OPINION

'Do not forsake me': Calviño, sola ante el peligro

Nadia Calviño
Nadia Calviño
Europa Press

“Do not forsake me, oh my darlin’, on this our weddin’ day” (No me abandones, mi amor, en este, el día de nuestra boda). El mítico vaquero Tex Ritter acompañaba con esos no menos legendarios versos de Dimitri Tiomkin el angustioso periplo de Gary Cooper (Will Kane) por Hadleyville, el pueblo donde ejerce como sheriff y en el que ha contraído matrimonio con una jovencísima Grace Kelly (Amy). Cooper/Kane acaba de enterarse de que Frank Miller, un forajido al que encerró y ha salido de la cárcel, vuelve en busca de venganza. Mientras los minutos corren sin duelo y un sudor frío que llega a palparse recorre su frente, el transido sheriff visita las casas de los vecinos en busca de una mano amiga que nadie está dispuesto a ofrecerle. Ni siquiera su propia esposa entiende que no huya y se quede para afrontar su destino. Como ya sentenció John Wayne en ‘Stagecoach’ (La diligencia, 1939), “hay cosas de las que un hombre no puede huir”. Solo Katy Jurado, en su papel de Helen Ramírez, comprende el torbellino de emociones que le asalta. Una pena que su historia, la historia de amor de ambos, esté muerta y enterrada. ‘High Noon’ (Solo ante el peligro, 1952) no solo es un clásico de Fred Zinemann o, para muchos, uno de los mejores alegatos contra el macartismo. Se trata, por encima de todo, de una película fieramente humana.

Salvo por las cartucheras y la estrella al pecho, el episodio no parece muy distinto del que tendrá que afrontar en los próximos meses la hasta ahora ministra de Economía, Nadia Calviño. Cuando Pedro Sánchez aprovechó el debate electoral del 4 de noviembre para anunciar su intención de confiarle una vicepresidencia en su eventual gobierno, muchos se tentaron la ropa y buscaron explicaciones. Algo chirriaba. No en vano, Moncloa había deslizado 'sotto voce' durante los últimos meses de legislatura que, aunque quería igual a mamá y a papá, María Jesús Montero era un auténtico “animal político” llamado a grandes cosas en el nuevo proyecto socialista. Sus aceradas intervenciones en el Congreso avalaban su inevitable ascenso. Se daba por hecho. Además, a fin de cuentas, Calviño no deja de ser un ‘outsider’ dentro del partido, más cerca de la tecnocracia de Bruselas que del aparato de Ferraz. Al punto que, no sin cierta maldad, algún cuadro del PSOE desliza cuando procede que la ‘teco’ gallega bien podría ser un ministro de Economía del PP, vistas sus ideas poco heterodoxas y dispuestas a pasar por liberales.

Las reacciones de Podemos o Más País al anuncio no fueron diferentes de la que apuntaron los guardianes de las esencias del PSOE de Sánchez. Como publicó este diario, ambas formaciones interpretaron la designación como un claro giro a la derecha y un guiño a los poderes económicos y empresariales. “Se da mas peso a la ortodoxia, al elegir a alguien que dificultó el acuerdo para regular el mercado del alquiler”, se insistía desde el partido de Pablo Iglesias, recordando igualmente que la apuesta de la ministra por la mochila austriaca, que le enfrentó con la propia Magdalena Valerio, se plasma “de una manera que no funciona ni en Austria, ya que descarta que la carga de la misma recaiga sobre las empresas y sí sobre los trabajadores”. Tras el preacuerdo de Gobierno, muchos de los incrédulos se golpearon la cabeza como si, de un día para otro, hubieran entendido todo. “Claro, Sánchez se estaba curando en salud con el acuerdo en el bolsillo para mantener la economía dentro de la ortodoxia y no soliviantar al Ibex", reflexionaban. La pregunta que queda es, no obstante, ¿hasta dónde está dispuesto a ceder el inquilino de Moncloa? ¿Más allá de lo que le gustaría a la futura vicepresidenta?

Y es que el PSOE no tiene que hacer mucha memoria para recordar una desafección de este tipo. No hace demasiado tiempo que la sufrió en toda su crudeza, con resultados devastadores. José Luis Rodríguez Zapatero, un peso pluma en economía y un político percibido por los mercados como su enemigo público número uno, confió la economía en 2004 a Pedro Solbes, entonces defensor de la pureza económica y, además, con predicamento en el aparato del partido. Zapatero, que al final con quien tenía confianza y a quien seguía a pies juntillas era a Miguel Sebastián y su Oficina Económica, mucho más disruptivos, terminó generando tal hastío en el de Pinoso que éste no dudaba en llorar sus penas en cada esquina. Corría el mes de febrero de 2009 y en un foro del diario 'ABC', su entonces director Ángel Expósito preguntó con tino y habilidad al exvicepresidente económico qué envidiaba del saliente ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, enfangado en cacerías con Baltasar Garzón. “Su condición de ex”, se sinceró el político alicantino ante las risas, la sorpresa y la compasión de propios y extraños. El tiempo de descuento de Solbes al frente de la economía de Zapatero, debate electoral con Manuel Pizarro incluido, es ya historia de una relación rota… con grave impacto en los mensajes que se trasladaron a la ciudadanía en plena crisis económica.

Desde luego, el atronador silencio sobre cuestiones clave, como el futuro de Bankia, no auguran nada bueno en este nuevo 'round' del PSOE. Se hace difícil pensar que las huestes de Iglesias van a bajarse de un burro que vienen cebando desde hace años y que lleva marcado a fuego el hierro de la banca pública. Es muy fácil -y demagógico- abrazar el discurso del rescate a la banca y la devolución de las ayudas... y bastante más difícil e impopular recordar que también se rescató a los depositantes, que en muchos casos no podían afrontar sus deudas. En este punto, sería dramático para el país e inmerecido para el damnificado que el ingente trabajo llevado a cabo en estos años por José Ignacio Goirigolzarri para sanear la entidad tuviera un final abrupto. En consecuencia, por mucho que el compromiso anunciado sea un documento de mínimos plagado de generalidades, ya tarda algún dirigente del PSOE en establecer las líneas rojas que sirvan para tranquilizar a sectores que han perdido miles de millones de capitalización por la mera incertidumbre. No es solo la banca. Lo mismo sucede con la hipotética creación de una empresa eléctrica bajo el control del Estado, un mantra de Podemos para acabar con la pobreza energética y del que sigue haciendo bandera incluso después del acuerdo. 

Calviño, como Gary Cooper, va a encontrarse con muchos portazos en los próximos meses. Es posible que hasta Sánchez, cual remedo de Grace Kelly, le vuelva la cara y le niegue el saludo en momentos críticos. Puede incluso que haya días en que piense en subirse al caballo y huir, rumbo a pueblos más pacíficos donde ya haya llegado la civilización y algún banco -como por ejemplo el Banco Mundial-. Sin embargo, su rapidez para desenfundar es clave con tanto forajido suelto, el más peligroso con visible coleta. “Kane estará muerto en media hora. Y nadie va a hacer nada para evitarlo. Pero cuando muera está ciudad morirá también, puedo sentirlo”, lamenta Jurado antes de tomar el ferrocarril para huir de un destino que ya no es el suyo. Algo del marco jurídico y económico que se ha construido en España durante décadas también morirá si Calviño claudica en su esfuerzo. “¿Qué clase de mujer es usted? ¿Cómo puede dejarle así?”, implora Ramírez a Amy en la hora decisiva. Toca reflexionar. Y como en una película de hace 70 años se permiten los ‘spoilers’, Sánchez debe quedarse para disparar, aunque sea desde una ventana rota. Después, el pueblo saldrá a festejarlo. Y es entonces cuando tocará tirar la estrella de cinco puntas y subir a la diligencia. Con el trabajo hecho. Hasta entonces, palos en las ruedas, los justos.

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