Opinión

Clima, geopolítica y empleo

Sánchez COP26
Sánchez COP26
Agencia EFE

En la Cumbre del Clima de 2015 en París se llegó a un gran acuerdo mundial. La mayoría de países del mundo se comprometieron en reducir las emisiones globales contaminantes para frenar el aumento de la temperatura del pequeño planeta Tierra y mitigar los efectos del cambio climático en el que estamos inmersos. Un año después ganó las elecciones Donald Trump e hizo saltar por los aires no sólo la estrategia de transición energética en EEUU, también las Naciones Unidas y todas las instituciones globales creadas después de la Segunda Guerra Mundial, incluidas las Naciones Unidas que lideran la lucha contra el cambio climático.

A pesar de Trump, el mundo consiguió frenar el crecimiento de emisiones mundiales desde ese acuerdo. En EEUU la regulación eléctrica la controlan los estados y las inversiones en renovables han sido muy intensas durante la administración Trump. Salvo que impongas un sistema de planificación soviética, en EEUU es complicado de aprobar, la realidad tecnológica es que la forma más barata de producir electricidad hoy es la energía solar y eólica que además consiguen descarbonizar la economía, reducir las emisiones y crear millones de nuevos empleos en todos los países del mundo.

La pandemia provocó una crisis económica sin precedentes provocada por decreto ley. Para evitar el colapso de los sistemas de salud, las principales economías del mundo obligaron a sus ciudadanos a quedarse encerrados en sus casas y las economías se frenaron en seco. El virus comenzó en China en 2019 y la fábrica mundial registró un desplome de la producción industrial del 20% en la primavera de 2020.

La pandemia y la crisis social e institucional en Chile estuvieron a punto de acabar con la Cumbre del Clima el pasado año. España lo evitó e hicimos una mini cumbre en Madrid liderada por el Gobierno y financiada por las grandes empresas energéticas españolas y bancos que pusieron millones de euros de patrocinio. La organización fue épica y fue un milagro salvar la Cumbre. Pero los acuerdos fueron mínimos.

Este año post pandemia había mucha expectación en la Cumbre del Clima de Glasgow pero el resultado ha sido decepcionante. Los acuerdos de nuevo son mínimos y sin sanciones. Hasta Bolsonaro ha firmado el acuerdo sobre deforestación. China e India se han quedado fuera de los acuerdos. El presidente chino Xi Jinping ni siquiera ha asistido a la Cumbre y Biden no pudo evitar una micro siesta en la sesión de los líderes mundiales.

China y la India explican el 75% de las nuevas emisiones en la última década y fuera de los acuerdos el mundo no se está descarbonizando. El presidente Xi se presenta el año que viene a su tercera reelección y si lo consigue se uniría a Mao y a Deng Xioping como líder histórico de la revolución. Mao llegó al poder tras una inflación galopante y una crisis social y es evidente que Xi no va a permitir que suba la inflación y que haya una crisis social que le saque del poder y, especialmente, que ponga en riesgo la revolución. Por esa razón tras el fuerte crecimiento del precio del gas y del resto de materias primas, incluidos los alimentos, ha renunciado a sus compromisos de reducción de emisiones. Desde la pasada primavera, el consumo de carbón en China ha aumentado más del 10% y el Gobierno ha dado instrucciones para volver abrir minas que ya estaban cerradas.

En este escenario hay que desarrollar planes nacionales y en el caso europeo el objetivo es tener una estrategia común, un reto complejo por la disparidad de modelos energéticos de los países. La Comisión Europea mantiene su relato que estamos ante una crisis energética coyuntural que acabará en primavera. Si el frió este invierno en Europa es similar al promedio de la última década en la primavera habrá que recomponer reservas de gas y se necesitaría al menos otro año completo para volver la normalidad. Si el invierno es más frio, Bruselas tenemos un problema.

Lo sensato sería reconocer el fracaso de la Cumbre en Glasgow y que los europeos seamos más Sancho Panza y menos Quijotes. El Next Generation destina mucho dinero a: rehabilitación de viviendas, autoconsumo fotovoltaico, movilidad urbana sostenible, etcétera. El banco Europeo de Inversiones sólo invierta ya en sostenibilidad y el Banco Central Europeo va a exigir en breve a los bancos privados que prioricen los créditos sostenibles. Como repiten los líderes en cada Cumbre; hay que pasar del relato a la acción. Es necesario revisar el sistema de fijación de precios de la electricidad y reducir la volatilidad. La pasada semana llegó la borrasca, sopló el viento y los precios de la electricidad en España se desplomaron desde 200 euros megavatio hora hasta 15. Como nos enseñó Aristóteles, la virtud está en el intermezzo.

En España el Gobierno se comprometió a cambiar el precio de la tarifa regulada de los consumidores en julio y aún seguimos siendo el único país que vincula ese precio a los datos horarios y nuestras familias son las que han sufrido más la crisis energética. El consumo privado el pasado trimestre volvió a caer y esta fue la principal causa. Es necesario volver a poner las largas y definir una marco estable para la inversión en renovables.

Desde el pasado mes de julio la incertidumbre regulatoria en España es demasiado elevada y muchas decisiones de inversión se han parado hasta que se disipe la niebla y se pueda observar que no hay obstáculos en el horizonte. El compromiso del Gobierno era aumentar en 6 gigavatios anuales de energía eólica y solar durante la próxima década. Si eso no sucede los españoles incumpliremos nuestros compromisos climáticos, igual que los chinos y los indios y pagaremos la electricidad mucho más cara en el futuro. Hasta este verano se estaban instalando 4,5 gigavatios cada año. Con la incertidumbre actual lo más probable es que esa cantidad disminuya.

Por fortuna hemos abandonado ya el debate moral y la demonización de las empresas del sector. Pero las medidas propuestas siguen mostrando extrema desconfianza en la economía de mercado, lo cual nos ha dejado aislados en Bruselas. Con una buena regulación y un buen marco regulatorio estable que facilite las inversiones, tanto en grandes plantas como en autoconsumo, los españoles disfrutaremos de una electricidad más barata en el futuro y nuestras industrias serán más competitivas. Sin empresas y sin inversión de los fondos internacionales para desarrollar todos esos gigavatios que hemos comprometido, los españoles pagaremos la luz más cara y seguiremos teniendo alto desempleo y precariedad salarial.

El plan debe solucionar los problemas de hoy garantizando que aprovechamos la gran oportunidad histórica que las energías renovables nos ofrecen a los españoles.

El futuro es ilusionante, el pasado es incierto.

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