Libertad sin cargas

El fantasma de Quevedo se aparece a Casado en la mudanza de Génova

Casado Génova
El fantasma de Quevedo se aparece en la Génova de Casado.
La Información

Pablo Casado no ha sido nunca tímido en elogios a Mario Vargas Llosa, uno de sus literatos de cabecera. Tampoco en loas a Hayek, su referente económico y campeón en la defensa de la libertad individual. Sin embargo, el actual jerarca de los populares debió faltar a clase el día que se abordaron los clásicos españoles y se encargó como lectura obligatoria ‘El Buscón’, de Francisco de Quevedo. Las peripecias de Don Pablos, el vagamundos que sirve de hilo conductor a la obra, culminan con su abandono del país, en busca de mejor suerte y en compañía de su nueva concubina. Todo sea por escapar de la justicia. “Yo vi que duraba mucho este negocio, y más la fortuna en perseguirme, no de escarmentado -que no soy tan cuerdo-, sino de cansado, como obstinado pecador, determiné, consultándolo primero con la Grajal, de pasarme a Indias con ella, a ver si, mudando mundo y tierra, mejoraría mi suerte. Y fueme peor, como v.m. verá en la segunda parte, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y de costumbres”. El literato no hacía más que recordar a Horacio: “Coelum non animum mutant qui trans mare corrunt”. Casado también se perdió esa clase.

Y es que el presidente del PP, en una sublimación de la mejor sinécdoque, ha decidido que el principal responsable de su debacle electoral en Cataluña ha sido… el edificio. Esto es, Génova, 13, sede maldita de la que ahora reniega y que aspira a abandonar a la velocidad del rayo. En efecto, cierto es, ese enclave aún mantiene el tufo hediondo de Bárcenas, de los discos duros reventados a martillazos y hasta de la Gürtel. Es más, sin entrar en los afectos, cualquiera que haya cruzado esas puertas en los últimos años guardará en su memoria el recuerdo de plantas vacías, cajas apiladas y despachos sin inquilino, un desperdicio operativo sin parangón remedo de una época en que la pléyade de cargos públicos ‘populares’ obligaba a reservar espacios -con secretaria- que nunca terminaban de acoger actividad alguna. Como esa casa tan puesta que rezuma falta de vida. Dicho lo cual, también esa sede guarda el regusto placentero de victorias electorales, de trabajo bien hecho, de políticos que han cambiado la historia de España y, sobre todo, de programas electorales que fueron abrazados por los españoles y que, especialmente en lo económico, dieron un vuelco al país de la prestación y del PER.

Revisado un cuarto de siglo después, sorprende la pujanza de la hoja de ruta que el primer Gobierno Aznar planteaba para la España que salía del felipismo de los GAL y la crisis económica. Con edificio o sin él, había un plan. Para empezar, se sugería un diagnóstico que podía aplicarse hoy mismo, apenas modificando levemente los guarismos. “El paro, principal preocupación de los españoles, es el más claro exponente del fracaso de la política económica”, arrancaba el documento. E iba más allá: “El déficit público y su corolario de aumento vertiginoso de la deuda pública constituyen otra prueba de la incompetencia de la política económica del gobierno socialista (…) Hoy, el pago de los intereses de la deuda pública equivalen al coste del sistema sanitario, alcanza la mitad de la cuantía destinada a pensiones y supera ampliamente el total de inversión pública”. La España de 2021, azotada por una pandemia, mantiene a 700.000 trabajadores en ERTE, un contingente ‘encubierto’ de futuros desempleados; supera ampliamente el 10% de déficit y camina hacia una deuda pública del 120% del PIB. Todo mientras el tándem gobernante insiste en acentuar las políticas de gasto mientras que Bruselas no mande parar -que para eso paga- o Calviño aguante el tirón.

Puede que el centro-derecha nunca vuelva a resurgir como lo recordamos en la España posterior al 15-M. No obstante, para quienes añoran una regeneración que ponga el primer término la valía individual falta un discurso por armar.

Continuaba aquel programa electoral, que llevaba por título ‘Con la nueva mayoría’: “Los gastos de pensiones, sanidad o educación no son los que han provocado en España el excesivo débito público. Su causa está en el descontrol y el despilfarro, la duplicidad de la administración, los intereses de la deuda y el mal funcionamiento del sector público”. Desde ahí, la puesta en marcha del llamado ‘circulo virtuoso’ de la economía que incluyó dos reformas fiscales -1998 y 2002- que bajaron los impuestos y alentaron la recaudación vía consumo; un régimen de estimación objetiva -los famosos módulos- que con su ‘tarifa plana’ benefició al autónomo y dio alas al emprendimiento, y una apuesta por las privatizaciones que cambió la faz del entramado empresarial español. Resulta paradójico que Sánchez, en estos días, esté dando la vuelta al modelo para forjar su propio INI de andar por casa a resultas de las ayudas por la pandemia. De Air Europa a Abengoa pasando por Duro Felguera… “Todo el que pida ayudas es bienvenido -parece decir-. En su consejo de administración encontraré acomodo”. Resumiendo, todo clientelismo es poco.

Al final y pasados los años, no hay que ser de ciencias para constatar el impacto de la moción de censura y de unas primarias mal resueltas que terminaron por laminar a cuadros -en algunos casos exministros- que se encontraban en el mejor momento profesional para dar la batalla desde la oposición y ser alternativa. ¿Creen que el PSOE logró sacar adelante su plan para los fondos europeos por su cara bonita? In extremis y con todo perdido, hubo ‘lobbies’ que se movilizaron ante el fiasco que se avecinaba. ¿Cómo es posible que la exministra de Trabajo Fátima Bañez, que lidió ese toro a contrarreloj para la patronal, no tenga encaje en el Partido Popular, a la sazón su casa? No encontrarán un adversario político -incluidos los sindicatos- que no destaque su capacidad de empatía, consenso y disposición para conceder cuando toca en aras a un pacto. Su reforma sigue siendo un clavo ardiendo para el mercado laboral y el pacto sobre pensiones con el PSOE que tenía encarrilado y que la moción dinamitó, el sueño de una noche de verano para Escrivá. ¿Tanto le estigmatiza haber formado parte de otra candidatura? Adecúen el relato para los Nadal u otros perfiles técnicos que han hecho fortuna en la empresa privada o el funcionariado de élite, como Jaime Pérez Renovales (Santander) o Felipe Martínez Rico (BERD), por citar algunos. ¿De verdad que no tenían algo que aportar?

Puede que el centro-derecha nunca vuelva a resurgir como lo recordamos. En la España posterior al 15-M parece haber perdido pie el mérito y el afán por prosperar, postrado de hinojos ante la búsqueda de subsidios y el vivir con lo puesto. Si se trata de igualarnos ‘por abajo’, larga vida a Sánchez, su muleta de Podemos y la ‘tabula rasa’ que ambos quieren implantar, ya sea por ideología real o por perpetuarse en el gobierno. En ese escenario, solo queda hacer las maletas y, el que pueda, mandar a los niños a estudiar a Harvard. Para quienes, por el contrario, piensan que hay una regeneración pendiente, huérfana de un discurso que ponga en primer término la valía individual, falta un discurso por armar. Vox, un partido que ha acaparado la rabia y el desencanto desde un populismo feroz, no ha puesto en el frontispicio de su propuesta un plan económico y fiscal capaz de seducir al electorado por sí mismo. Prima la víscera. El futuro del PP dependerá de su capacidad para encontrar ese hueco, esa autopista liberal que le han dejado expedita las estridencias políticas y la bronca que copan a diario el Congreso de los Diputados y los medios de comunicación. Y para eso, da igual que se radique en la calle Génova o en el Wanda Metropolitano. Lo que hace falta, en esencia, es visión y talento.

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