OPINION

La educadora, el juez y el yihadista: cuando la bondad humana no es suficiente

pantallazo informativo Atlas videos Abdelbaki Es Satty
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Una educadora social de Ripoll ha escrito una carta en la que no se explica cómo los jóvenes magrebíes que conoció y educó desde pequeños se convirtieron en terroristas. (Ver aquí la carta).

"El más pequeño tenía unos 8 años y venía siempre de la mano de su hermano. Un hermano educado, tímido, amable, buen estudiante, tranquilo, en la escuela nunca se metía en líos. Un niño que siempre me ofrecía bolsas de quicos o alguna golosina que se compraba con el poco dinero que tenía", dice en la carta abierta.

Vivió con ellos la infancia y la adolescencia, desde las peleas hasta las espinillas. Los chicos le confesaron que querían ser piloto, maestro, médico, colaborador de una ONG... Y estaban integrados. Eran como cualquiera. "Como aquel que puedes ver jugar en la plaza, o el que carga una mochila enorme de libros, el que te saluda y te dejar pasar ante la cola del super, el que se pone nervioso cuando le sonríe una chica".

La educadora, que puso toda su buena fe en ellos pensando en la idea de la humanidad bondadosa, no se explica cómo se pudieron convertir en asesinos, especialmente el que condujo la furgoneta y mató a 13 personas. "¿Cómo puede ser Younes ...? Me tiemblan los dedos, no he visto a nadie tan responsable como tú ...".

Y ahora, la educadora reconoce que le duelen 'las chispas del odio". "Me duelen las chispas que encienden el odio en las redes, en la calle, en el pueblo donde vivo, los periódicos ... Donde se muestra la ignorancia, el rencor, la indiferencia, el no respeto hacia el prójimo, los tópicos, las fronteras, el girar la cabeza hacia otro lado, el no saber ponerse en la piel del otro".

Su respuesta ante todo esto es: "¿Qué estamos haciendo mal?". Ella pensaba que lo había hecho bien. "Y yo que creía que lo estaba haciendo bien, que había contribuido con mi granito de arena...".

Mientras ella se esforzaba en educar e integrar a un grupo de magrebíes, otro magrebí, el imán de Ripoll, les estaba inculcando lo mismo que ella aborrecía: el odio. Era un odio más radical y mortal que el odio antimagrebí, que a ella le molestaba tanto. Un odio tan fuerte, que esos jóvenes convertidos en yihadistas estaban dispuestos a matar y a matarse.

Al imán le llevó unos pocos meses desmontar toda la labor social de la educadora. Había sido detenido por tráfico de drogas en Castellón en 2010. En marzo de 2015, el juez Pablo de la Rubia, titular del juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 2 de Castellón, anuló la expulsión de Albdelbaki Es Satty (foto de arriba) porque el delito de tráfico de drogas, era "un sólo hecho delictivo lejano en el tiempo", y porque mostraba un "evidente arraigo laboral en España".

En la prisión en Castellón, el imán se relacionó con implicados en el 11M. Además, anteriormente se le había relacionado con la captación y envío de yihadistas a Irak.

Llegó a Ripoll en 2015, y a partir de esa fecha logró lavar el cerebro a los chicos de la educadora. Los medios han llamado a este método 'yihadismo exprés'. Los convirtió en asesinos cargados de odio, a pesar de que la educadora llevaba toda la vida con ellos y confiaba en haberlos integrado en la sociedad catalana.

La pregunta es: ¿qué habría pasado si el juez hubiera ratificado la orden de expulsión contra el imán? Quién sabe: quizá la misma educadora, que confiaba tanto en la bondad humana, habría criticado al juez por dejarse llevar por "la guerra, el odio y la ira".

Y aquí es donde la historia vuelve al punto inicial.

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