Libertad sin cargas

Ayuso, economía y 'madrileñofobia' para unas elecciones a su medida

Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez se saludan durante su comparecencia conjunta
Ayuso, economía y 'madrileñofobia' para unas elecciones a su medida.
EFE

La bolsa de indicadores que semanalmente publica ‘The Economist’ recoge los guarismos económicos de más de 40 economías mundiales. Según las últimas estimaciones recogidas por la prestigiosa publicación, solo dos países verán su producción anual desplomarse en doble dígito durante el ejercicio 2020. Como pueden imaginar, una es España, para la que el equipo de analistas de la revista vaticina un hundimiento del 11%. Su compañero en tan arduo viaje es Perú, que afronta un descenso del 12%. En tasa de paro, tampoco está el Gobierno de Sánchez e Iglesias para sacar pecho. El cierre de año dejará al país en el 16,2%, sin contar con los trabajadores embolsados en ERTE. Aquí la medalla es de bronce, en discutido empate con Grecia. Se suben también el podio Sudáfrica (con un 32,5%) y Colombia (con el 17,3%). Pues bien, con este bagaje y semejante desafío por delante, la clase política española se ha empecinado esta semana en dinamitar la estabilidad institucional de regiones clave para el entramado económico y empresarial del país, con la Comunidad de Madrid como principal territorio en liza. Más del 20% del PIB nacional sustanciará su futuro en las urnas en apenas mes y medio, con el reparto de fondos europeos en el horizonte.

Corría el 26 de mayo de 2019 y, en el último minuto, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida lograban ‘in extremis’ los votos necesarios para sumar y acceder a la Presidencia y a la Alcaldía de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, respectivamente. El desenlace no solo empequeñecía el triunfo de Gabilondo y retiraba a Carmena, sino que insuflaba aire a Pablo Casado tras el fracaso de las generales celebradas apenas semanas antes. El flamante líder popular se había desplomado hasta 66 escaños en el famoso 28-A y, lo que es peor, sentía el aliento en el cogote de Cs, que había amasado un dato histórico ubicándose a apenas 200.000 votos de la formación azul. Madrid fue el clavo ardiendo desde el que el líder popular resistió. En paralelo, las huestes de Albert Rivera empezaban un descenso a los infiernos al que no se atisba final. Paradojas de la vida. “Nadie daba un duro por nosotros”, recordaría el alcalde de Madrid meses después al ser preguntado por aquellos comicios. Es más, los 22 meses de gobierno han servido para que tanto él como Ayuso hayan forjado identidades valiosas y reconocibles, difíciles de intuir en aquellos tiempos, y que ahora propulsan la candidatura de la política de Chamberí.

La hasta ahora presidenta de la CAM, por ejemplo, ya ha dejado claro desde la misma disolución de la Asamblea y la convocatoria de elecciones que los madrileños tendrán que elegir entre libertad y socialismo. Un mensaje maestro que le concede una doble ventaja. Para empezar, establece una cristalina distinción de bloques y alienta el voto útil. No es de extrañar que las firmas de análisis demoscópico estén ya vaticinando un desplome de Cs -que podría pasar de sus actuales 26 diputados a no formar siquiera grupo parlamentario- y que el Partido Popular pueda incluso ‘robar’ votantes a Vox, una suerte de préstamo para garantizar el gobierno conservador. Pero además, el planteamiento enlaza con el peso que la economía ha tenido en todas las decisiones adoptadas por Ayuso durante su mandato y que le han convertido en la campeona de la hostelería y el comercio en plena pandemia. En roman paladino, ha dejado claro que el voto por la libertad y la recuperación económica le pertenece. En esta línea y frente al mensaje de “armonización fiscal” lanzado desde el Gobierno de Pedro Sánchez a instancias de sus compañeros de coalición y sus otros socios parlamentarios, la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha hecho fuerte en las bonificaciones a Patrimonio y Sucesiones y Donaciones, haciendo de los impuestos bajos un auténtico reclamo y una vía para alentar el círculo virtuoso de la recaudación.

Tras el fiasco de las elecciones catalanas el PP necesita un éxito en Madrid para atemperar los ánimos. Y pese a la singularidad de Ayuso, algo se podrá aprender de su habilidad en estos años a la hora de cincelar un plan de acción

En este contexto, Ayuso ha sabido jugar también la partida del victimismo. Cual Asterix, atrincherada en su aldea gala y rodeada de campamentos romanos, ha tornado en su favor las presiones de Moncloa para que, por ejemplo, cerrara Madrid en las horas previas a la famosa ‘cumbre de las banderas’. “El estilo político de Díaz Ayuso ha propiciado un intenso micro-clima emocional en una parte sustancial de la ciudadanía madrileña. Parecería, en efecto, estar cristalizando -en torno a su figura- un cierto (y novedoso) ‘identitarismo madrileñista’ como reacción, a la vez exasperada y defensiva, al imputado maltrato comparativo de que estaría siendo objeto Madrid por parte de las instancias gubernamentales”, exponía recientemente Metroscopia en uno de sus análisis. Fortalecen esa apelación sentimental los compromisos adquiridos por el Gobierno del tándem Sánchez-Iglesias y solo desvelados de tanto en tanto. Por ejemplo, ayuda a sostener con bravura el discurso de Ayuso que iniciativas esenciales para el tejido productivo, como es la fábrica de baterías que el Gobierno quiere construir con Volkswagen, Seat e Iberdrola, apunten a Cataluña… y de paso a satisfacer a los compañeros de viaje soberanistas. No es Madrid la única autonomía que ya ha puesto con razón el grito en el cielo.

Frente a este armazón discursivo y ante la proximidad de la convocatoria, los ideólogos del complejo de la Moncloa parecen haberse dado mus en espera de mejor ocasión. Una convicción en apariencia apuntalada por el hecho de que el ganador de las elecciones del 4 de mayo solo retendrá la comunidad durante dos años y habrá que volver a las urnas en 2023. Si en algún momento estuvo sobre la mesa la posibilidad de buscar un ‘supercandidato’ y repetir la fórmula de Salvador Illa en Cataluña, la decisión de repetir finalmente con Ángel Gabilondo deja al PSOE con un candidato sólido en la pelea, pero también con un aspirante que ya se ha demostrado incapaz de transmitir la ilusión necesaria para hacer saltar la banca. No era ni mucho menos mala la manejada opción de Margarita Robles, un perfil capaz de competir con Ayuso por el voto más de centro, si bien su designación hubiera hecho un roto considerable al Gobierno en un momento especialmente delicado dentro del gabinete. No en vano fuentes conocedoras de las deliberaciones del Consejo de Ministros sitúan a la ministra de Defensa y a la vicepresidenta Carmen Calvo como los principales baluartes en las habituales disputas con los ministros de Podemos. Al final, el ‘wait and see’ de Redondo desvela que es Génova quien más se juega en el envite.

En efecto, tras el fiasco de las elecciones catalanas el aparato del PP necesita aferrarse de nuevo a un éxito en Madrid para atemperar los ánimos. Y pese a la singularidad de Ayuso, algo se podrá aprender de su habilidad durante estos dos años a la hora de cincelar un plan de acción. Deben tomar nota en su propia casa de la astucia a la hora de interpelar directamente y tratar de igual a igual al Gobierno de la nación; de entender las necesidades de pequeñas empresas y autónomos, de la convicción liberal de que la intervención de los poderes públicos debe reducirse al mínimo en terrenos como el fiscal… Además, no basta con creérselo y ponerlo negro sobre blanco, sino que es imprescindible designar portavoces adecuados capaces de hacer que cale el mensaje. Con indicadores macroeconómicos a la altura de Colombia o Perú y con las duras reformas que vienen de la mano de las exigencias comunitarias -desde las pensiones a la del mercado laboral-, el futuro de Casado y del PP como alternativa de gobierno irán necesariamente unidos al desempeño económico y a la aportación de soluciones. Madrid ha sido y es un buen punto de partida para resistir. Lo que algunos llaman despectivamente desde hace años el ‘oasis fiscal’ madrileño es solo una coartada para esconder el carácter cuasi confiscatorio de sus planteamientos. Para reflexionar. 

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