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El pacto de rentas como excusa para no huir de la bolsa

Panel Palacio de la Bolsa, Ibex 35
Panel Palacio de la Bolsa, Ibex 35
Europa Press

Ahora mismo me da tanto miedo asomarme a mi exigua -y día a día más pequeña- cartera de inversiones, como atravesar un callejón oscuro una noche de tormenta. Porque reconozco que me encuentro entre ese grupo de inversores que no supieron prever lo que se dibujaba en el horizonte: un mercado sin ningún activo en el que agarrarse.

Ni la bolsa, ni los bonos, ni el ahorro -golpeado por la inflación- permiten hoy a un inversor medio, sin carné de 'trader', navegar con dignidad en el descalabro de los mercados. Y quien afirme que se esperaba una crisis como la que vivimos -que ya ha forzado al Banco de Inglaterra a realizar una intervención de urgencia- es muy probable que mienta.

Hace doce meses nos quejábamos del precio de la energía, pero el aspecto de la inflación era diferente, las bolsas se recuperaban tras el Covid-19, se anticipaba una economía mundial fuerte y Boris Johnson trataba de convencer al mundo en los prolegómenos de la COP 26 de que nada era tan importante como el cambio climático.

Hoy Johnson ha desaparecido del día a día, el aspecto de la macroeconomía mundial es mucho peor, existe un ‘cisne negro’ llamado Vladimir Putin, vivimos en emergencia energética, casi nadie habla de la COP 27, que se celebrará del 6 al 18 de noviembre de 2022 en Sharm El Sheikh, pero persiste el cambio climático y la sequía y los huracanes nos lo recuerdan.

Y en esto último encuentro una excusa para no capitular y refugiarme en un depósito al 0,25%: que igual las comisiones de gestión que pago para que gestionen los fondos en los que invierto tengan un sentido, aunque esté en pérdidas. Algunos se burlan y me llaman ‘buenista’, pero si pierdo, perder ganando algo indirectamente vía apoyo a la transición energética -como una especie de pacto de rentas con mi propio desencanto como inversora- me consuela un poco. Al fin y al cabo no tengo muchas alternativas: o esperar una ventana y mover las posiciones cruzando los dedos por saltarme mi perfil como inversora, o tributar y dejar morir el ahorro en un producto sin apenas retribución.

En los últimos meses la industria de la gestión de activos también ha protagonizado un giro muy relevante, aunque menos visible que los terremotos que mueven hoy los mercados, comprometiéndose a descarbonizar sus carteras de inversión alineándose con el Acuerdo de París

273 gestoras internacionales, entre ellas tres españolas -Santander AM, BBVA AM e Ibercaja Gestión- se han integrado en esta red, lo que de alguna manera las fuerza a ‘presionar’ a las cotizadas a reducir su huella de carbono y también a los estados. Si no quieren ser proactivas exigiendo estos cambios, la otra alternativa es abandonar aquellos activos que no sean ‘net zero’. Su capacidad de influencia no es nada desdeñable, porque entre todas controlan activos valorados en 61,3 billones de dólares.

273 gestoras que controlan 61,3 billones de dólares en activos se alinean con el Acuerdo de París

Es cierto que todavía es realmente complicado conocer el desempeño real de todas estas firmas en materia de descarbonización y que el mercado está muy preocupado por si caen en el ‘greenwashing’ y el compromiso es un postureo, pero ya es un punto para diferenciar unas gestoras de otras: cuentan con una ‘misión’ diferente y tal vez se merezcan una recompensa.

Siempre he sido una defensora de que lo justo para los ahorradores es abonar a los gestores comisiones de éxito altas y comisiones ‘fijas’ bajas, pero incluir la sostenibilidad -o la lucha contra el cambio climático- en los gastos estructurales quizás me haga replantearme mi argumento. Al fin y al cabo, así pierdo menos moralmente cuando invierto mal. Cuando se gana nadie se fija en las comisiones.

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