OPINION

Por favor, no destruyan la humanidad otra vez

Después de que una película nos alertara de que el mundo se destruirá en 2012 según el calendario maya, las ventas de los almanaques mayas se han disparado.

En Softonic, la web líder en descargas de programas, hay códigos para descargarse calendarios mayas, o incluso, para comvertir el calendario gregoriano en maya como sucede con el software Mayatron. Se han multiplicado las visitas a las páginas webs que nos explican los secretos de los glifos mayas como en www.sabiduríamaya.net, que se promociona como "la web oficial" de este conocimiento.

Pero como no se puede esperar a la destrucción de la humanidad en 2012, muchos están preguntando cómo será 2010. Porque, según los mayas, los ciclos terrestres duran unos 25.920 años, pero claro, año arriba año abajo, eso puede significar que la destrucción de la humanidad se adelante del 23 de diciembre de 2012, al, digamos, 3 de febrero del 2010. ¿Por qué no?

Para encontrar la respuesta están las librerías, que están multiplicando en las ventas de volúmenes dedicados a esta sabiduría cósmica de la raza maya. También, las fundaciones y los círculos culturales dedicados a la recuperación de ancestrales culturas amerindias, registran varios adeptos cada día. No hay duda, el catastrofismo vuelve a estar de moda, y es comercialmente rentable, aunque bien pensado, ¿es que se fue algún día?

Calendarios, programas, películas, libros... Da igual si la humanidad se destruye cada cinco años o 25.000 porque siempre nos la vuelven a destruir. Los temas del tipo "fin de la humanidad", o "rayo cósmico destroza terrícolas", son tan antiguos como la raza humana misma. Eso se llama milenarismo. Era esa doctrina que se repetía a fin de siglo, según la cual todo iba a cambiar a la vuelta de una hoja del calendario.

Pero aquí estamos. Como estábamos hace diez años. ¿O es que no se acuerdan? En 1999, justo en el abismo del 2000, el planeta tierra se iba a detener por un problema informático. Los ordenadores que se fabricaron siguiendo el calendario del siglo XX, tenían cuatro dígitos que se pondrían a cero a la vuelta del siglo. De 1999 pasaríamos a 0000 (era un poco ilógico porque pasarían a 2000), y como nadie lo había previsto, eso supondría que los ordenadores se colapsarían.

Y claro, como todo estaba conectado a un ordenador, sucedería lo siguiente: los aviones se caerían, los pantanos abrirían sus aguas, los relojes se detendrían, las centrales atómicas se fundirían, y todo bicho conectado a un aparato desde una pulmón artificial hasta el video de Canal+, entraría en un caos total.

Lo llamaron "efecto 2000".

¿Y?

Bueno, si estoy escribiendo esto y ustedes lo están leyendo es que el llamado "efecto 2000" fue una pifia. Pero lo mejor no fue eso. El 1 de enero de 2000, al ver que no pasaba nada, los periodistas nos pusimos a buscar a los culpables de tanta exageración. Culpamos a los informáticos, a los científicos, a los ministerios de tecnología... ¡Nos han engañado!, decíamos enfadados.

No buscamos en el sitio adecuado: en el espejo. Todo fue producto de nuestra imaginación periodística.

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