OPINION

Aquel año de inflación, paro, huelgas... y golpes

Supimos hace pocos dias que el IPC de 2010 fue del 3%. Preocupante, dijimos. Esto se nos está yendo de las manos. Si seguimos así, dentro de poco el Banco Central Europeo acabará subiéndonos los tipos del interés del actual 1% a ¿quién sabe? ¿El 2%? ¿El 3? Intolerable.

Intolerable para nosotros, ciudadanos de 2011. Pero los que vivieron en 1981 recordarán que en aquellas fechas la inflación llegó a sobrepasar el 15%. Sí señor. Ese fue el IPC de 1980. De modo que 1981 se inició con una de las inflaciones más altas que se recordaba en España. No se pudo hacer mucho para arreglarlo porque ese año terminó con el 14,4% de inflación.

¿A qué se debía esta inflación? La causa principal era que en 1979, en un país lejano como Irán, había sucedido una revuelta: el Sha de Persia que era como el Mubarak de hoy, fue derrocado y su lugar lo ocuparon los ayatolás, el famoso ayatolá Jomeini, enemigo de Occidente.

Como Irán era un importante productor de crudo, todo el mercado se desestabilizó y el barril que estaba a 12 dólares llegó a escalar a ¡30 dólares! En términos de poder adquisitivo eso fue un golpe bajo a los países consumidores, entre ellos España.

Pero había más causas. Una de ellas la explica Juan Velarde en su libro "Cien años de economía española". Resulta que en los años setenta, se terminó la era de los salarios bajos. Las huelgas impusieron nuevos convenios colectivos y entonces comenzó un círculo vicioso: más inflación, más subidas de salarios para compensarla, lo cual generaba más inflación, con lo cual se pedían más aumentos salariales. Y si no, huelga.

Y para rematar todo eso, el Banco de España subía los tipos de interés, pues el rigor monetario dice que es la mejor forma de cortar la inflación. Con un IPC al 15% los tipos no podían ser menores que esa cifra si un banco deseaba ganar dinero (para la historia estadística financiera pinchen en este anuario).

Una familia española que deseaba comprar un piso de cinco millones de pesetas pagaba un interés anual de casi el 18%. Una hazaña eso de pagar el crédito pues el salario mínimo interprofesional era de 854 pesetas al día, unos cinco euros de hoy.

Había más cosas en la sartén: el paro. A principios de los años setenta era del 1,2%. Es verdad que casi no trabajaban mujeres con lo cual la actividad laboral no era como la actual. Pero había empleo de sobra. No muy bien remunerado (gracias a lo cual era un país competitivo a escala internacional como ahora es China), pero permitía mantener una gran clase media.

Cuando terminó 1981, el paro ya rondaba el 15% de la población activa. Y cada año que pasaba, seguía aumentando. No se encontraba empleo de nada. Ni en la construcción, ni en la restauración, ni en la agricultura. Era una deseperación.

La idea de la crisis era tan profunda que se pensaba que era como la gravedad: había que aceptarla sin rechistar. En una conferencia pronunciada en la Fundación Rafael del Pino, el ex ministro Miguel Boyer (1982 a 1985) recordó que España atravesó una crisis muy larga, que duró por lo menos 10 años.

A eso se sumaban las peleas políticas, los asesinatos de ETA (en 1980 casi cien asesinatos, uno cada tres días y medio), los choques callejeros, el malestar, la huida de capitales, la paralización de la Bolsa...

Y para rematar, el 23 de febrero, un golpe de Estado.

Aquel año fue tan, pero tan malo que por primera vez desde finales de los cincuenta la economía no creció sino lo contrario: se contrajo un 0,2%. (Les recomiendo este sabroso anuario estadístico).

Así que, cuando uno echa la vista atrás y recuerda todo lo que este país sufrió y afortundamente, superó, la crisis de ahora casi parece de película de Cantinflas.

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