Libertad sin cargas

¡Cuerpo a tierra! El Risk de Redondo y Sánchez deja España sin liderazgos

¡Cuerpo a tierra! El Risk de Redondo deja España sin liderazgo empresarial y social
¡Cuerpo a tierra! El Risk de Redondo deja España sin liderazgo empresarial y social.
Nerea Bilbao

“Aquí solo manda uno. Aquí manda Pedro Sánchez”. La reflexión del valido del presidente, Iván Redondo, lanzada nada más arrancar la legislatura, ha recorrido y se ha asentado en las dependencias de La Moncloa como una verdad inmutable. Normal, cabe argumentar. Sin embargo, esa consideración también ha permeado los muros del complejo en los últimos tiempos hasta aceptarse sin réplica en los entornos políticos y empresariales más conspicuos. Escribía el propio Redondo allá por julio de 2017, en su The War Room: “Sánchez mide sus apariciones. Empatiza tendiendo la mano a todos. Gestiona perfectamente sus propios tiempos. Delegando ampliamente en su equipo. No tiene nada que ver con el de 2014. Ha aprendido a vivir bajo un principio muy importante en la política profesional: menos es más”. Hoy, un lustro después y desde la presidencia del Gobierno, ni siquiera necesita aparecer. Su sombra, el interés del presidente, es suficiente para condicionar cada movimiento político y operación empresarial. De hecho, nadie se atreve a tomar posiciones en el mapa económico nacional sin pasar por ventanilla y obtener un resguardo en la Avenida Puerta de Hierro. Como ilustres estrategas, Sánchez y Redondo han ido ganando territorios en su particular Risk. Hasta el punto de difuminar otros liderazgos sociales, políticos y económicos.

Para empezar, el silencio en el Ibex es ensordecedor. Otrora implicado en la reconstrucción del país a través del Consejo Empresarial para la Competitividad, hoy prefiere no salir en la foto. Todos comparten -faltaría más- las fastuosas galas que promueve el Ejecutivo para presentar su enésimo programa económico, pero a la mínima aprovechan para marcar distancias. La realidad, solo confesada tras mesa y mantel, es que nadie se fía ni de Pedro Sánchez ni de los manejos de su asesor de cinco estrellas. Sánchez Galán, de lejos el más astuto y el que mejor hoja de servicios presenta en forma de gestión, ha encontrado cobijo en la proximidad de Teresa Ribera y esa es la relación que se esfuerza en mimar. Suficiente para lograr que el ‘fondo salvavidas’ de la factura renovable golpee sin piedad a los Repsol -ay Brufau- o Naturgy… mientras Iberdrola se aleja silbando. En Moncloa esgrimen sin rubor que su hombre de confianza en el Ibex es el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, un aserto que poco favorece al ejecutivo madrileño pero difícil de desmentir a la vista de episodios como el ‘affaire Prisa’. No por casualidad se busca su pluma para glosar el libro actualmente en marcha sobre la figura del propio Redondo. Sánchez, en suma, ha sabido como nadie atenazar a un colectivo regulado, con los balances en los huesos y necesitado de fondos europeos.

La opa de IFM sobre Naturgy, sin ir más lejos, no solo ha puesto de manifiesto la fiscalización de Moncloa sobre el árbol genealógico empresarial, sino también la relación de incontestable subordinación de ministerios en otro tiempo poderosos respecto a los designios del dragomán de Moncloa. Por ejemplo, mientras Calviño busca fórmulas para sacar adelante el proyecto -ya ha sido avisada del ‘efecto rebote’ que un veto puede provocar en las grandes corporaciones españolas radicadas en Australia- o Ábalos trata de decidir qué le conviene más políticamente, Redondo asegura a quien quiere escucharle que no ve “esa opa”. Y lo argumenta en términos de soberanía estratégica, presumiendo de una versión transversal de la que carecen los ministros. En román paladino, lo que quiere saber realmente el conspicuo consultor es quién va a mandar en Naturgy cuando las balas dejen de sonar y el polvo se esfume. Ahora tiene claro que el hilo directo es con Caixa. ¿Qué pasaría si la entidad catalana sale del capital? ¿Y si vende un porcentaje pequeño? Esas son las hipótesis que necesita aquilatar Moncloa para avalar o no el movimiento. Su aproximación no es la del análisis de una operación empresarial, sino ante todo un ejercicio de poder. Y no hay un ministro capaz de frenar esa locomotora.

No será fácil para Sánchez surfear una situación económica que empeorará sin remedio a lomos de las quiebras de empresas, ERTEs convertidos en ERE y una montaña de déficit y deuda

En esta línea, tampoco encontrarán liderazgos sociales que alcen la voz en estos tiempos. Y es que uno de los grandes logros del tándem Sánchez-Redondo ha sido imbricar en el propio Ejecutivo a Podemos, a la sazón quien más quebraderos de cabeza podría generarle con demandas a pie de calle. Aseguraba recientemente el estratega donostiarra sentir “una gran admiración intelectual y conceptual” por Pablo Iglesias. Y remataba su particular abrazo del oso: “Somos amigos mucho antes de compartir un gobierno de coalición y progresista”. No hay que ser un observador demasiado sagaz para enlazar la ofensiva de Podemos a resultas de cualquier cuestión social -desde la vivienda a las pensiones pasando por el ingreso mínimo vital- como una necesidad de reivindicarse y no subsumirse en la maquinaria de comunicación de Moncloa. Claro que, al final del día, todos los afectados saben que resulta arduo marcar el paso de las reclamaciones sociales cuando se comparte cama con quien tiene que acceder a ellas. De ahí que el permanente ruido generado por las broncas ministeriales entre ‘podemitas’ y socialistas apenas haya despeinado a Sánchez, que siquiera se ha pronunciado de pasada -y con cierta condescendencia- sobre la cuestión. Como le habrá dicho Redondo, “hay que dejar vivir a esos chicos, que se desfoguen”. Al final, son necesarios para la aritmética. En todo caso, los dos son plenamente conscientes de que la ‘bomba Podemos’ está desactivada.

En este mapa de tierra quemada, solo falta una pregunta por responder. Porque más allá de difuminar otras voces y escorar con éxito los planteamientos más críticos, el poder debe ejercerse con algún fin. Y actualmente es abstruso definir el sustrato y el proyecto político de Sánchez al margen de generar las condiciones para repetir al frente del Gobierno. Por eso, y siguiendo los consejos del propio Redondo, toca ahora congelar la partida e introducir el factor tiempo. “El consenso en estrategia suele ser unánime en este punto -escribía el asesor de Sánchez-. El jugador político que mueve ficha antes suele tener una ventaja temporal que rompe el equilibrio institucional, político, electoral y por qué no, demoscópico. Nada que objetar. Pero lo que determina realmente las victorias tiene más que ver con la estructura que uno construye en silencio y con el espacio del que se va apoderando políticamente”. En eso están en Moncloa. Con tanto acierto que han llevado a la oposición al límite de la refundación, cambio de sede mediante. De hecho, el PP aparece tan arrinconado que pasa el día dando explicaciones en vez de 'vender' una alternativa de gobierno.

Eso sí, nada está resuelto. Redondo sabe bien que hay ángulos ciegos que ahora no vemos, voces que de la nada pueden impactar en la escena. “Esta es una de las grandes lecciones de la política líquida de nuestros tiempos (…) Ni sobre representar ni subestimar, por lo tanto. En castizo: todo lo que hoy es fuerte en las encuestas puede ser débil mañana. Todo lo que sube puede bajar”, explicaba el jefe de gabinete de Presidencia recordando a Zygmunt Bauman. No será fácil para Sánchez, por ejemplo, surfear una situación económica que empeorará sin remedio a lomos de quiebras de empresas, ERTEs convertidos en ERE y una montaña de déficit y deuda. En los juegos de estrategia como el Risk siempre hay enclaves pequeños, en apariencia baladíes, donde los más apurados se refugian silentes para resistir y esperar su momento. A la península de Kamchatka, uno de esos lugares ideales para refugiarse cuando vienen mal dadas, dedicó el argentino Marcelo Figueras un libro y un guión de cine, convertido en película de la mano de Ricardo Darín. Antes de ser ‘desaparecidos’ por la dictadura argentina, la última palabra que unos padres recuerdan a su hijo antes de separarse para siempre es precisamente esa: Kamchatka. Una enseñanza de vida, un paraje para aguantar y, desde las sombras, prosperar. 

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