Proliferan últimamente los estudios sobre la presencia de la mujer en el mercado laboral y en puestos de alta dirección. Así, según las conclusiones de PWC: Las mujeres representamos el 60 por ciento de los licenciados en
España y el 45 por ciento del mercado laboral; pero al llegar a la alta dirección de las compañías, este porcentaje desciende en torno al 10 por ciento, con diferencias más que significativas según los sectores. O el elaborado por Deloitte: Las mujeres ocupamos el 15 por ciento de los
puestos de los consejos de administración en todo el mundo, siendo en
Europa el 22 por ciento y en España el 16 por ciento, con un incremento del 4 por ciento respecto del año anterior.
Podríamos seguir analizando informes que no harían otra cosa que
ratificarnos con datos en las mismas conclusiones a las que llegaríamos el grupo de amigas de toda la vida tomando un café: "Trabajamos más,
cobramos menos, tenemos mayores tasas de paro y nuestros empleos son menos cualificados y más precarios".
Seguiríamos afirmando: "Estamos más que preparadas, accedemos al
mercado laboral con normalidad y a veces llegamos a los mandos intermedios, pero ahí nos paramos".
Nuevamente habremos topado con el llamado “techo de cristal” que, por la dificultad colectiva en superarlo, más parece una “barrera de cemento”.
Surge entonces la pregunta: ¿La legislación por sí misma es un incentivo
suficiente para romper el techo de cristal? No es el camino, trabajemos en demostrar en términos de competitividad cuál es el impacto de la aportación femenina o de la interacción de la diversidad en los consejos de administración. No se trata de ocupar cuotas porque, aún siendo un
argumento justo, impide valorar los aspectos positivos y diferenciales de las razones por las que conviene contratar profesionalmente a mujeres.
Demostremos cómo la dinámica empresarial se ve enriquecida con nuestra incorporación.
La pregunta debe ser: ¿Cuáles son los valores femeninos en los puestos
directivos?
Surgen entonces la empatía, la intuición, el trabajo en equipo... Las tan
valoradas hoy competencias en los nuevos liderazgos que son naturales de las mujeres; nuestras ventajas competitivas de género por las que se nos debería promocionar para cargos directivos más allá de cuotas.
Y otras habilidades:
La capacidad de resolver los conflictos: Las mujeres tenemos en muchos
casos la capacidad de realizar diversas tareas dentro de la organización con una gran versatilidad, la llamada habilidad "multitarea".
La comunicación ilimitada: La capacidad de resolver los conflictos hablando, algo fundamental en una organización como modelo de comunicación veraz.
El mayor peso de la vida afectiva, que nos lleva a poseer la destreza de
relacionarnos desde la empatía y la valoración del otro, contribuyendo a
mejorar el clima laboral en una empresa, frente a considerar solo el logro de los objetivos y los resultados.
El dominio de las competencias emocionales: Las mujeres somos
normalmente excelentes creando ámbitos de trabajo participativos, siguiendo las teorías de la Inteligencia Emocional de Goleman.
La diversidad como factor positivo: Cada vez hay más evidencias de que la coexistencia de hombres y mujeres en el mismo entorno hace que los
equipos sean más creativos y haya un mejor ambiente de trabajo. La
diversidad es una cualidad clave para las organizaciones del futuro.
Y la tendencia natural al trabajo en equipo: La lucha por el poder y el cargo son prioridades mucho menos acusadas, en general, en las mujeres que en los hombres. Nos gusta compartir el medio y las tareas, creando espacios laborales participativos, huyendo del individualismo.
Si todas estas aptitudes pueden convertirse en competencias que nos
diferencian en términos de competitividad para las empresas, apoyémonos en ellas para reivindicar un nuevo liderazgo que nos permita protagonizar el cambio positivo que la sociedad necesita.
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