OPINION

El dúo Sánchez-Iglesias, la demonización de la banca... ¿y otro lobby del Ibex a la vista?

La política muchas veces son sensaciones. Y una de la más poderosas en estos momentos es que los partidos están en precampaña electoral. La interminable crisis catalana, la salida de piezas clave del gabinete Rajoy, el frenazo presupuestario y hasta la resurrección de la Gürtel parecerían hablar de un final de ciclo para el PP... otra vez. Sin embargo, la realidad es que para los próximos comicios hay que esperar hasta 2019 y, de hecho, las elecciones generales no serán hasta 2020 salvo impensable adelanto. La parte buena del cambio de tercio es que las principales formaciones vuelven a enseñar la patita en temas económicos... dejando claro que para algunos no pasa el tiempo y, de paso, mostrando sin reparos sus vergüenzas.

Sin ir más lejos, el PSOE de Pedro Sánchez ha puesto sobre la mesa esta semana la posibilidad de crear un impuesto a las transacciones financieras -la denominada tasa Tobin-, así como un tributo específico sobre los beneficios de la banca del 8%. Eso sin contar su intención de elevar el tope sobre las bases máximas de cotización a la Seguridad Social, sin mencionar en ningún momento el destope de las pensiones de jubilación. Para no ser menos, Pablo Iglesias se subía al carro y Podemos planteaba apenas días después subir un 10% el Impuesto de Sociedades a las entidades financieras que tengan beneficios. Sería lo justo después del rescate al sector, aseveró con su habitual trazo grueso.

¿Conclusión? En apariencia, tanto PSOE como Podemos tienen clara la receta: el futuro pasa por más impuestos y por señalar a sectores concretos, en este caso la banca, para sufragar los desajustes. Un argumentario que recuerda demasiado a épocas no tan lejanas, cuando José Luis Rodríguez Zapatero no solo miró desde el primer minuto a los bancos por encima del hombro, sino que les recordó a la menor ocasión que no era "momento de grandes beneficios", sino de "apoyar el crédito y la financiación de las empresas y las familias". Un proceso de demonización populista que encontró respaldo argumental en el rescate financiero -cuando esencialmente lo fue de las politizadas cajas- y en las propias fallas del sector. Incapaz de identificar que las reglas del juego habían cambiado y que buena parte del partido se jugaba en el terreno de la reputación, los Botín, FG o Fainé vieron cómo preferentes o desahucios terminaron de dinamitar su imagen.

Sánchez, que en su segunda vida ha cultivado un perfil más próximo al 'establishment' en la saga catalana, amenaza con descarrilar a los ojos del Ibex, que hace tiempo considera al PP de Rajoy amortizado pero que no encuentra plan B. Y es que la banca puede ser solo el vecino que haga que otros sectores pongan sus barbas en remojo. En aquella época en la que Podemos marcaba la agenda a Sánchez, no faltaba quien ya veía a los grandes ejecutivos de las compañías eléctricas desfilando por comisiones de investigación en el Congreso a resultas de lo elevado del recibo de la luz. Otro descenso a los infiernos reputacionales que, con el déficit de tarifa disparado, culminó con el recordado programa de Jordi Évole en el que el presidente de la patronal (Unesa), Eduardo Montes, daba su visión sobre las deficiencias del mercado energético. En alguna compañía todavía tiemblan al recordarlo.

En este marco, es natural que, como avanza hoy este diario, en torno al presidente de la Camara de Comercio de España, José Luis Bonet, se haya intentado en los últimos tiempos poner en marcha iniciativas para resucitar un remedo del desaparecido Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC). Aquella instancia, entonces liderada por los Alierta, Botín y Fainé, permitió -aunque no con consenso general- aportar una única voz para empresas cuyas problemáticas no están representadas en organizaciones como CEOE y que tradicionalmente tendían a resolver sus cuitas directamente con los ministerios implicados. Todo al tiempo que se apoyaba la recuperación económica y se abonaba una hoja de ruta única para el país. En este punto, nada que avance en prestigiar sectores en los que amenaza tormenta parece una mala idea de partida.

Entretanto, el PP puede sacar un buen botín de esa marejada. Focalizado en su público potencial, véase los pensionistas, ha puesto en marcha una suerte de 'jubilación a la carta' que tiene sentido, puede encontrar los apoyos necesarios y que deja claro en qué cesta quiere el partido poner los huevos. De hecho, medidas con impacto más inmediato en el voto, como subidas de las pensiones más alla del 0,25% con el que ahora Bañez martiriza -incluso por carta- a los pensionistas, están en la mente del Ejecutivo en cuanto pueda soltar amarras presupuestarias. Visto lo visto, no es de extrañar que los dirigentes populares aprovechen cualquier comida de trabajo para desahogarse y extenderse en críticas... a Ciudadanos. En el amor y en la guerra, mejor no equivocar al enemigo.

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