OPINION

A Podemos se le escapa España de las manos y no sabe cómo evitarlo

Hace algunos años, tuve la ocasión de hablar con el sociólogo Carlos Malo de Molina y se me ocurrió preguntarle qué idea de España tenían los españoles. Respondió que la inmensa mayoría sí tenía su idea de la españolidad, pero que, al mismo tiempo, no le gustaba mucho asociarse con símbolos como la bandera o hablar de España, porque les iban a tildar de fachas. Solo mostraban esa españolidad en ocasiones deportivas, cuando los deportistas españoles alcanzaban una copa o una medalla de renombre. Luego, guardaban todas sus emociones en los cajones.

Para sorpresa de muchos, la reciente acción de los independentistas radicales ha venido a despertar lo que un catalán que se sentía español calificó de “el monstruo dormido”. Queriendo decir con ello, que se despertaba una reivindicación de España sin complejos.

Eso se puede constatar por el número de banderas españolas y manifestaciones “sin complejos” que han surgido en los últimos días (hasta en el estadio Wanda del Atleti), y que han impulsado a la gente a salir a la calle en muchas ciudades españolas en una fecha tan simbólica como el 12 de octubre.

Esta “reacción” no ha pasado desapercibida para Pablo Iglesias y Podemos, que ven cómo han pasado a un segundo plano debido sobre todo a que esos símbolos y hasta la misma idea de España les resulta extraña. Se les está escapando España de las manos.

En una grabación que corre por las redes, Pablo Iglesias llegó a afirmar en 2015 que él jamás podría asumir la bandera de España, y ni siquiera pronunciar la palabra España. Para la formación morada, la bandera natural sería la de la República de 1931, olvidándose que la bandera española es de finales del siglo XVIII, cuando Carlos III abrió un concurso para elegir unos nuevos colores nacionales identificar mejor a los barcos en alta mar.

El resultado fue que los colores rojo y amarillo son los que mejor se identifican de lejos, cosa que se ha comprobado cierta porque casi todos los servicios de emergencia y ambulancias del mundo usan esos colores. A mediados del siglo XIX, la reina Isabel decretó que la bandera no solo fuera para la Armada sino para todo el país. Por tanto, tiene más tradición que la republicana.

Pero dado que en tiempos de Franco, el sentido nacional se unió a esos colores, la oposición a Franco –la izquierda– lo tomó como un símbolo del viejo régimen. Y lo era, porque la derecha y la extrema derecha nostálgica la ondeaban en sus manifestaciones.

Esa estrategia de diferenciación funcionó. Pero ahora, pasados muchos años, resulta que muchos españoles que no se consideran precisamente de extrema derecha, quieren reivindicar la bandera y la idea de España como parte de su propia narrativa. Es la reacción al desafío independentista, el cual, como ha dicho Borrell, tiene un “relato” que el resto de España parecía no tener.

La cuestión es que el PP, Ciudadanos y el PSOE, se han unido para oponerse al desafío independentista. Lo hacen reivindicando una España sin complejos, que es lo que venían demandando, aunque fuera inconscientemente, muchos españoles.

A Podemos le ha pillado a contrapié. Es verdad que Iglesias censuró a la diputada de su partido que retiró la bandera española dejada por varios diputados catalanes no independentistas en los asientos del Parlament hace varias semanas. Pero su insistencia en apoyar un referéndum de independencia en Cataluña no cala en la mayoría de los españoles, incluso entre los que han simpatizado con Podemos en los últimos años. Las últimas encuestas de intención de voto que han publicado La Razón y elconfidencial.com este fin de semana dan una caída de Podemos (Unidos Podemos) tan acusada que Ciudadanos ya le ha sobrepasado. Es la prueba de que han resultado dañados con su extraña política de no oponerse abiertamente al radicalismo soberanista.

Al final, como decía Malo de Molina, resulta que España y su bandera no estaban muertas sino dormidas.

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