OPINION

KRLS y el crecepelo de Bruselas

KRLS recorre la lluviosa Bruselas, triste, extraño y desconcertante como un predicador galáctico. Tal vez se haya sentado de madrugada en la ascensión a la melancolía que son las escaleras de La Bourse. O quizás esta noche, colmado ya su cuerpo de albóndigas, de ‘frites’ y de cerveza, con el corazón caliente abrirá de un golpe la hoja de la puerta de un bistro y gritará al aire congelado de la madrugada la letra de ‘La nuit’ de Salvatore Adamo. “La nuit je deviens fou”. Porque estas son las cosas que hay que hacer en Bruselas si uno no está allí huyendo de la Audiencia Nacional y de la realidad.

Se ha ido KRLS al corazón de la vieja y canosa Europa a vender el crecepelo milagroso de su juventud secesionista. El independentismo tiene en común con el populismo que rehace, deforma y reinterpreta el mundo que no le conviene. Todo lo que no es ellos es carroza. En un hilo de tuits es capaz de defender que en España se encarcela a las personas por lo que piensan y no por lo que hacen, que es tan cierto como que es posible avivar el fuego con nieve.

KRLS, que quiere que confundamos pensamiento y acto, ha montado con las justicias española y belga un ‘menage a trois’ en el que uno de los actores va a quedar mal. Todo apunta a que va a ser él. Ya decía un amigo golfo y realista, que con una mulata haría lo mismo que con dos: el ridículo. Cualquier ditirambo es posible en un clima político liderado por Charles Michel, el primer ministro belga rehén de los nacionalistas que el 1-O recordaba en un tuit al ejecutivo español que “nunca la violencia puede ser la respuesta”, salvo que la ejerza su propio gobierno, claro, que en 2014 usó las porras, y los cañones de agua contra los manifestantes que protestaban contra sus políticas de austeridad.

De momento, a KRLS, que es la versión desencadenada de Puigdemont, electrón libre de una generación aburrida, chispa en la balsa de aceite de la burguesía catalana, le ha salido bien la maniobra. Un juez de instrucción lo ha dejado en libertad pues entiende que no hay riesgo de que KRLS huya a España. Le ha dado permiso para pasear por esa Bruselas en la que el champagne siempre está frío y las mujeres guapas charlan sobre tendencias de arte contemporáneo. Lo imagino mirando las ventanas de las casas que en esa ciudad no visten cortinas, figurando si las siluetas desvergonzadas que recorren los salones preñados de luz cálida están en la parte que lo quiere en libertad, en la que lo quiere en la cárcel o en la que su sacrosanta revolución y la supuesta opresión de su pueblo resulta una cuestión ajena y caprichosa, que siempre es la parte más grande.

Quizás mientras usted lee esta primera crónica espacial, KRLS -Uri Geller de las políticas territoriales- tenga fija la mirada en el chorrito eterno, delgado y decepcionante del Maneken pis, y juegue con la lúbrica idea de salir al plató de alguna televisión flamenca y sostener en perfecto francés que, en adelante y respondiendo al mandato del pueblo catalán -oh pueblo, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre-, de un momento a otro el Ebro nacerá en Mollerusa.

Todo puede suceder de mano de estos hijos de una patria equivocada -si es que hay patrias acertadas-, que tan pronto reclaman respetar el sagrado mandato electoral del referendum por ilegal que sea, como se cargan las propias normas de su Parlament. Resultan sosprendentes y magnéticos como la observación de una colonia de hormigas. Hoy se pasan por el forro la Carta Magna, rompen con el Estado de Derecho español y mañana imploran al Constitucional por un defecto de forma. De pronto, se presentan ante el mundo con la ofensa en la mirada y los labios apretados, que es como algunas señoras bien de Madrid miran a los ‘skaters’ que se cruzan en las aceras. Animados por los juglares de Colau, Iglesias y Dante Fachín, allegro ma non troppo, KRLS, Oriol y compañía se erigen en hijos de lo imposible, que siempre es más tentador que lo improbable. No temen encasillarse en el papel de guapo porque les da todo igual: miran un código de leyes, el que sea, y lo toman por Biblia que piensan en combustible para la chimenea.

Juegan al despiste con la lógica. De nuevo son una cosa y la contraria, una paradoja incluso geografica. Parte del Govern se ha quedado en Estremera a comer churros y salmorejo y a que los presos les canten las de Manolo Escobar, que ya rivaliza con Raimon como cantante protesta. La otra parte se ha largado de Erasmus judicial. Nunca hay que poner todos los mártires en la misma cesta.

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