OPINION

El cine español triunfa porque no es español

Celda 211, Ágora, Spanish Movie, Planet 51... Solo esas cuatro películas han recaudado en pocos meses mucho más que todo el cine español durante años. ¿Por qué? Pues porque no se parecen mucho al cine español.

Oh, oh... ya lo estoy viendo. Me he convertido en otro que ama el cine americano y detesta el cine español. O al menos el cine español al que nos habíamos acostumbrado.

Puede parecer eso. Pero tengo que decir algo: si hay un arte democrático es el cine. Y el cine americano ha entendido eso. El español no lo había entendido.

Veamos: hay pintores magníficos a los que el pueblo dio la espalda como a Van Gogh. Ha habido músicos talentosos que ha  muerto en la indigencia, como Beethoven. Ha habido literatos de los que no se tiene ni el cadáver ni la tumba, como a Cervantes.  Y eso sucede porque ni la música, ni la pintura, ni la literatura han sido artes populares. Las grandes obras de la humanidad en esas artes han sido elección y privilegio de las clases más cultas y afortunadas. No eran, por así decirlo, artes democráticas.

Pero cuando llegó el cine, se convirtió en un arte popular como no se recordaba desde los tiempos de Sófocles. Las masas de todas las condiciones van a las salas de cine: ricos, pobres, tontos, listos, mentecatos y sabios. De modo que su dictamen es inapelable para todos aquellos que crean que la voluntad del pueblo es sacrosanta. Es la verdadera democracia. Nadie les obliga a ir al cine. Nadie les paga por aplaudir. Si les gusta una película, la comentan con sus amigos y extienden la fama de la cinta.

Los norteamericanos entendieron ese lenguaje y por eso triunfan en este arte. Antes de hacer una película, hay departamentos que se dedican a hacer encuestas para saber qué historias gustan y qué finales son los más apetitodos. Encuestas. Demos. Pueblo. ¿Democracia no era el gobierno del pueblo?

Puede ser un bodrio para algunos críticos de arte pero la masa tiene ese poder, y los críticos siempre han sido criticados por no acertar con los grandes genios.

Y aquí tenemos al cine español. Muchos pensarán que el cine de antes, en los cuarenta o cincuenta, era un cine de calidad con películas descollantes, y que ese talento se perdió en el camino. Pues no: pasaba lo mismo que ahora. La gente decía "echan una españolada" y se iban contritos a ver a Sarita Montiel o a Amparito Rivelles, pero mascullaban entre dientes: "Nada que ver con Clark Gable, Jennifer Jones o  Gregory Peck". Ha habido momentos culminantes y magistrales en nuestro cine como Atraco a las tres, Surcos, Calle Mayor, Calabuch, Bienvenido Míster Marshall o Muerte de un ciclista, pero el resto de la producción era aburrida, sin sentido cinematográfico, poco artístico. ¿Pruebas? Las hay: ¿cuántas películas españolas de esos años se estrenan en los canales clásicos de televisión? Contaditas.

Las cosas no han cambiado porque durante años, décadas para ser más claro, el cine español seguía haciendo españoladas. Españoladas eran las películas de Pepe Sacristán, de Alfredo Landa, de José Luis López Vázquez. Filmes de quita y pon, rodados en dos semanas y con humor de sobaco. Seguimos teniendo españoladas. Pasa su tiempo y se pudren en sus latas porque nadie las quiere volver a ver.

No hay buenos guiones. Los directores no dominan  su arte. Los actores siguen siendo muy teatrales.

Pero últimamente ha habido sorpresas. La última de Amenábar, la de dibujos animados en el espacio... ¿Por qué gustan? Porque no son españolas. Unas están rodadas en inglés con actores extranjeros: Agora. En otras, el héroe no es el Cid sino un astronauta nortermericano (Planet 41).  Se les puede criticar lo poco autóctonas que son, pero desde luego son comerciales.

Las películas alemanas, inglesas, italianas o indias que han triunfado en el mundo deben su éxito al hecho de haber comprendido la sensibilidad y el gusto popular.

Lo que debe entender el mundo del cine español es que una buena película debe ser comercial (porque es el arte más popular) y española (porque vivimos aquí al lado). Y sobre todo, debe ser comercial porque hacer una película es mucho más caro que pintar un cuadro, escribir un libro o componer una sonata.

Celda 211, a pesar de su crudeza, por lo menos es comercial y española, es decir, la historia sucede en España y los actores (casi todos) son españoles. Se puede criticar el mensaje (los héroes son los presidiarios), pero, tranquilos, ya estamos acostumbrados a los mensajes antisistema, porque al cine español le encantaba dar mensajes antisistema:  mensaje contra la opresión, mensaje de las estructuras caducas...

Ahora, algunos empiezan a entender que los empresarios invierten su dinero en películas para sacar más dinero, y si la fórmula funciona, pondrán más dinero.

En resumen: triunfa el cine español porque no es español. Pero por lo menos no es una ruina.

Parece que vamos por el buen camino. Ahora, toca hacer españoladas rentables y de calidad.

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