OPINION

El Triángulo de las Bermudas de la banca y el IRPH

José María Roldán, presidente de AEB.
José María Roldán, presidente de AEB.
EFE

Se sitúa en el Océano Atlántico, entre Bermudas, Puerto Rico y Miami. El denominado Triángulo de las Bermudas constituye un área geográfica mortal, de peligrosidad legendaria, donde embarcaciones y aeronaves de diferentes nacionalidades y características han encontrado un trágico final. Puede que se explique por el notable tráfico que recorre la zona, por las corrientes o desde la simple superstición, pero lo cierto es que ese triángulo equilátero de entre 1.600 y 1.800 kilómetros de lado ha concitado tradicionalmente la atención de historiadores de buena voluntad, teóricos menos altruistas a la caza de un 'best-seller' e incluso de buceadores en busca de la Atlántida. Hoy, más de un analista del sistema financiero con ínfulas literarias no duda en referirse a los dilemas que -uno detrás de otro- minan el futuro de los bancos como un auténtico Triángulo de las Bermudas. Véase, una suerte de acertijo o enigma potencialmente letal que ineludiblemente debe conjurarse y cuya resolución topa con tres riesgos a cada cual más amenazante e insoluble. En suma, un ‘tour de force’ semejante al que cualquiera desafía al aventurarse en esos 1,1 millones de kilómetros cuadrados de agua y cielo hoy tan inescrutables como antaño.

En el caso del sector financiero, el primero de los lados vendría dado por una regulación cada vez más estricta en forma de exigencias de capital y que restringe enormemente el margen de los gestores. El propio presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, se ha quejado amargamente ante el Banco Central Europeo (BCE) del coste de esos ‘colchones’ y ha subrayado el daño que hacen al crédito al consumo. "No puede ser que, pensando en la crisis de 2008, pongamos en riesgo la financiación de la economía productiva de los próximos 99 años", ha llegado a apuntar. El segundo lado enlazaría con unos tipos de interés cero, que ponen el negocio contra las cuerdas. La banca, lejos en su origen de las élites y emparentada con la usura, poco puede ‘rapiñar’ prestando sin interés. Por último, cerraría la metáfora una reconversión tecnología que la banca no termina de abrazar… y monetizar. Como con fortuna sugirió el poeta Alexander Pope allá por el siglo XVIII, los tontos se apresuran donde los ángeles temen pisar. Y en esas están. Ante la tormenta perfecta en un escenario ya de por sí espeluznante.

Por si fuera poco, uno de los sectores que más ha sufrido en sus propias carnes los avatares de la coyuntura macroeconómica y geoestratégica, tampoco ha acertado a la hora de remontar las olas y afronta esta nueva navegación con un cuaderno de bitácora algo ajado o, en roman paladino, con la reputación más próxima al Long John Silver de Stevenson que al guardia marina -luego capitán- Horatio Hornblower de C.S. Forrester. No han ayudado la debacle de las cajas y el rescate financiero -recordado  convenientemente cada vez que procede por los movimientos salientes del 15-M-, la falta de información a los clientes en procesos como el de las preferentes o las cláusulas suelo o, más recientemente, el episodio protagonizado por el BBVA, a la sazón la segunda entidad financiera del país, a resultas del caso Villarejo, por el que ha resultado imputado como persona jurídica. "No nos gusta salir continuamente en las portadas de los periódicos… por supuesto tiene un impacto reputacional", reconocía recientemente su consejero delegado. Toda una llamada de atención su salida del Eurostoxx 50, como lo es en general la capitalización del sector, que ha perdido pie en relación con las eléctricas. Iberdrola compite ya de igual a igual con Santander. Vivir para ver.

La puntilla puede producirse este mismo martes, lo que explica el pánico que recorre las entidades financieras españolas con más solera, como reconocen desde analistas a despachos de abogados, pasando por los propios bancos. “Puede ser una debacle”, admiten ‘sotto voce’. Y es que en apenas horas se conocerá la posición del abogado general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en relación con las hipotecas referenciadas al IRPH, un litigio en el que los bancos se juegan entre 16.500 millones de euros -según sus propias estimaciones- y 44.000 -según un informe de Goldman-. Aunque incluso la menor de las cifras ya supondría todo un abordaje a las cuentas de unas entidades cada vez más exprimidas, tal vez lo peor sería el reconocimiento ‘oficial’ por parte de las autoridades europeas de que esos índices, que mientras existieron se movieron por encima del Euribor y encarecieron sin remedio las hipotecas de más de un millón de afectados, no fueron bien explicados a los clientes y, por lo tanto, su aplicación fue abusiva. Algo que ya se apuntaba cuando se impuso al Estado español su sustitución hace más de un lustro, en tanto indicadores fácilmente manipulables.

Por si fuera poco, una solución de esa índole dejará a la justicia española a los pies de los caballos después de que en diciembre de 2016 el Tribunal Supremo dictara sentencia desfavorable para los afectados del IRPH. No sería el primer traspiés en esa dirección del Alto Tribunal. No hay que irse demasiado atrás en el tiempo para recordar cómo la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo paralizaba un fallo de la sección segunda que hacía recaer en los bancos el pago del impuesto de Actos Jurídicos Documentados (AJD). Temían los magistrados por la repercusión social y económica de la decisión, dijeron en su momento para justificar el cambio de criterio, encendiendo como nunca los ánimos de propios y extraños por lo que parecía una simbiosis poco edificante entre la justicia y los intereses de la banca. La resolución final del pleno del Supremo remató la faena y, lo que la banca ganó en términos económicos, sin duda lo perdió en términos de imagen, como conspicuos ejecutivos del sector reconocen hoy sin ambages. Mejor no incidir en lo que supondría otro varapalo al Supremo, cuyo pronunciamiento hace tres años ya contó con votos particulares de peso.

No es casualidad que la banca, a través de la AEB y la patronal de las cajas (CECA), lanzara tras el polémico procedimiento judicial una puja para contratar una serie de agencias de comunicación que ayudaran a mejorar la imagen del sector. Dicen fuentes conocedores de la licitación que estaba en juego un cuarto de millón de euros. Parece que la cuestión, empero, no requiere maquillaje y sí una aproximación más de fondo. El 5 de diciembre de 1945, cinco bombarderos de la Marina estadounidense desaparecieron en el Triángulo de las Bermudas, relanzando el mito. Jamás se han encontrado los restos del llamado Vuelo 19. “Todo parece extraño, incluso el océano”, explicó el capitán a mando antes de perder definitivamente la comunicación con Fort Lauderdale (Florida). En vez de cultivar la desafección con sus clientes y estrellarse, la banca no solo debe cambiar su modelo de negocio en un entorno cada vez tecnológico, sino también sus estructuras de relación. ¿Por qué no implicarse directamente en los problemas que más preocupan y afectan a los ciudadanos, como el sostenimiento del sistema de pensiones? ¿Por qué no abanderar el impuesto que promueve Sánchez a los bancos, dejando claro que servirá para pagar las prestaciones del futuro? Ya se sabe, a grandes males...

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