OPINION

"The Gamonal Revolution"

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Esta es la historia.

El alcalde de Burgos inicia las obras en el barrio de El Gamonal para construir un aparcamiento y una zona peatonal. Y pocos días después, un montón de ciudades españolas arden de manifestaciones contra esas obras y ese alcalde.

¿Qué ha pasado entre esas dos descripciones?

El plan de construir un aparcamiento y un bulevar es antiguo. Desde el principio, nació con polémica pues plataforma ciudadana llamada "Bulevar, no ahora" se opuso, pero no tuvo mucho éxito. Cuando el alcalde inició las obras, los vecinos estaban divididos: unos se oponían, y otros lo apoyaban. Hasta ahora no se sabe en qué porcentaje.

Cuando estallan las primeras manifestaciones, el alcalde envía a la policía y se ven choques entre manifestantes y la policía; choques violentos. Los medios se hacen eco de las protestas, y aquí, inevitablemente, cada medio aplica su gafas de colores. Para los medios de izquierdas es una muestra del cansancio que vive la sociedad española, un grito contra la corrupción y contra el despilfarro; y para los medios conservadores, se trata de grupos de izquierda que quieren aprovecharse de la situación. Agitadores.

Pero gracias a los mismos medios supimos que El Gamonal es un barrio obrero, que viven ahí 70.000 personas, que sus edificios no cuentan con aparcamientos, que la gente ha creado una costumbre social de aparcar en doble fila sin freno de mano, que el alcalde pretende cobrarles 20.000 euros por plaza de aparcamiento, que el constructor es el empresario más poderoso de Burgos, quien estuvo en la cárcel, que los vecinos estaban hartos, que prefieren que ese dinero se invierta en cosas más útiles...

Muchos espectadores entonces empezaron a comprenderlo: ¿tenía sentido gastarse 8 millones en un aparcamiento y un paseo cuando hay más necesidades sociales?

Pero como -a pesar de las quejas- el alcalde dijo, p'alante', los vecinos se cabrearon aún más y comenzaron a boicotear las obras.

La guerra callejera se amplió a varias ciudades, unas 40, promovida por la misma plataforma que agitó las ciudades en 2012, intentó asaltar el congreso y salió en los medios de todo el mundo gracias a sus ataques a los antidisturbos: el 25S.

Se volvieron a vivir choques muy violentos en Madrid y sobre todo en Barcelona, donde se rompieron cristales, se quemaron contenedores y se acosó a la policía municipal.

¿Cómo ha actuado el alcalde Javier Lacalle? Al principio dijo que nada le iba a detener. Luego anunció que suspendía las obras temporalmente. Y cuando el asunto se descontroló a escala nacional, las paralizó definitivamente.

Si el alcalde hubiera paralizado las obras en el primer día diciendo que la solución sería dialogada, seguro que nos habríamos evitado todo esto. Pero aunque se sentó a negociar, dijo que las obras se harían sí o sí.

Ahora bien, como los partidos siempre ven una oportunidad en esas carnicerías sociales, el PSOE vio la suya. Hubo varios plenos en el Ayuntamiento para buscar una solución dialogada y, para sorpresa del alcalde, la postura de los representantes del PSOE y fue variando, según la versión del alcalde. (aquí la entrevista)

Variando hasta el punto de que los socialistas no condenaron la violencia de las manifestaciones. Si mal no recuerdo, condenar la violencia es la regla numero uno de un partido democrático ante estas situaciones, ¿no?

Además, según dice el alcalde de Burgos, cuando se planteó la mesa de diálogo, el PSOE la rechazó, lo cual en teoría debería constar en las actas del pleno.

Tampoco hay que ser un hacha para darse cuenta de algunos de los que participaron en las manifestaciones no eran precisamente 'gente del pueblo', sino radicales que aprovechan esos momentos para quemar contenedores, atacar comercios y apedrear a la policía. Es la población flotante de siempre de 'donde haya un altercado, me apunto'. Eso es lo que ha deteriorado la imagen de The Gamonal Revolution, que llegó a salir hasta en el New York Times y Washington Post. (con un teletipo de AP)

Es decir, a la falta de reflejos de un alcalde (y a una obra discutible para el momento en que vivimos), se unió el estado de ánimo de muchos españoles, el aprovechamiento político de ciertos partidos y movimientos (¡ha llegado nuestra hora!), y por último, la salsa que no falta en estas fiestas: grupos de extremistas.

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