OPINION

¿Y Sánchez nos va a sacar a la calle con este caos estadístico?

Fernando Simón
Fernando Simón
EFE

“No es del Primer Mundo”. Así se refería este jueves Miguel Sebastián, inesperado gurú en esta crisis y poco dudoso en su afiliación política, al desempeño estadístico del Ministerio de Sanidad -bien escoltado por las comunidades autónomas- a resulta de los contagiados y fallecidos por el coronavirus. En efecto, el descontrol es tal que la incorporación esta semana a las series de los casos detectados por test rápidos o PCR, que han empezado a hacerse masivamente, ha dinamitado la serie histórica y, lo que es peor, hace imposible adoptar cualquier medida política basada en criterios técnicos y guarismos fiables. El Gobierno habla de tomar decisiones dentro de un proceso dinámico. La oposición, directamente, de improvisación. De lo que no hay duda ya es de que la gente va a salir a las calles sin poder fiarse de que la pandemia esté bajo control. La sensación de desgobierno en los números es tal, que Pedro Sánchez y su gabinete, en realidad, van a pedir a la ciudadanía un acto de fe ante el hundimiento económico.

Para empezar, la sensación al cotejar los datos de la semana es que, hasta ahora, apenas habíamos atisbado una parte de la fotografía. Véase, la de contagiados -y fallecidos- con síntomas que acudían a hospitales para ser tratados y algunos enfermos puntuales que pasaban la enfermedad en sus hogares. En ese escenario, la curva se iba doblegando de forma consistente, hasta aportar crecimientos de los casos por debajo del 2%, todo un aldabonazo en la pelea por erradicar la enfermedad y, sobre todo, acabar con el confinamiento de manera gradual. La cosa, empero, siempre tuvo un punto oscuro. Esto es, una tasa de letalidad superior al 10% que no se compadece bien con los porcentajes de un dígito bajo que hemos visto hasta ahora en los países asiáticos que pasaron antes por el mismo trance. Obviamente, el ‘fallo’ está en el denominador de la división, es decir, en la infravaloración de los casos que no han sido aflorados y que han pasado la enfermedad de forma asintomática.

La incorporación de los PCR y los test rápidos vendrá a aportar una mejor comprensión de la situación, desde luego desde el punto de vista sanitario. Sin embargo, tendrá implicaciones políticas. No es casualidad que, en cuanto la curva empezó a reflejar ese escenario y los porcentajes a subir, el Ministerio empezara a segregar los datos (ahora ofrece en la estadística hasta tres columnas diferentes) y la cara visible del Ejecutivo, Fernando Simón, hablara abiertamente de “garantizar la separación de casos”. El nerviosismo ha alcanzado cotas delirantes en la comparecencia de este viernes, cuando el quinteto de técnicos ha comparecido con media hora de antelación a la publicación del informe diario. Es más, una vez aportado éste, los datos de nuevos muertos y contagiados sumados a la cifra del jueves no casaban con el número final facilitado por el Ministerio. Un despropósito de proporciones isabelinas que urge la intervención en primera persona del presidente del Gobierno para desfacer el entuerto.

La cuestión no es baladí. Como bien dice el propio Simón -¡qué magnífica imagen de solvencia en la crisis del ébola y qué papelón le toca jugar en este vodevil de cifras!-, “si los datos tienen demasiadas distorsiones es difícil apoyarse en la información real y la ciencia para poder tomar decisiones”. Sánchez tiene que decidir antes del día 26 si prorroga el confinamiento y en qué condiciones. Por ejemplo, ¿podrán salir los niños a dar paseos acompañados de adultos en los próximos días, como viene deslizando el Ejecutivo? Difícil dar luz verde a un movimiento de semejante alcance sin datos sólidos que lo respalden. Es duro que, cuando el debate debería estar en el umbral técnico de contagios a partir del cual pueda plantearse una salida gradual del confinamiento, el drama se sitúe en la poca calidad de los datos, a la sazón un ‘must’, un mínimo exigible.

En este punto, es imposible no acudir a los problemas que presenta un Estado sometido a la tiranía de 17 comunidades autónomas, cada una con sus propios intereses. Es evidente que el Gobierno no ha dado respuesta -ni real ni estadística- a las muertes de tantos miles de ancianos en las residencias o en sus propias casas. Por mucho que Sanidad remita a la falta de diagnósticos para no incorporar esos fallecidos en los listados oficiales, el propio Ministerio admite en su análisis diario de mortalidad un exceso general cercano al 70%, que en algunas comunidades como Madrid supera ampliamente el 200%. ¿Alguna causa habrá para explicar ese desbordamiento? Mirar para otro lado no solo no explica el fenómeno, sino que alienta las especulaciones sobre otros intereses. Sin ir más lejos, la causa de defunción será el salvoconducto futuro para posibles reclamaciones ante una eventual falta de diligencia de instancias públicas o privadas. Tampoco sería de recibo -y es mejor ni siquiera pensarlo- que algunas autonomías estén utilizando los números como medida de presión para otros conflictos en apariencia olvidados. Los españoles no se merecerían una guerra política más sobre semejante aluvión de muertos.

Nadie saldrá de está crisis igual que entró. En tiempos de tanta incertidumbre, y en la que toca asumir parte de ‘ensayo y error’ en las decisiones de nuestros gobernantes, necesitamos dotarnos de certezas allá donde podemos tenerlas. Es imprescindible reducir el inherente margen de error que una situación como esta provoca en el quehacer de los dirigentes y, para ello, la fiabilidad de los números es más importante que nunca. ¿Se imaginan al presidente del Gobierno explicando a los españoles en el arranque de mayo que levanta el confinamiento parcialmente con más casos de contagios sobre la mesa que cuando supuestamente empezamos a doblegar la curva, allá por principios de abril? ¡Puede ocurrir! “No dispongo de datos”, apuntan a menudo los técnicos que cada mañana salen a dar la cara para explicar la evolución de la pandemia. Es hora de que los tengan... y los ofrezcan.

Mostrar comentarios