OPINION

Lo que los periodistas deberían contar (y no cuentan) de Miguel Blesa

Blesa
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Tras leer la cantidad de artículos que se han escrito sobre Blesa, creo que falta uno: lo que los periodistas no han contado y deberían contar, sobre todo porque se refiere a nosotros.

Una de las primeras experiencias de Blesa con los periodistas le dejó un amargo sabor de boca. Le preguntaron en 1999 si podría fusionarse con La Caixa, y él lo tomó su comentario como una respuesta inocente cuando dijo que era posible. No había nada detrás de eso, pero la prensa ya tenía un titular, y con ellos abrieron las portadas de muchos medios. No fue por la perversión periodística, sino porque él no tenía aún experiencia.

Eso en parte apartó a Blesa de la prensa. La temía, aunque también sabía que era necesaria.

Caja Madrid era un buen anunciante de modo que empezaron a desfilar desde el principio un montón de representantes de medios para pedir su parte. Esto forma parte del juego normal. La prensa vive sobre todo de la publicidad.

Lo que pasaba es que algunos de esos medios no iban a solicitar publicidad, sino directamente a extorsionar a Caja Madrid. El más conocido y peor recordado por Blesa y su departamento de Comunicación era el tristemente célebre Luis Pineda. Este hombre tenía varias publicaciones, la más conocida de las cuales era Mercado de Dinero.

Pineda no solo pedía publicidad sino que amenazaba con sacar informaciones negativas si Caja Madrid no hincaba la rodilla. Durante muchos años, Pineda estuvo obteniendo dinero de la caja (y de muchas otras entidades), y al final, su pequeño emporio periodístico acabó por los suelos cuando comenzaron a destaparse sus manejos. Por cierto, fue la propia prensa la que destapó esos manejos muchos años antes de que fuera acusado, y hasta se creó la Asociación de Periodistas de Información Económica para distinguir a los periodistas de verdad, de los extorsionadores.

Hoy, Luis Pineda está en la cárcel. Pero otros medios que recibieron un portazo de Blesa desde el principio se lo tomaron como una afrenta y declararon la guerra a Blesa. Ahí es donde el código deontológio les falló. Si un anunciante no quiere poner dinero en un medio, es su problema. Los medios serios no se lo toman como un desafío personal. Los poco serios se retratan con sus informaciones tendenciosas. Eso sí es corromperse.

Hubo periodistas que se acercaron llorando a Caja Madrid para pedir páginas de publicidad. Cuando digo llorando no es una metáfora. Uno de ellos lloró porque si no obtenía dinero, no tenía para pagar las facturas de su casa. Y Caja Madrid se lo dio.

Caja Madrid, como muchas empresas, financió la Copa América, los toros, espectáculos y saraos, a los cuales invitaba a los periodistas. Quizá eso forma parte de las relaciones de las empresas con la prensa, aunque creo que los medios debimos ser más diligentes en poner límites. De todos modos, eso no corrompe a la prensa.

Blesa se dio cuenta muy pronto de la importancia de las relaciones públicas, y reservó una partida de Caja Madrid para que una persona le introdujese a lo grande en los círculos de poder.

Todo ello porque Blesa no era un banquero tradicional sino un outsider. Y en la banca, a los outsiders los ven francamente mal, como sucedió con Mario Conde.

En lo que refiere a su gestión, creo que los periodistas no hemos dejado claras algunas cosas. Blesa aunque no era banquero, llegó a ser un banquero triunfante pues aumentó los ingresos y los beneficios de Caja Madrid de manera espectacular. A ello solo se le puede poner un pero: los bancos y las cajas deben crecer por su negocio típico, que es prestar dinero y cobrar una intermediación, y no por comprar y vender acciones de Telefónica o Endesa, especialmente si es una institución semipública llamada caja de ahorros y monte de piedad, y que tiene un papel social destacado.

Dicho esto, Caja Madrid cometió el error de todo el sistema financiero en los años del auge, pues prestó dinero sin garantías a todo aquel que se pasara por sus oficinas. Lo mismo le pasó al Popular, al Santander y a La Caixa, y el grado de error solo está en el grado de garantías que pidieron para recuperar el dinero en caso de crisis, crisis en la cual nadie pensó hasta que llegó.

Las famosas preferentes que tanto entramparon a los españoles fueron en su tiempo un buen negocio. Con las de Caja Madrid se podía obtener una rentabilidad de hasta el 7% cuando los tipos rondaban el 1%. La desgracia fue que se colocaron estas preferentes tanto entre los que sabían de productos financieros, como entre quienes no sabían nada y se fiaban de Caja Madrid porque era como su abuela.

Las preferentes tienen el inconveniente que cuando hay pérdidas, el preferentista ni cobra ni puede venderlas. Se fastidia. Y hubo miles de familias modestas que perdieron sus ahorros. Esas fueron las personas que se apostaron a la salida del tribunal y las que más insultaron y vejaron a Blesa.

La parte en la que yo creo que hemos sido injustos los periodistas es en pensar que por haber sido presidente de Caja Madrid, es el culpable de todos los males. Cuando Caja Madrid estaba como todas las cajas viviendo la crisis de quedarse con pisos, casas y oficinas de impagados, Blesa fue obligado a abandonar la entidad. Fue entonces cuando el gobierno socialista puso a Rodrigo Rato al frente de Caja Madrid, pactando para ello con el PP.

Fue el gobierno y el Banco de España, y no Blesa, quienes, para evitar el colapso del sistema financiero, obligaron a las cajas a fusionarse. Blesa ya no era presidente cuando a Caja Madrid la obligaron a fusionarse con seis cajas, una de las cuales era un agujero negro de tamaño sideral: Bancaja.

Después de la fusión, Caja Madrid cambió de nombre y salió a Bolsa. Esta salida tenía como objetivo obtener dinero para evitar la quiebra, porque ya a esas alturas Bankia era un animal infectado. En teoría se hacía para que el estado no pusiera dinero, pero los informes que corrían de un lado a otro indicaban que Bankia estaba muy mal, incluso los informes internos de algunos inspectores del Banco de España.

Luego, salió a Bolsa  en 2011, con los socialistas, y muchos pequeños inversores hicieron caso a los signos de confianza del gobierno de Zapatero. Pero no duró mucho y al final tuvo que ser rescatada por el gobierno del PP, aunque ciertamente, todo el equipo gestor era prácticamente del PP desde hacía mucho tiempo.

Repito que Blesa ya no estaba allí desde hacía dos años. Y repito que el mayor quebranto procedía de la fusión con Bancaja, lo que vulgarmente se conoce como 'cargar con un muerto', cosa que apenas ha aparecido en los medios.

El coste de salvamento de Bankia fue superior a los 22.000 millones de euros. Frente a ello, los 16 millones de las tarjetas black durante los 14 años de mandato de Blesa parecen tonterías.

Blesa habría evitado este mal trago de las tarjetas, y su condena a 6 años (pendiente de recurso), si hubiera hecho algo tan sencillo como declararlas a Hacienda como pago en especie. No se iba a arruinar la caja ni los consejeros por declararlas a Hacienda, aunque otra cosa hubiera sido justificar por qué los consejeros tienen tarjetas para gastos personales, cuando se sabe que las tarjetas de empresa son para gastos profesionales.

En resumen, no se puede decir que Blesa haya sido un santo. Se equivocó en muchas decisiones. Se dejó llevar por el exceso de poder y se saltó muchas normas. No midió el riesgo. Pero Caja Madrid ganó mucho dinero con Blesa, y de ello se benefició la Obra Social, que destinaba cada año más y más millones a su cometido altruista.

Muchos periodistas se han quedado con una parte del relato, y han rematado a Blesa ahora que no puede defenderse. Lo cual demuestra lo difícil que es ser objetivo en esta profesión, cuando está sometida a una presión tan grande como juzgar imparcialmente a un personaje público, que, como muchos, fue protagonista de la mayor crisis financiera que se recuerda en muchas décadas.

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