Pedroche en las uvas de 2020.
Antena 3

Pero, por fin, 2020 ya es pasado. El año ha cerrado como ha transcurrido, constreñido para intentar domar el virus. Pero la soledad de la plaza ha sido humanizada por esa Ana García Obregón y su sonrisa transparente, incluso cuando las lágrimas brotaban, muy bien arropada por la incombustible Igartiburu, también visiblemente emocionada por su compañera. No hacía falta nada más. Ana representa a todos. Por primera vez en años, la emisión de las doce uvas en realidad no estaba necesitando tirar de frases hechas y, en el fondo, vacías, como la plaza. Porque nunca aportan nada, pero este año menos. Ha sido mucho más trascendental lo que no es capaz de pronunciarse con palabras pero todos sabemos. Y la mirada de Obregón comunicaba lo mucho que nos ha cambiado este año. A unos más que otros, sí, pero quién nos iba a decir hace 365 días que hoy veríamos la Puerta del Sol desierta y que tomaríamos las uvas más solos, contando a los miembros de nuestra familia que pueden acompañarnos, en un mundo en el que los besos y los abrazos han comenzado a darnos miedo.

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