OPINION

En Cataluña, la lucha está entre los que se mueven y los que no se mueven

Colegios, administraciones, televisiones, universidades, asociaciones, policías… Todos los días nos llegan informaciones sobre cómo el independentismo ha tomado esas instituciones y desde allí agita su bandera.

Su principal característica es que son muy activos: misioneros capaces de amedrentar, presionar o movilizar. No hay duda de que hacen mucho ruido porque equivalen, según las encuestas, a un tercio de la población catalana, pero sobre todo porque saben emplear todas las técnicas de la propaganda, desde carteles hasta vídeos o manifestaciones.

Pero no son la mayoría de los catalanes. El problema es que la mayoría de los catalanes, aunque no opinen como los independentistas, son pasivos. Se callan porque temen sufrir las presiones o el repudio de los más radicales.

Aunque suene paradójico, a esa mayoría de catalanes se les defiende en parte desde Madrid. Es el gobierno que quiere aplicar las leyes, recurriendo a la Constitución. Y por otra parte, los tribunales catalanes cuyos jueces solo quieren aplicar la ley. Para eso están. 

Pero los jueces no van a manifestaciones, no tienen un aparato de propaganda, no cuelgan carteles, y no forman barreras para detener la oleada radical en las calles o en los colegios. Sus únicos panfletos son las notificaciones y los requerimientos, con lo cual parece la lucha entre un abogado y un luchador de lucha libre.

Leyendo las noticias, la impresión es que la lucha se está librando entre los que se mueven, que son una minoría, y los que parece que no se mueven, que son una mayoría.

Desde el punto de vista de la comunicación, los radicales han tenido la iniciativa. Hasta hace dos semanas, tenían el monopolio. Pero desde entonces la reacción de empresas y bancos, que están huyendo de Cataluña, está haciendo que la minoría silenciosa se muestre dispuesta a moverse para neutralizar al radicalismo.

Ahora que el nivel de desafío de los independentistas radicales es aún mayor, es cuando esa masa silenciosa tiene que empezar a moverse aún más, porque se juegan nada menos que el futuro de su propia tierra.

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