OPINION

Cataluña 4.0: el tren que 'Puigdemont y sus amigos' han decidido no coger

Andrés Torrubia adora correr por la Playa de San Juan. Alicantino de pro, su plan B pasa por calzarse las zapatillas en la costa de San Francisco, si acaso con la vista puesta en el maratón del Big Sur. Apasionado de la programación desde niño, vendió hace algo más de una década su start-up para la protección y distribución de videojuegos vía Internet por cifras nada despreciables. Hace apenas días, en un sector que no es el suyo, desafiaba y se imponía a 4.000 genios -matemáticos y gurús varios, estadounidenses, rusos, chinos, etc.- en un certamen organizado en Silicon Valley para desarrollar innovación en la conducción autónoma. Esto es, inteligencia artificial en vena. A él y a otros muchos como él se refirió el pasado jueves el ministro de Energía, Álvaro Nadal, en la fiesta de presentación de La Información.

Entonces, el también titular de Agenda Digital puso en valor el esfuerzo de dos generaciones para situar hoy a España en la rampa de lanzamiento de la revolución digital. Dos generaciones que, euro a euro, dotaron al país de la competitividad que no tenía y levantaron el retraso estructural que maniataba a España en los años 50 y 60. Sin citarlo expresamente, lamentó también Nadal que el "problema político" creado por la Generalitat de Carles Puigdemont pueda hacer que España pierda de nuevo el tren de los tiempos y termine empobreciéndose y cayendo en los mismos agujeros que en los siglos XIX y XX. Un llamamiento casi desesperado, en suma, para que nada distraiga de las políticas económicas que toca implementar. Economía real, la de Torrubia, y teórica, la de Nadal, perfectamente engrasadas.

Por desgracia, la familia del que esto escribe es desde años paciente del Instituto de Microcirugía Ocular (IMO), la clínica barcelonesa que el doctor Borja Corcóstegui ha elevado a las alturas de prestigio, hasta el punto de justificar un viaje no solo de madrileños, vascos o andaluces, sino de árabes o asiáticos, entre otra clientela con la que es habitual compartir café. El pasado mes de julio, el IMO daba cuenta de los avances del primer paciente que, invidente desde hace 30 años, ha recibido una prótesis biónica -el chip de retina Iris II- que le permite localizar objetos y empezar a distinguirlos. El programa, que incluye a otros nueve pacientes europeos, se desarrolla también en centros de Francia, Alemania, Reino Unido y Austria. Todo un ejemplo de vanguardia en una disciplina de conocimiento y valor añadido.

Además del IMO, otras instituciones médicas -en otras especialidades- han hecho fortuna en Cataluña y están, a todas luces, en esa rampa de lanzamiento de la que hablaba el ministro. No es difícil tampoco rastrear otros sectores económicos en los que, en estas últimas décadas y bajo el paraguas del milagro económico español, Cataluña ha abrazado las vanguardias mundiales. ¿Pueden mantener todas esas empresas -que a fin de cuentas son empresas- ese impulso investigador e innovador fuera del marco de seguridad jurídica que aporta la Unión Europea? ¿O las que viven de cara al público retener desde una economía situada fuera del euro a una clientela 'premium', que dispone de otras alternativas a lo largo y ancho del globo?

La despreocupación de Puigdemont y su banda respecto a la salida de empresas, incapaces de entender que detrás vendrán los centros operativos y el empleo, oculta incluso un debate de mayor calado y mayor dimensión histórica. Cataluña se juega en las proximas fechas perder o no el tren de la revolucion tecnológica. También el conjunto de España afronta ese partido. Sencillo de entender. Por eso, La Información, que renació el jueves -con nuevo diseño y equipo- para ser un referente de la información económica, no es neutral en la defensa de la Constitución y del Estado de derecho. Detrás de esos conceptos vienen la seguridad jurídica, la inversión empresarial, la innovación, la competitividad y el bienestar social. En suma, el futuro.

El jueves, en Madrid, Accenture desarrollaba su convención anual. Basta tomar un café con su presidente, Juan Pedro Moreno, para que aparezcan términos como Industria 4.0 -que prefiere llamar X.0, porque no se sabe hasta dónde puede llegar-, inteligencia artificial o blockchain. El lunes pasado, igualmente, los amigos de Deusto, con Iñaki Ortega a la cabeza, presentaban un ambicioso Programa de Innovación en Ciberseguridad en el que se abordaran fenómenos como el big data o las ciberfinanzas. La economía real, la que a diario ya se vive en las empresas o en jornadas y seminarios en foros de Madrid, Barcelona, etc., camina lejos la senda que le preocupa a quienes solo piensan en levantar fronteras. Cuando Torrubia corre por la Playa de San Juan e intuye cómo aplicar un método rompedor para derrotar en su casa a los 'federer' de las matemáticas, lo último que pasa por su cabeza son muros. Y muros son lo último que debe encontrarse.

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