OPINION

La peor entrevista a Di Stefano

Ha llegado la hora de confesarlo: la peor entrevista al jugador de fútbol Alfredo Di Stefano se la hice yo.

Fue el 5 de mayo de 2008. El Ayuntamiento le había concedido la Medalla de Oro de Madrid. Era un día cálido y luminoso. Como entonces yo dirigía el periódico gratuito Metro, el departamento de prensa de Ruiz Gallardón me hizo llegar una invitación.

También le habían concedido la medalla al actor Alfredo Landa, y al empresario Germán Sánchez Ruipérez.

En el acto, hubo un hermoso elogio de los tres héroes. Era en los jardines Cecilio Rodríguez del parque del Retiro. Luego, se sirvieron canapés al aire libre. Hacía muy buen tiempo.

Paseé durante un rato. Charlé unos segundos con Ramón Calderón, que se quejaba de que le estaban haciendo la cama en el Real Madrid, y luego crucé unas palabras con el diputado del PP Jorge Moragas, tan amable como siempre, aunque para él yo era un periodista desconocido (y lo sigo siendo).

Y entre canapé y canapé, divisé la figura de Alfredo Di Stefano. ¿Por qué no?, me dije. Total, el hombre debe estar emocionado y seguro que acepta charlar con cualquier periodista, aunque fuera un inexperto en fútbol como yo.

Me acerqué al mito. Estaba sentado en una mesa con más personas y parecía que iba a llevarse una cucharada de salmorejo a la boca. "¿Le importaría concederme una entrevista?", dije con toda la confianza del mundo.

Di Stéfano tiró la cuchara y se volvió. "¡Es que los periodistas no me dejan en paz! No puedo ni comer", gritó con furia titánica.

Yo no sabía qué decir. Sinceramente, me quedé sin palabras. Titubeé. Pero no eché marcha atrás. "Solo unas preguntitas".

La leyenda del balompié siguió refunfuñando. Se quitó la servilleta y se volvió hacia mí con cara de pegarme con un cayado que le sostenía. Yo, impasible.

"¡Está bien!", dijo. "¡Hágame esas preguntas!".

Me di cuenta entonces que mis 25 años de periodismo económico no me servían de mucho pues, ¿qué diablos le iba a preguntar? ¿Cuánto cuesta un balón?

Y entonces cometí el error del periodista mequetrefe que le suelta la pregunta tópica. ¿Qué piensa de Raúl?

Por entonces, recuerdo que se hablaba que si Raúl iba a seguir en el club, que si ya no daba la talla, que si era mejor que se retirase. Eso es lo que recordaba.

"¡Todo el mundo me hace la misma pregunta!", exclamó el icono del esférico. "¡Pues qué le voy a decir! Es un gran jugador y debe seguir en el Madrid!".

Creo que mi torpeza o mi sorpresa me hizo insistir, de modo que Di Stéfano, rey del regate y el hombre que revolucionó el fútbol español con su juego, volvió a inflamarse de rabia.

La libreta de notas que retengo desde entonces está llena de garabatos. Es lo que quedó de aquella corta entrevista que me sentó tan mal, que sentó peor a Di Stéfano y que por supuesto, no merecía ser publicada.

Bueno, sí. Merecía ser publicada como "la peor entrevista nunca hecha a Alfredo Di Stéfano".

Un lamentable desastre. Luego, mis amigos futboleros me confirmaron que ese hombre tiene malas pulgas.

Moraleja para periodistas: no te metas en la especialidad que no conoces.

Moraleja para los mortales: no interrumpas a una leyenda del fútbol cuando come salmorejo. O lo que fuere.

Post data: no quería morirme sin contarlo.

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