OPINION

La historia escamoteada del Canal de Panamá: el fracaso de un visionario

Ferdinand_de_Lesseps
Ferdinand_de_Lesseps

Mucho antes del canal de Panamá, una de las mayores hazañas de la ingeniería de todos los siglos ha sido el canal de Suez.

Se necesitaba un atajo para no tener que rodear Africa, y para que los barcos pasaran del Mediterráneo al océano Índico a través del mar Rojo. Lo único que separaba a dos gigantescas masas de agua era un trecho de tierra de 183 kilómetros situado en Egipto.

Hasta entonces, nadie se había planteado en serio pegarle un tajo, como cuando los niños unen en la playa dos agujeros llenos de agua mediante un canaleta cavada con las manos.

Pero para hacer esta supercanaleta, había que mover mucha tierra. Como no se disponía de tecnología, hubo que inventarla. Se construyeron dragas especiales de cangilones (palas), pero antes hubo que emplear la mano de obra humana, malpagada, casi esclava y por supuesto, sacrificada. Murieron no se sabe qué cantidad pero la cifra menor que dan los historiadores es de 20.000.

El  cabezota que afrentó esta batalla se llamaba Ferdinand de Lesseps. Era un diplomático y empresario francés que salió de allí como un héroe cuando el 17 de noviembre de 1869 cruzó el primer barco por el canal de Suez. Le dieron la gran Cruz de la Legión de Honor.

Entonces se dijo: A ver, ¿qué otros canales podemos hacer en el mundo? Y se fijó en un estrecho trozo de tierra que separaba dos grandes océanos: estaba en Panamá. Le había cogido tanto gusto a eso de unir al mundo a través de las comunicaciones que podríamos llamarlo el adelantado de la globalización.

Lesseps primero puso en marcha la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de Panama con la idea de captar 400 millones de francos. Luego, cometió su primer error: desechar las esclusas y apostar por un canal a nivel.

Un canal a nivel une dos masas de agua que están al mismo nivel. Es lo que hizo en Suez. El problema en Panamá era el siguiente: entre los dos océanos había había una distancia más corta que en Suez, pues era de 77 kilómetros, pero en medio había un lago que estaba situado a doce metros de altitud.

Un ingeniero francés había propuesto crear esclusas que, a modo de ascensores, elevasen los barcos hasta el lago, los depositaran ahí, dejaran que los barcos cruzaran el lago, y luego bajarlos en otra esclusa hasta el océano contiguo.

El segundo problema que no previó Lesseps fue de tamaño muy pequeño: se llamaba mosquito. Pero este mosquito transmitía la malaria y la fiebre amarilla, e hizo estragos entre los obreros, los capataces y los ingenieros.

El tercer problema era la orografía y el clima. En Suez solo había arena, pero en Panamá había montañas y el clima era tropical.

Cuando Lesseps aceptó por fin que debía construirse un canal de esclusas, se le acabó el dinero. Habían gastado inútilmente los fondos en trenes, obras, maquinaria y salarios demasiado elevados para los gerentes.

Las acciones de la Compagnie se fueron a pique y miles de inversores perdieron su dinero. La compañía quebró en 1889 junto con la fama de Lesseps como Hércules de las obras civiles. En 1893 el vizconde fue condenado a prisión con multa de 3.000 francos. Por la edad, le fue perdonada la condena. Murió un año después.

Un empresario refundó la compañía con la idea de avanzar y terminar las obras. No pudo. En 1904, Estados Unidos compró la compañía, reemprendió la obra, y la acabó diez años después, en 1914, llevándose toda la gloria, por supuesto. Esta semana cumplió un siglo de su inauguración. Fue el 15 de agosto de 1914.

La fama ha ido pues a quienes terminaron la obra, y se enterró la memoria del famoso vizconde francés que creyó en la unión de dos océanos mediante un portentoso canal.

En la imagen superior, varios trabajadores en el interior de un cangilón de la draga US Corozal, en el canal de Panamá en 1911.

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-Esta imagen explica por qué hay que ampliar el canal de Panamá 

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