OPINION

Señor Mubarak, ¿dónde está su comunicador?

El discurso de Hosni Mubarak pasará a la historia como uno de los más confusos de la política. Después de justificar su epitafio político diciendo todo lo que había hecho en la historia por su país, y cuánto quería a su pueblo, añadió que no pensaba abandonar Egipto lo cual significaba que tampoco el poder.

Sin embargo, minutos después añadió que delegaba el poder en manos de su vicepresidente.

En ese momento, los egipcios y el mundo entero no sabían si se quedaba o se iba. En realidad, eran las dos cosas: se queda en el puesto de presidente, pero sin poderes. La Constitución egipcia establece en su artículo 82 que "en caso de impedimento y si el presidente es incapaz de llevar a cabo sus funciones, delegará sus poderes al  vicepresidente".

Como el pueblo no entiende ese lenguaje, la decepción fue mayúscula. Si Mubarak hubiera aclarado que se iba a mantener como un presidente honorífico al estilo del presidente de Alemania o de Italia, que no tienen poder ejecutivo (lo tienen la canciller o el primer ministro) entonces, podría haber salido un poco mejor. Solo un poco mejor.

Desde el punto de vista geopolítico, se puede entender la jugada porque si el mundo árabe se entera que en menos de un mes la presión popular ha tumbado a dos presidentes, el mapa de los países árabes se convertiría en un terremoto en cuestión de semanas. El famoso efecto dominó combinado con la tormenta perfecta.

Por eso, era necesario un buen director de comunicación, o un discurso mejor hilado.

La prueba de que era el peor discurso jamás escrito era que los medios de comunicación no sabían cómo titular en sus versiones digitales a pesar de que había dicho Mubarak que delegaba el poder. ¿Se ha ido? ¿Se queda? Esa confusión se reflejó en los primeros titulares de la prensa mundial pues ninguno era igual a otro. Más bien se contradecían.

Lo importante es lo que hayan entendido los egipcios que se han rebelado desde hace semanas contra su presidente. Ellos han entendido que Mubarak no quiere abandonar el poder. Porque un presidente que afirma que quiere delegar, pero que mantiene su puesto, es que va a mover los hilos desde la sombra. Ni siquiera eso. Seguirá moviendo los hilos.

Si en los próximos días la situación en Egipto se mueve hacia un estado de explosión es porque nadie revisó en discurso de Mubarak. Era lo peor que se podía hacer: ser ambiguo en un momento en que se necesitaba claridad.

Una vez más se echa de menos un buen experto en comunicación. Obama, con su claridad, no habría cometido esos errores.

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