OPINION

Marta Sánchez y un himno mudo para un país que no se callaba

Lo mejor del himno de España era justamente que no tenía letra, pues en el tiempo que duraban sus compases, España quedaba callada. A veces me gusta España cuando calla, porque está como ausente, “y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca”. Neruda escribió aquí unos versos terribles, pero los españoles pensamos que son de amor, porque España, que habla mucho, escucha poco. A mí el día en el que me los recite mi amada, me doy un tiro. Ahora los españoles -antes seleccionadores de fútbol, organizadores de cabalgatas de reyes, guionistas de la gala de los Goya y hoy letristas de himnos nacionales- andan analizando sesudamente y con mucha mala leche la poética de la propuesta de Marta Sánchez, que antes salió en ‘Interviú’ y ahora gira su patriotismo en rimas asonantes en i, que resultan siempre demasiado audaces por su exceso de patetismo y porque de pronto recita eso de “decirte cuanto orgullo hay en mi, por eso resistí” y seguro que alguien responde con retranca ‘pir isi risistí’.

De nuevo España levantada del letargo, la misma que según Rubén Amón tiene dos versiones, una que quiere ayudar al vecino y otra que quiere matarlo. Es cierto que a la poética de Marta Sánchez se le puede dar una vuelta, pero Carmen Calvo ha ido demasiado lejos al comentar la gran voz de la cantante de Olé Olé, como si Carmen Calvo hubiera escrito el ‘Romancero gitano’. Otros como Rajoy se han echado en brazos de la lírica de Sánchez, pero muchos españoles la han criticado. Los de la extrema izquierda y no tan extrema prefieren francamente el himno de Riego, al que hay que reconocer que la escena de los curas y monjas saltando del coro otorga un sentido vibrante de acción. Los de la extrema derecha y no tan extrema abogan en privadísimo por el ‘Cara el sol’. A lo que queda de España, que cada vez es menos, se le suben los colores con los conceptos patrios de honor, color y bandera, y digo yo: ¿De qué otra cosa va a hablar un himno si no es de su bandera?

Es cierto que el ‘La, la, la’ durante el himno no tiene sentido porque parecemos un país de mudos, y nada más lejos. En mi colegio, donde nos cuadrábamos con ‘La Marsellesa’, cantábamos “Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel”. Es un milagro patriótico que no hayan prosperado más coplillas y que ese vacío siga siendo eso: nada. Ni siquiera a los independentistas catalanes, que no han hecho otra cosa en los últimos quince años que pensar en cómo tocarle los símbolos a la metrópoli, se les ha ocurrido nada más ingenioso que pitar mientras suena el chunda-chunda. Que nadie se haya puesto de acuerdo para ponerle una letra, aunque sea satírica y cachonda, dice mucho de este país bloqueado en la puerta giratoria de su identidad.

Instaurar una letra es un ejercicio imposible porque sería echar agua al fuego de la sartén del patriotismo de España, un país en el que una mitad querría cantar curas corriendo con las sotanas en llamas y la otra, a Santiago cortando cabezas de moro. Todo lo demás será silencio u obviedad: el ancho mar, el sol, la montaña que me vio nacer y el mínimo común múltiplo de lo que compartimos, que es poco salvo que se recurra a decir en algún verso lo buen tipo que es Vicente del Bosque, pues en eso está de acuerdo todo el mundo, incluso yo. Otros no lo dicen, pero apuestan por dejarlo sin letra y además quitarle la música; un himno de silencio. Es una idea. También se podría hacer tábula rasa y tomar una pieza del cancionero y de la montaña de versos que han escrito los poetas españoles. Me viene este épico de Alberti al que puso música Paco Ibáñez:

“Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;

que es nadie la muerte si va en tu montura.

Galopa, caballo cuatralbo,

jinete del pueblo,

que la tierra es tuya.

A galopar, a galopar,

Hasta enterrarlos en el mar”

Alguno diría que es muy violento, que lo es porque ha sido violenta España desde sus amaneceres, o quizás lo tilden demasiado decidido, o el Pacma salga con que atenta contra la libertad de los caballos y que representa el abuso de la especie humana sobre las demás.

Alberto Moyano, al que hay que leer siempre porque dispara como los francotiradores cuando ahorran munición, ha dicho esta misma mañana que el himno de España era el ‘Rehab’ de Amy Wynehouse. Siempre se puede darle una vuelta al asunto. Los Sex Pistyols mejoraron notablemente el ‘God Save de Queen’, sobre todo en la rabia de los primeros acordes. Mi parte preferida es cuando rompen las guitarras. A ‘La Marsellesa’ no ha osado nadie tocarla, porque es un himno intocable. Es el himno de himnos. Yo la escucho y me cuadro más tieso que una vela, porque es la canción de la ciudadanía, no solo de Francia, y eso que también me levanto por Francia. Dicen que es patriótica, y es mucho más. En España a todo el mundo le gusta La Marsellesa porque no entienden que dice “Con la sangre impura regaremos los surcos de nuestros campos”. A mí me gusta hasta entendiéndola, porque todos llevamos una guerra dentro y un suelo de dignidad. O deberíamos. También en España triunfa el ‘Imagine’ de John Lehnon como himno de la paz y durante 40 años aquí nadie entendía ni una coma de la letra más allá del título y del ‘Imayin al de pipol’. La solución va a ser poner lo de Marta Sánchez en inglés y a correr.

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