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El mantra “esto no es 2008” que une a Moncloa y a la banca

Sánchez Calviño, Díaz en el Congreso de los Diputados
El mantra “esto no es 2008” que une a Moncloa y a la banca
Eduardo Parra / Europa Press

Los tira y afloja que el gobierno de Pedro Sánchez y el sector financiero arrastran desde la moción de censura a Mariano Rajoy han sido menos evidentes durante la temporada de resultados del tercer trimestre. A pesar de que la sombra del impuesto extraordinario sigue estropeando la relación, los bancos se han convertido en los mejores baluartes de la visión optimista que el Gobierno está lanzando acerca de la economía española

A pesar de las correcciones de algunas casas de análisis a las previsiones del Ejecutivo sobre el crecimiento del PIB en los Presupuestos Generales del Estado en 2023, las entidades financieras se están posicionando en el lado de los optimistas en esta especie de guerra sobre lo que asoma en el horizonte económico que, reconozcámoslo, es sumamente difuso. Los excel no suelen considerar factores exógenos como Putin, así que mientras que no se pinte otro escenario la banca con mayor exposición a España solo se amarra a un dato: el empleo.

En la medida que el paro no crezca con fuerza la amenaza de una crisis económica severa sería coyuntural y remontable: "esto no es 2008" repitieron los bancos durante la presentación de resultados del tercer trimestre. El Gobierno comparte su visión. Los bancos ni esperan ver el pico de mora que se sufrió en aquella crisis, ni que se multipliquen las ejecuciones hipotecarias. De ahí que se inclinen por un pacto de mínimos para las hipotecas de los colectivos más vulnerables y contar con libertad para tratar con cada cliente soluciones individuales más allá de este grupo.

Una confianza que se ha traducido en que durante los nueve primeros meses del año el esfuerzo en provisiones ha sido bajo; menor al registrado durante el mismo periodo del año anterior. Si la banca no se equivoca con su visión optimista -la morosidad hoy por hoy sigue estando en mínimos-, habrán protegido a sus accionistas de movimientos bruscos en la cotización. Si alguno hubiera dado un escenario distinto, probablemente el mercado (muy sensible a las malas noticias) se habría quedado con el posicionamiento del ‘contrarian’. Pero si el sector tropieza y la bola de cristal de los pesimistas acierta, igual hemos visto el techo en bolsa y también en resultados en una temporada. 

Los supervisores -Banco Central Europeo y Banco de España- a pesar de las advertencias de prudencia que van enviado regularmente, por el momento, no quitan la razón al sector financiero sobre su optimismo macro. El organismo que gobierna Pablo Hernández de Cos confirmó el pasado 30 de septiembre que mantenía el colchón anticíclico de cara al cuarto trimestre en el 0%; lo que indica que no ve necesario que los bancos construyan reservas adicionales por la situación macroeconómica. Revisará al cierre del año su indicación; tiempo suficiente para valorar lo crudo que está siendo el invierno en empleo y en todo lo demás. Por el momento, la EPA del tercer trimestre nos ha mandado unas primeras malas vibraciones, pero en contraste los datos de empleo de octubre han sido positivos. La balanza no se inclina de ningún lado.

Con la visión optimista y el argumento de que no han tocado las provisiones ligadas al covid -Banco Santander o el Banco Sabadell liberaron una parte de ellas, pero las dependientes de su negocio en el Reino Unido-, los bancos están manteniendo a raya este gasto, que suele ser muy negativo para sus resultados y para los accionistas (menos dividendos).

Bankinter lo redujo un 28%, ayudando a que sus resultados mejoraran un 21% hasta septiembre; el Banco Sabadell y Caixabank (que completan la triada más expuesta a España entre la banca del Ibex) lo redujeron un 26% (sin TSB) y un 21%, ayudando a que sus resultados casi se doblaran o mejoraran un 18%, respectivamente, en el acumulado de los tres primeros trimestres del 2022.

Un 'carpe diem' muy parecido al del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Mientras que el empleo resista habrá ingresos para sufragar ‘casi todo’ el gasto. Si el paro empieza a crecer, el castillo se desmoronará: más prestaciones y menos entrada de dinero para las arcas públicas vía IRPF, cotizaciones, IVA, Sociedades... Los efectos B sobre el consumo y las empresas empujarán la bola negativa y la crisis ahí sí que comenzará a sentirse más allá de la inflación.

Pero esperemos a que pase. Anticiparse es de agoreros y un discurso pesimista de un banco se puede interpretar como una visión extremadamente negra del futuro. Confiemos en que 2023 no sea otro de año de malas sorpresas. 

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