OPINION

Ensayo sobre la ceguera (política)... Versión 2020

Pedro Sánchez Iván Redondo alta
Pedro Sánchez Iván Redondo alta
EFE

Yo confieso. El título de este artículo no es mío. Tampoco de Saramago, que tal vez pudo haberse animado a una digresión periodística sobre la base de su propia obra. En realidad, el encabezamiento en cuestión aparecía recogido en un ‘post’ elaborado por Iván Redondo en el blog que mantenía en ‘Expansión’ -The War Room- antes de que la provechosa relación que mantenía con Sánchez ‘explotara’ -para bien- y supusiera su lanzamiento al estrellato. En aquel análisis, el hoy factótum de Moncloa explicaba en mayo de 2018 cómo el ojo humano tiene un ángulo muerto en su campo de visión y cómo, siguiendo la analogía, “la política es siempre el arte de lo que no se ve”. Dicho de otro modo, una de las claves en política es “aprender del otro” y ser capaz de concentrarse “en ese ángulo muerto, en ese caos”. Porque, en esa aparente anarquía, “hay un orden sin descifrar” y, en esa partida de ajedrez, gana quien se anticipa y destapa las claves ocultas.

Si aceptamos el juego que propone Redondo, todo lo que ha pasado desde que se conocieron los resultados de las elecciones del 10-N ha servido para formular el caos original, para forjar una nueva ‘weltanschauung’. De hecho, apenas horas después de la votación se produjo el ‘big-bang’ que dinamitó el tablero… y las reglas del juego. Sánchez, tras haber negado a Iglesias el pan y la sal, le otorgaba ministerios por doquier y le convertía en vicepresidente. Y más que eso, le concedía legitimidad al facilitar su entrada en un Gobierno. En paralelo, decía Diego donde dijo digo y ponía una alfombra roja a las peticiones de los independentistas de ERC o Bildu para garantizarse sus apoyos. De alguna forma, también les acercaba a un ‘establishment’ de nuevo cuño donde los proscritos son estadistas. En suma, Sánchez empezaba a forjar un nuevo paradigma, su propia anarquía, un mapa de relaciones y de lo que se percibe como ‘correcto’ radicalmente diferente.

Ese estado de confusión y reajuste se escenifica a diario en toda su crudeza. Pablo Iglesias era fiel a su propia esencia y levantaba esta semana en armas a la judicatura al cuestionar la independencia de la justicia; Sánchez convertía de un día para otro al presidente de la Generalitat, Quim Torra, en un interlocutor fiable y se mostraba “encantado” de reunirse con él; Nadia Calviño y Yolanda Díaz chocaban por el alcance de la derogación de la reforma laboral, y el Ejecutivo se enfangaba con gusto en el debate sobre el ‘pin parental’… Cuatro ejemplos de la guerra de baja intensidad que se atisba -entre propios y ajenos- y que copará con toda probabilidad portadas y telediarios por sus altos decibelios mediáticos. No hay que ser un lince para imaginar que la normalidad será la bronca perpetua, una suerte de hojarasca, de árboles que no dejan ver el bosque, un ecosistema de conflicto sustentado en la dialéctica ideológica. En suma, el sitio del recreo de la izquierda, un oasis en el que Sánchez vivirá confortable y que buscará cronificar. ¿Quién no se sentiría cómodo culpando a la extrema derecha de todos los males?

Por tanto, la cuestión es, más bien y siguiendo a Redondo, ¿cuáles son los ángulos muertos en este nuevo caos que se ha instalado? ¿Qué aristas no estamos viendo? En ‘Ensayo sobre la ceguera’, Saramago no solo pone el foco sobre aquellos “ciegos que viendo, no ven”. También recuerda que “las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita”, sino que “muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible”. Es lo que el consultor estrella del PSOE, en otro de sus post, define de forma preclara como “congelar la partida”. A partir de ahí, solo queda identificar “y dirigir a todos los actores hacia el único terreno en el que solo se puede ganar”. Ese terreno, ignoto todavía en todas sus fronteras para el Partido Popular de Pablo Casado, difícilmente será el de la batalla ideológica, el del cuerpo a cuerpo a palo limpio, en un país donde la izquierda cuenta con margen de error y una sorprendente legitimidad de origen para buena parte del votante.

Tarde o temprano, no sería mala idea asumir que es momento de pensar en la España del futuro y no en la España de hace cinco años. El PP, en tanto partido con vocación de gobierno, debe identificar con celeridad el nuevo escenario y recuperar la capacidad de propuesta y fijación de la agenda en lo que le sea posible. Por ejemplo, es llamativo el empeño que muestra Sánchez por acometer la renovación de la justicia, con llamamientos continuados que a veces suenan a súplica. No es de extrañar, teniendo en cuenta el impacto que las decisiones judiciales pueden tener en el ‘polvorín catalán’, a fin de cuentas la bomba de relojería sobre el que el presidente del Gobierno está sentado en Moncloa. Ante eso, los populares tienen dos opciones. Ni siquiera acudir a la mesa de negociación, en línea con el mantra actual, y reforzar al presidente del Gobierno, o plantear una propuesta alternativa y recuperar la iniciativa. Por ejemplo, con un plantel ambicioso de nombres ilustres, independientes, para irrumpir en las instituciones. No es, por supuesto, la única vía.

En esa línea, “en Europa es cierto que se vota todavía más por las ideas que por los hechos, pero que nadie se equivoque: poco a poco son los hechos los que van imponiendo su ideología. Es una ola imparable”. Redondo ‘dixit’. Y por ahora, aunque conocemos de Sánchez su admirable resistencia, su indestructible voluntad de acceder -y conservar- el poder, su ‘maquiavelismo’ político, nos faltan los hechos. ¿Cuánto se puede aguantar con un discurso ideológico sin hechos detrás que lo sustenten o lo definan? La reforma laboral que el nuevo Gobierno va a derogar por cuestiones estrictamente ideológicas tiene el respaldo de los números, guste más o menos. Y más allá de plagar el discurso de palabras como “progresismo” o “ultraderecha”, sería bueno saber cuál es el modelo territorial de Sánchez y cómo se aterriza. ¿O esperamos a lo que salga de esa mesa bilateral con Cataluña? Del mismo modo, ¿cómo se devuelve el ‘procés’ a la política desde los tribunales? En resumen, ahora Sánchez y sus huestes serán fuertes en el Congreso, las palabras se traducirán en medidas y éstas abrirán ángulos muertos. Ya lo avisó Rufián: "Política es cabalgar entre contradicciones". Abran los ojos. Todos. Juegan negras.

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