OPINION

Borja Prado, Oscar al mejor secundario en el drama de Endesa

José Bogás Borja Prado
José Bogás Borja Prado
EFE

Corría el mes de noviembre de 2014. El presidente de Telefónica, César Alierta, planteaba una ambiciosa batería de medidas económicas y de lucha contra el fraude laboral con el objetivo de conseguir que la tasa de paro bajara del 11% en 2018. Era el época dorada del llamado Consejo Empresarial para la Competitividad, una suerte de cónclave de las grandes compañías del Ibex entregadas a la causa de arrimar el hombro cuando más azotaba la crisis económica. Bajo la estela de Alierta, abrazaron la cruzada del CEC los Botín, FG, Isidoro Álvarez, José Manuel Lara o Juan Roig. Un plantel en el que, a juicio del propio afectado, faltaba un nombre. Y es que Borja Prado, presidente de Endesa, nunca logró ser admitido en tan selecto club pese a su pedigrí personal y al abolengo de la eléctrica. Ni siquiera los buenos oficios de su amigo Florentino Pérez lograron hacer valer el caso, según relataba tiempo después Jesús García Abad en ‘El Malvado Ibex’, un relato de aquella iniciativa. Lo cierto es que Endesa, desde hacía años, era italiana. Una mera filial de la estatal Enel. Y su sitio en la vida pública española se acompañaba -y se acompaña- de un peligroso asterisco.

De hecho, el 20 de febrero, hace apenas días, el presidente del Gobierno arrancaba la campaña electoral con la presentación de un Plan de Energía y Clima, una iniciativa que no tendrá ningún impacto real pero que sirvió para reunir a las más importantes personalidades del sector… y para que Pedro Sánchez se diera un pequeño baño de masas. En lugar de honor, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, rodeado de ministros. Ante la ausencia de Borja Prado, la representación de Endesa, en la persona de su consejero delegado, Pepe Bogas, quedó relegada a una llamativa tercera fila. Cuenta alguno de los presentes que el propio Bogas no entendió bien el supuesto desaire, por mucho que el protocolo actúe de perfecta coartada. No en vano, el primer ejecutivo de Endesa, hombre fuerte de Enel en España, sabe que si alguien ha echado una mano en materia energética al errático Gobierno Sánchez y a su ‘capitana renovables’, ése, ha sido él. Duele ver cómo se trata cual ‘prima donna’ al ejecutivo rival, conocido por su habilidad para poner palos en la ruedas. ¿Por qué sucedió? Porque Bogas, lo quiera o no, es ‘extranjero’.

Por todo ello, analizar la etapa de Borja Prado al frente de Endesa, ahora que ha sido relevado de su cargo representativo sin muchas explicaciones, implica en buena medida ir al corazón del asunto y entender el tránsito de una compañía pujante, con enormes ramificaciones en Latinoamérica, a una firma ‘jibarizada’, confinada al territorio nacional, como corresponde a una obediente filial. Algo que ayuda a comprender el retraso en la apuesta verde de una compañía en demasiadas ocasiones supeditada a los intereses y necesidades puntuales de Roma. Según cifras oficiales de Endesa, de los 78.648 GWh generados en el año 2017, apenas 3.441 fueron renovables. Esto es, tan solo un 4,3%. Más inquietante, el carbón acumula un 35,8% de la producción y la energía nuclear, el 42,5%. Iberdrola, como contrapunto, identifica un 45% de generación neta renovable. “Endesa es muy contaminante y poco verde. Ideal para los tiempos que vienen, sobre todo si repite el PSOE”, ironiza un analista del sector. No es casualidad que la actualización del Plan Estratégico 2019-2021 concentre sus esfuerzos en la descarbonización y en un “crecimiento significativo” en renovables.

Claro que un poco de historia ayuda a entender los orígenes de ese déficit y cómo los intereses transalpinos han pasado por encima de los propios de Endesa. No en vano, durante la guerra de opas entre E.ON y Enel para tomar la compañía allá por el año 2006, Acciona pidió a la italiana para apoyar su oferta la fusión de los negocios renovables de las dos en una sociedad en la que los Entrecanales tendrían, al menos, el 51%. Tras un proceso intenso de valoración, desarrollado durante 2008, donde Acciona contrató a Lazard y Santander, y Endesa trabajó con Mediobanca y JP Morgan, se estableció que los activos verdes de Endesa eran más valiosos que los de Acciona. Este hecho precipitó que la española ejerciera la opción de venta a Enel del 25% que tenía sobre sus participación de la eléctrica nacional. Con esa salida, se llevó un paquete de energías renovables de Endesa de 2.105 megavatios, 688 hidráulicos. Un ejemplo de esa descapitalización verde en aras a intereses ‘mayores’.

La entrada en el juego de Mediobanca no es baladí. El banco de inversión estaba entonces presidido por Prado, que con la salida de la Presidencia de Endesa de José Manuel Entrecanales irrumpió como ‘chairman’ de la compañía, llevándose consigo perfiles que se han hecho fuertes en la estructura de la casa. ‘Juniors’ de entonces en la entidad italiana, como Carlos Gómez-Múgica o Borja Klingenberg, todavía hoy mantienen cargos del máximo relieve en la eléctrica, bien sea en la Fundación o en el propio Gabinete de Presidencia. Ese desembarco masivo aceleró la ‘italianización’, que culminó en 2015 con la venta a Enel de todos los activos en Latinoamérica, donde Endesa era la mayor compañía eléctrica. Un año más tarde, en 2016, Endesa llegaba a un acuerdo con su propia matriz para comprarle el 60% que ésta mantenía en Enel Green Power España por más de 1.200 millones de euros. Era la única forma de atesorar una cartera de activos renovables para crecer en el único mercado que podía hacerlo, el ibérico. Lo paradójico -por decir algo- del movimiento es que Enel, al tomar Endesa en 2010, ya había asaltado la cartera de renovables de su filial española para sacarla a bolsa en Enel Green Power. Toda una montaña rusa. Vía dividendos, Roma ha recuperado ya prácticamente toda su inversión, mientras que el confinamiento de Endesa al territorio ibérico -con algún guiño marroquí- ha comprometido sus posibilidades de crecimiento.

¿El papel de Prado en toda esta película? Para muchos, de figurante. “Tiene tanto conocimiento del negocio eléctrico como buenos contactos”, explica un excolaborador. Y remacha: “Se trata de un ‘conectador’, alguien que maneja agenda, muchas veces para su propio interés personal. A veces ha dado la sensación de ayudar poco a Endesa”. A precio de estrella de Oscar, eso sí. De hecho, buena parte de las conversaciones mantenidas estos días entre Enel y Moncloa -informada del proceso de salida en todo momento- han versado sobre la indemnización que percibirá el aún presidente de Endesa. Y es que la Enel de Francesco Starace -frente a la de Fulvio Conti que cerró la ‘operación española’- abrigó desde el primer momento el esfuerzo de austeridad que para las empresas públicas pedía en 2014 el primer ministro, Matteo Renzi. En apariencia, salvo en España, a la vista de los contratos firmados. Prado, que fue perdiendo fuerza desde su salida de Mediobanca -donde de verdad hacía los negocios-, no es más que una pieza más del drama de fondo. ¿O alguien se imagina a la principal compañía de electricidad de Italia en manos de una empresa estatal española? Lo raro es que Endesa no sea ya Enel España.

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