Libertad sin cargas

De disoluciones y emulsiones, o cuando entre Sánchez y Galán falló la química

Pedro Sánchez Ignacio Sánchez Galán
Ignacio Sánchez Galán y Pedro Sánchez.
Europa Press

"En la política pasa igual que en la química -explicaba con su brillantez habitual Alfredo Pérez Rubalcaba, a la sazón químico de formación-.  Semejante disuelve a semejante (…) Por eso las coaliciones entre semejantes son muy complicadas y, a veces, son mejores las coaliciones entre complementarios. Al final a la política le gustan más las emulsiones que las disoluciones". Hubo un día, empero, en que dos semejantes vivían una extraña luna de miel, quién sabe si una feliz conjunción de intereses. Es más, no era extraño ver a Ignacio Sánchez Galán en la primera fila de los actos que Pedro Sánchez convocaba a mayor gloria propia, ya fuera para vender la recuperación económica, el éxito de la lluvia de fondos europeos o la España del año 2030, con o sin la bandera a sus espaldas, con o sin el piano de James Rhodes como telón de fondo. Se decía entonces que dos eran los empresarios de cámara de Moncloa, uno de ellos el poliédrico presidente de Iberdrola, que a diferencia de otros colegas del Ibex sí puede presumir de una rutilante gestión de la compañía, un ejemplo de desempeño tanto en casa como allende nuestras fronteras. La etiqueta, sin embargo, casaba mal con el ejecutivo salmantino, más bien un duro de pelar como bien pueden atestiguar las paredes en ACS.

Todo cambió, no obstante, con la escalada hasta la estratosfera del precio de la luz. Los informes que Teresa Ribera hizo llegar a la Avenida Puerta de Hierro pronto certificaron una realidad que Sánchez nunca hubiera querido ver: el precio de las diez horas más caras de la electricidad allá por mediados de septiembre lo había fijado la hidráulica, que a la sazón había marcado precio en el 75% de las ocasiones. En román paladino, en un modelo de subasta marginalista en el que la última tecnología fija el precio para todas, y en el que a menudo las renovables no alcanzan para cubrir toda la demanda, la generación hidroeléctrica había entrado en liza ajustando su precio justo por debajo de los ciclos combinados, que precisan para funcionar de un gas cuyo coste también está disparado. Sencillo, no hay más que hacer cuentas y maximizar el beneficio. Legal, pero insolidario, se lamentaban desde el Gobierno, como si las empresas tuvieran vocación de ONG. Y con un responsable principal, véase Galán, el rey de los embalses. Éste, aunque Moncloa prefiera no recordarlo, ya había sentido que un guante le rozaba la cara a finales del pasado año, cuando el Ejecutivo lanzó el Fondo de Sostenibilidad para sacar la factura renovable del recibo de la luz y trasladarla a los grupos energéticos.

Con las espaldas en todo lo alto, Sánchez viajó a finales del citado mes de septiembre a Nueva York con objeto de asistir a la Asamblea General de Naciones Unidas. En un foro paralelo, debía compartir mesa redonda con conspicuos empresarios y debatir sobre la agenda trasatlántica; entre los asistentes, el presidente de Iberdrola. Sin embargo y contra todo pronóstico, el jefe del Ejecutivo prefirió mandar un mensaje a su otrora ‘amigo’ y envió en su lugar al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Cuentan fuentes conocedoras del episodio que Galán buscó por todos los medios durante esos días cerrar un encuentro privado con el líder socialista con el afán de tender puentes. Incluso añaden que la negativa del político a mantener ese cara a cara incendió al empresario. Quienes le conocen bien, no obstante, dejan claro que el desaire, por encima de todo, le habría ayudado a interpretar mejor un guion que ya no contemplaba el acuerdo y a identificar su participación en una cacería en la que él mismo se había convertido en el primer premio, en la cabeza a exponer sobre la chimenea. A partir de ahí es cuando las razones económicas desaparecen y empiezan a pasar otras cosas.

Arranca octubre y en pleno fin de semana una noticia irrumpe a bocajarro. Antonio Miguel Carmona, el mediático exconcejal socialista en el Ayuntamiento de Madrid, ficha por Iberdrola como número dos en España. Fuentes próximas al proceso aseguran que el ilustre economista había metido termómetro para sondear su futuro en el partido ante la inminente renovación de los órganos de gobierno de la formación en el Congreso de Valencia. ¿Tendría hueco? “Por encima de mi cadáver”, descerrajaría Sánchez, que no hace prisioneros y siempre le encontró en el otro bando, de Tomás Gómez a Susana Díaz. En el otro extremo de la balanza, la propuesta de Galán, cuya relación con Carmona es de largo aliento. ¿Por qué llamarle a filas ahora? En esencia, porque el presidente de Iberdrola también identificó de forma cartesiana tras el plantón de Nueva York que la batalla ya no era económica, sino una crisis política. Y para librarla necesitaba políticos. No es casualidad que uno de los primeros movimientos de Carmona haya sido desmantelar todos los procesos abiertos en la casa para la contratación de director de Comunicación y apostar para el cometido por José Luis Fernández, el histórico ‘Chunda’, jefe de Prensa de José Bono tanto en su etapa en Castilla-La Mancha como en su periplo madrileño. “Carmona no representa a la dirección actual del partido”, corrió a desmarcarse Ferraz entre críticas de sus propios socios de Podemos por unas puertas giratorias mal entendidas. El rejón de Galán no solo había dolido sino que había dejado un mensaje claro: la guerra va a librarse con toda crudeza… y no voy a perder solo.

La puntilla se produce apenas días después, el 19 de octubre. Iberdrola no acude a la subasta de renovables lanzada por el Ministerio de Transición Ecológica, un ataque devastador a la línea de flotación del ‘giro verde’ que enarbola como uno de los mantras de la legislatura el tándem Sánchez-Ribera. Por si fuera poco, tampoco Endesa comparece, una decisión tras la que el sector detecta movimientos de Galán en torno a la patronal europea y a Enel, a fin de cuentas propietaria de la otrora firma estratégica española, a la que ha exprimido sin duelo vía dividendos. Cierto o no, nada se explica ya en el mercado sin la ‘mano negra’ de la eléctrica vasca. Días antes, el propio Sánchez se tienta la ropa y manda un mensaje más conciliador, abriendo la posibilidad de suavizar el ‘hachazo’ a las eléctricas. No es casualidad que lo haga justo después de que el PNV irrumpa en el debate, exprese su inquietud por la inseguridad jurídica generada para el sector industrial con las medidas y reclame una vuelta atrás en la normativa. No se olvida en Moncloa que el concurso de los independentistas vascos es imprescindible para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, ya en tramitación, y para la buena salud de la coalición de gobierno, en horas bajas por la última polémica sobre la reforma laboral.

Como conclusión, el pasado martes el Consejo de Ministros aprobaba un real decreto ley que rectificaba el texto que en septiembre abrió la caja de los truenos al detraer 2.600 millones a las compañías eléctricas por los llamados ‘windfall profits’. Ahora, las empresas se librarán del ‘hachazo’ si demuestran que no venden en el ‘pool’ y no se han aprovechado de la subida del gas, y sí a través contratos bilaterales a plazo. Todo un salvavidas para las cuentas de resultados del sector, que podrá justificar en muchos casos esa operativa. La victoria de Galán, que no es pírrica, debe en todo caso gestionarse. Pocas veces el regulado saca tan groseramente los colores al regulador… y sale indemne. El ‘pacto de Nueva York’ que nunca se produjo hubiera permitido al presidente de Iberdrola pactar una derrota más sanadora a corto y medio plazo. No tiene que mirar muy lejos Galán para ver a su amigo Carmona y saber que Sánchez está hecho de su misma pasta de su ‘killer’. Y hasta que se demuestre lo contrario el BOE sigue estando a su merced. Descartada ya una estimulante emulsión, solo quedan por saber los plazos para la disolución. Es lo que sucede cuando falla la química.

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