OPINION

Barcelona líquida: el asesino del Mobile no tiene rostro

Un asistente al Mobile World Congress (MWC), en Barcelona (España). /EFE
Un asistente al Mobile World Congress (MWC), en Barcelona (España). /EFE

“Los miedos nos impulsan a emprender medidas defensivas, y las medidas defensivas dan un aura de inmediatez, tangibilidad y credibilidad a las amenazas reales o putativas de las que los miedos presumiblemente emanan. Es nuestra respuesta a la ansiedad la que convierte las premoniciones más sombrías en una realidad cotidiana para nosotros, dotando de carne y hueso a lo que, de otro modo, no sería más que un fantasma". El sociólogo Zygmunt Bauman, fallecido en 2017 a los 91 años de edad cuando su fama se acercaba más a la de una estrella del rock que a la de un filósofo, supo dibujar mejor que nadie el carácter efímero y voluble de las sociedades modernas y de los episodios que las recorren. Y lo hizo en aspectos aparentemente tan atávicos e inmutables como el amor o el miedo. Precisamente en ‘Miedo Líquido’ (Paidós, 2007), exponía cómo ese sentimiento "es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible de ver en ningún lugar concreto".

Algo parecido, precisamente, es lo que ha llevado a la cancelación del Mobile World Congress en Barcelona por la amenaza del coronavirus, pese a que habían avalado su puesta en marcha tanto las autoridades sanitarias españolas -"no hay ninguna razón de salud pública que impida la celebración de eventos de este tipo"- y la Organización Mundial de la Salud (OMS) -“con las precauciones adecuadas, estos congresos se pueden celebrar; no hace falta asustar a la gente". ¿Qué ha pasado pues? ¿Es culpa de LG, la primera gran compañía que anunció su ausencia por temor a que la enfermedad se propagara? ¿O acaso es responsabilidad de los propios dueños del foro, la asociación GSMA, que no se mantuvo firme y al final justificó la bajada de persiana por "razones de fuerza mayor"? No falta quien, incluso, señala a Estados Unidos y a Donald Trump, que habría visto en Barcelona el culo perfecto en que patear a China y a sus empresas tecnológicas en plena guerra comercial y arancelaria. A fin de cuentas, todas las explicaciones -incluso las conspiraciones- encuentran amparo en el miedo de un tejido empresarial y político marcado por la dilución de responsabilidades, enmascaradas en comisiones, comités de riesgos y sesudos ‘compliance’.

De hecho, no es difícil recordar casos actualmente judicializados en los que quienes tomaron las decisiones se ‘ocultan’ en pobladas y diseccionadas estructuras, cuando no en convenientes corporativismos. Por tanto, sin solución de continuidad, como un gigante ‘efecto dominó’, cada veto de una empresa al Mobile acercaba al resto a tomar la misma decisión… y a forzar la cancelación. ¿Acaso el presidente de una de las grandes firmas tecnológicas acreditadas en el certamen podía permitirse un solo caso de contagio por parte de uno de sus empleados sin arriesgarse a una petición de dimisión, cuando no a un reproche judicial, especialmente después de que sus pares hubieran sacado bandera blanca?  Mejor curarse en salud aprovechando la ola. "Claro que generaba problemas internos cada día que pasaba. Nuestros propios empleados miraban hacia arriba cada vez que otra empresa se retiraba. No es fácil gestionar esa situación dentro de una organización como la nuestra, que tiene que mover a un buen número de profesionales que están viendo cómo otros detectan un riesgo en acudir y mueven ficha", explicaba el pasado viernes un alto ejecutivo de una de las multinacionales que finalmente rechazó participar en el foro.

Lamentablemente, en esa pelea, la tendencia es recordar los riesgos materializados y no las advertencias que pasaron de largo, que siempre fueron más y que duermen el sueño de los justos. "Son muchos más los golpes que siguen anunciándose como inminentes -recuerda el filósofo polaco- que los que llegan finalmente a golpear (…) ¿Acaso conocemos a alguien cuyo ordenador haya quedado inservible por culpa del siniestro ‘efecto 2000’? ¿Con cuántas personas nos hemos encontrado que hayan caído enfermas víctimas de los ácaros de la moqueta? ¿Cuántos de nuestros amigos han muerto del mal de las vacas locas? ¿Cuántos de nuestros conocidos han enfermado o han sufrido alguna discapacidad por culpa de los alimentos transgénicos?¿Quién entre nuestros vecinos y amistades ha sido agredido y mutilado por los traicioneros y siniestros ‘solicitantes de asilo’?".

Atemorizados, no es casualidad que los colectivos humanos hayan convertido la seguridad -muchas veces por encima de la libertad- en el leitmotiv de las sociedades que forman. De hecho, los atentados terroristas, sobre todo a partir del 11-S, han llevado ese afán al paroxismo. Recuerda Bauman cómo la búsqueda compulsiva de auxilio ante las posibles amenazas "ha ido fijando estándares de protección en continuo aumento, alcanzando niveles previamente inconcebibles y siempre por delante de las posibilidades reales de cada momento (…) La intolerancia a cualquier grieta -por diminuta que sea- en el suministro de esa seguridad que dicha obsesión genera en nosotros se convierte así en la fuente más prolífica, autoabastecida y, probablemente, inagotable de la ansiedad y el miedo que nos invaden". Porque, llevando ese argumento al límite, ¿alguien puede garantizar que el evento paralelo que prepara Barcelona Tech City los mismos días 24,25 y 26 de febrero, con más de 800 miembros entre startups, fondos y otros ‘players’, está blindado de todo riesgo? El consuelo es que, más allá de las contingencias que pudieran surgir, la rapidez -o la "liquidez"- con la que se pasa página de las amenazas no sustanciadas habrá borrado pronto el Mobile y sus derivadas de la lista de incertidumbres.

Con semejantes nubes de miedo sobrevolando la cita, poco podían hacer las administraciones públicas, que pelearon hasta el último minuto por levantar la persiana pese a la oleada de ausencias. Telefónica, como anfitriona del evento, estaba alineada con los intereses de la Generalitat y Moncloa. Aguantó el tirón de manera impecable. Otros, sin embargo, pronto fueron objeto de filtraciones según las cuales claudicaron antes de lo que le hubiera gustado a los gobiernos afectados, con quienes mantienen relaciones privilegiadas. Aunque el tiempo dirá si es un pronto, el principio de una desafección creciente o un roce sin importancia, a nadie se le oculta que los amigos se ven en las duras. "El miedo -zanja Bauman- constituye, posiblemente, el más siniestro de los múltiples demonios que anidan en las sociedades abiertas de nuestra época. Pero son la inseguridad del presente y la incertidumbre sobre el futuro las que incuban y crían nuestros temores más imponentes e insoportables". Para empezar, no parece razonable afrontar desde una perspectiva local una amenaza que por definición desafía fronteras. Clausurar un foro en Barcelona es solo un grito desesperado que muere en sí mismo. Armar respuestas políticas globales es una mejor herramienta para conjurar la impotencia. Y no sería poco.

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