OPINION

Banco de España: la lista negra y los elegidos

Corría el mes de mayo de 2016 y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, sufría un órdago inaudito. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), a la sazón organismo nacido para velar por la sostenibilidad de las finanzas públicas, presentaba un recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia Nacional tras una orden del Ministerio para regular las relaciones entre ambas entidades. Era la última piedra en el camino de una relación aparentemente imposible. En el fondo, la Airef se quejaba de que el político jienense obstaculizaba su labor supervisora y ponía en cuestión su autonomía. En roman paladino, el titular de la cartera no le facilitaba toda la información que necesitaba para desempeñar su labor fiscalizadora de forma ágil y flexible. Su presidente, José Luis Escrivá, quería más datos.

Hasta ese punto de no retorno, Escrivá había puesto en dificultades a Montoro por cuestiones varias, desde la falta de medios al debate de fondo sobre las cuentas de las administraciones públicas. Por ejemplo, allá por julio de 2015, la Airef apostaba abiertamente por un modelo de objetivo de déficit asimétrico entre las diferentes comunidades autónomas. Se trataba, esencialmente, de dar mayor margen de maniobra a aquellas regiones que aparecieran en la fotografía más relegadas. Un planteamiento que chocaba radicalmente con la tesis de Hacienda, partidaria de una meta común y no de planteamientos individualizados. ¿Problema? Que los argumentos de la Airef, convenientemente lanzados antes de Consejos de Política Fiscal y Financiera claves, daban argumentos a los renegados –normalmente de signo partidista diferente- para atacar la línea de flotación del ministro.

El en apariencia inminente choque de trenes, no obstante, parece haberse apaciguado en los últimos tiempos, en los que la beligerancia del ente se ha relajado. “Hay que elegir gobernador del Banco de España en breve, ¿no?”, especulaba esta semana en privado un político al corriente de esas conversaciones. Escrivá, que desempeñó diversos cargos de responsabilidad en el BBVA entre 2004 y 2012, en realidad tiene la mayor parte de su trayectoria profesional ligada al supervisor bancario. Fue en ese organismo donde arrancó ese periplo, con puestos varios en el servicio de estudios, para a partir de 1993 dedicarse en particular al proceso de integración monetaria. Esto es, un curriculum hecho en el cielo… si no fuera por la cruz que le tiene puesta desde hace tiempo el ministro de Hacienda. En política todo se paga.

En la elección, además, da puntos a favor ser mujer, ya sea para desempeñar el cargo de gobernador/a o subgobernador/a. Y es que Luis María Linde no se va solo. Su actual número dos, Javier Alonso, tomará también las de Villadiego tras comprometerse por carta –al asumir la vacante dejada por Fernando Restoy en julio de 2016- a solo permanecer en el cargo mientras lo hiciera su jefe. El ‘factor femenino’, que ya se esgrimió en el Gobierno para la designación de candidato a la vicepresidencia del BCE –aunque al final fuera Luis de Guindos el elegido-, es un ‘must’ para el PSOE, compañero de viaje del PP en la negociación. En ese punto, las quinielas convergen en perfiles como el de Margarita Delgado, directora general adjunta del Mecanismo Único de Supervisión y con larga trayectoria también en el Banco de España.

Paradójicamente, el Banco de España está siendo un banco de pruebas impagable de las estrategias de los partidos políticos en la nueva ‘era Ciudadanos’. Por ejemplo, llama la atención el énfasis de los populares en negociar los recambios con los socialistas, los únicos a los que dan carta de naturaleza como oposición. La tradición, rota en la última ronda de nombramientos, venía siendo que el partido en el gobierno se encargaba de decidir quién sería el gobernador del Banco, mientras que su número dos era cosa del partido opositor. En ese marco, el ‘status quo’ PP-PSOE, que podía asumirse en el inicio de la legislatura, ahora ha saltado por los aires a tenor de las últimas encuestas y del ascenso imparable de la formación de Albert Rivera. No es de extrañar que los principales responsables económicos del partido naranja lloren por las esquinas y se desahoguen ante el que quiera escucharles por la falta de interlocución con el Ejecutivo en el proceso para rediseñar la cúpula del supervisor.

Para más inri, la designación se produce ya con Luis de Guindos en su atalaya europea y parecería razonable que el gobernador del Banco de España, que se sentará en el consejo de gobierno del BCE, tenga buena sintonía con él. Como ya se explicó en este diario, la cuestión no puede darse por garantizada. El exministro de Economía y Luis Linde no terminaron siendo los mejores amigos del mundo, pese a que el político madrileño se decantó por él para gobernar el Banco cuando Fernando Becker (ex Iberdrola) ya calentaba en la banda. Y la ejemplaridad, claro. Ilustres candidatos siempre en las quinielas, retirados tras jugosas indemnizaciones o aparcados en bancos de inversión, abstenerse.

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