OPINION

Cuentos o realidades... invertir en bolsa y lo que sé de algunas empresas

C

uando me propusieron contribuir a La Información, mi reacción inicial fue de gran ilusión y entusiasmo: por fin una buena razón para poner por escrito las ideas que había acumulado sobre el mundo de las finanzas y la inversión después de treinta años trabajando en él. Pero después de darle una vuelta, mi entusiasmo amainó. ¿No estaba ya todo el mundo harto de tanta opinión e impresión? ¿Este exceso de información no estaba debilitando nuestra capacidad de decisión? ¿No estábamos necesitados más bien de silencio, para reflejar y llegar a nuestras propias conclusiones?

Pues sí, y no. Después de darle otro par de vueltas al tema, creo que mi experiencia si ofrece conocimientos que merecen compartirse. Constato, hablando con amigos y familiares, que éstos son escasos, a la vez que útiles. Y en lugar de ser “buenas ideas para ganar dinero” o un “olfato” para identificarlas, son más bien herramientas racionales y criterios para entender si una inversión es buena o mala. Y en segundo lugar, veo que este tipo de aprendizaje del oficio no es tan común. Los años sólo aportan experiencia y conocimiento si uno está abierto a adquirirlos, y para eso hace falta curiosidad, humildad, e incluso inseguridad, cualidades no siempre valoradas ni cultivadas en el competitivo mundo de las finanzas.

Por otro lado, pienso que adquirir estas herramientas intelectuales es necesario. En primer lugar, porque mucha de la información financiera que puede obtener el ciudadano de a pié es escasa, superficial o sesgada. Incluso en el ámbito profesional, hay un exceso de información y análisis poco útil a la vez que una falta del análisis que verdaderamente aporta valor, un ejemplo claro siendo la cantidad de informes analizando las expectativas y posteriores resultados trimestrales. Cualquier inversor bursátil a largo plazo que se precie confirmará el limitado valor que aporta todo este trabajo a la generación de valor. En segundo lugar, porque en un ámbito como las finanzas, donde incluso más que en otras decisiones de gasto importante, estamos condicionados por las emociones (como el ansia de ganar, el miedo a perder o la envidia de que otro gane más), es esencial tener criterios racionales en la toma de decisiones.

Mi segunda motivación para contribuir parte de la innegable importancia que tiene la salud financiera. Es importante a título personal y familiar, a nivel nacional e incluso global. No hay más que constatar las repercusiones económicas, sociales y políticas del estallido de la burbuja financiera en nuestro país, y en otros de nuestro entorno. Pero mientras tenemos claro, incluso desde edades tempranas, que nos tenemos que ocupar de nuestra salud física (aunque luego no lo hagamos), y de alguna manera la educación familiar y reglada aporta algunos de los conocimientos necesarios, en la mayoría de los países se presta muy poca atención al aprendizaje de los fundamentos de la salud financiera.

La burbuja financiera de deuda que saltó por los aires en 2007-2008 sido un fenómeno global, pero parafraseando a Tolstoi en Anna Karenina, mientras los países prósperos comparten muchas características, “cada país ha sufrido su crisis financiera particular”. En España hemos sufrido no sólo una burbuja inmobiliaria; también hemos visto una burbuja de deuda privada y corporativa y, significativamente para el tema que aquí nos ocupa, un coletazo posterior de destrucción del ahorro a través de la “mala-venta/mala-compra” de productos financieros. Y aunque se habla de los casos en que gente con escaso nivel de formación ha sido engañada, la verdad es que la epidemia ha pillado también a muchos que tendrían que haberse podido resistir. Pienso por tanto que entender algunos fundamentos de la inversión financiera y del funcionamiento de los mercados y sus participantes (intermediarios, empresas/emisores, inversores/ahorradores, reguladores) puede aportar una especie de “inoculación” ante las posibles fuentes de peligro.

Los intermediarios financieros nos hemos ganado a pulso una parte de la mala fama de la última década. Como me dijo una vez un familiar: “¿No es posible ahorrar sin perder?”. Iba a su banco de confianza de toda la vida y volvía con un fondo emergente en 1998, un fondo tecnológico en el 2000, un fondo inmobiliario en el 2006...Por eso muchos de los que hemos trabajado en el sector, aunque no hayamos dado con la clave para hacernos ricos, por lo menos hemos aprendido a no perder; entendemos mejor los “trade-offs” o contrapesos de rentabilidad y riesgo potencial que un producto o propuesta de inversión ofrece. El famoso inversor Warren Buffett ha dicho que la primera regla de inversión es no perder dinero. ¿Y la segunda? Nunca olvidar la primera. Entender lo que uno está haciendo es fundamental.

La tercera razón que me anima es contagiar la idea que entender lo que hacen las empresas para ganar dinero es es un esfuerzo que merece la pena, y encima puede ser divertido. El desgranar lo que es útil e importante de lo que es ruido, el buscar pistas sobre las intenciones de un equipo directivo en unos números o transparencias, el distinguir posibilidades y probabilidades de objetivos o esperanzas infundadas, son todas partes de un puzzle que entretiene resolver. Y si encima ayuda a encontrar diamantes en bruto o, por el contrario, evitar los engañosos destellos del oro falso, tiene una recompensa real.

El legendario inversor Peter Lynch, que en los 13 años que gestionó el “Magellan Fund” de Fidelity multiplicó su valor por 28, es el paradigmático reflejo de este punto. Lynch argumenta en sus discursos y escritos (su best-seller 'Batiendo a Wall Street' ha sido recientemente publicado en español), que entender un negocio no es algo ajeno e incomprensible; es algo que en cualquier economía de mercado podemos constatar diariamente, mientras ejercemos nuestras decisiones como consumidores, proveedores o empleados. 

Por esta razón, mientras la industria financiera tiende a reducir esta compleja y rica realidad a unos números, ratios o gráficos que sólo entienden expertos, creo valioso explicar la realidad que hay detrás. Volviendo a mi símil de salud financiera, es pasar de las constantes vitales de una persona a entender cómo se gana la vida. Ahora sí: el mercado le pone un precio a las cosas, y aparte de entender el modelo de negocio de una empresa, es esencial también entender cómo el mercado lo valora, y los riesgos y oportunidades que conlleva invertir a este precio.

Como conclusión, mi objetivo en estos artículos será contar algunas cosas interesantes. Lo que sé de algunas empresas a través de la inversión en bolsa, y de cómo el mercado les asigna un valor. Lo que creo que hay de cuento o de realidad en lo que se dice o escribe de ellas, o incluso lo que sus directivos cuentan de ellas mismas. Y a identificar cuales son las preguntas y las cuentas importantes que hay que hacer para entender tanto a las empresa, como la forma de invertir en ellas.

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