OPINION

Por qué las imágenes de los niños influyen tanto en la opinión pública

Nadie se acuerda de lo que sucedió hace casi 20 años, cuando Rusia emprendió una campaña militar contra Chechenia. Este territorio de las repúblicas caucásicas era el nido de terroristas musulmanes que atentaban en Rusia.

La campaña militar fue más o menos como preveían hasta que se publicaron las fotos de niños chechenos víctimas de las bombas rusas. La opinión pública europea se indignó y los gobiernos comenzaron a presionar a Rusia para que parase la matanza.

Algo parecido sucedió cuando los europeos vieron las imágenes de un niño sirio llamado Aylan ahogado en las playas turcas. Hasta entonces solo veíamos lo de siempre: refugiados por aquí y por allá, sin entender muy bien la razón. A partir de entonces, aumentó el interés y la presión europea para que los gobiernos hicieran algo, desde acoger refugiados a intervenir en Siria.

Y las últimas imágenes de un niño sirio rescatado de un bombardeo, y recostado en una silla en una ambulancia, ha vuelto a aumentar la atención sobre el conflicto.

Los niños atraen nuestras atención porque estamos programados para protegerlos. No para hacerles daño. Ya sea pidiendo limosna, pasando hambre o sed, llorando, esas imágenes nos paralizan porque nuestra biología nos envía señales de alerta.

Especialmente las fotos de niños que sufren las guerras de los adultos. Fotos que tienen un inmenso poder de conmoción. No solo movilizan a la opinión pública a través de la prensa, sino a gobiernos enteros, a las ONG, a asociaciones y a ciudadanos anónimos que son capaces de viajar a las zonas de conflicto.

Desgraciadamente, las guerras son así. Las bombas no son como los cines: no tienen una regla que las active o desactive en función de la edad.

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