OPINION

Errejón, ¿para que Sánchez duerma mejor?

Vísperas electorales del 28 de abril. Reservado madrileño. Un alto dirigente de Ciudadanos certifica la postura oficial de la formación. “Pero, si la suma da, ¿no sería razonable buscar una fórmula para dar estabilidad al país, aunque sea por sentido de Estado, y pactar con el PSOE?”, se le pregunta. “No, en ningún caso”, expone. Reformulada la cuestión en múltiples maneras, la respuesta es siempre la misma: “Nunca pactaremos con Sánchez”. En esos mismos días, era habitual conversar e incluso departir en las redacciones con algunos de los responsables económicos de la formación, que suavizaban el discurso, al punto de subrayar que lo lógico sería acatar el mandado de los electores y buscar soluciones de consenso. Hoy, cinco meses después, los díscolos están fuera del partido y, paradójicamente, Rivera se descolgaba antes de abrirse la puerta a una nuevas elecciones planteando a Sánchez una suerte de acuerdo para facilitar su investidura in extremis. El mundo al revés en la montaña rusa en que se ha convertido la política española de los últimos tres años.

“Más Madrid no se va a presentar a las elecciones generales, construiremos desde Madrid”, decía con convicción el pasado 11 de septiembre la portavoz de la formación, Rita Maestre. En visita a La Información, no solo descartaba “totalmente” esa opción, sino que atribuía esos cantos de sirena a “la negociación, al baile entre PSOE y Unidas Podemos”. Dos semanas después, donde se dijo digo se dice Diego sin el mayor rubor y Errejón tomará la salida. Y es que la política española en estos días está instalada en la esquizofrenia. Quienes en Más Madrid atribuían los rumores a las presiones del PSOE para restar fuerza a Podemos y tener a mano un aliado en la izquierda más ‘pactista’ tendrán ahora que explicar si han claudicado antes a esos intereses o si, por el contrario, el paso adelante de Errejon nace de la convicción profunda en que era el momento de gastar la bala con o sin Carmena. Desde luego, esperar otro legislatura no garantiza acercarse a la ‘pole position’, por mucho que ahora el partido no posea una estructura nacional.

Desde luego, si de lo que se trata es de facilitar el sueño de Pedro Sánchez, está por ver que el ‘factor Errejón’ sea la melatonina de la que tiramos los mortales. A priori, más accesible a la hora de acuerdos posteriores, la irrupción de Más Madrid también puede rebajar -veremos cuánto- el total de escaños de Podemos a la luz de la ley d’Hont. En un tablero de juego en el que uno o dos escaños arriba puede facilitar una suma o la contraria, se trata de un vector de riesgo inesperado que se incorpora a un escenario en el que Sánchez e Iván Redondo parecen tener todo controlado. De hecho, como en la anterior convocatoria sucedió con Vox, vaticinar el comportamiento de un adversario sin ‘track record’ resulta bastante más complejo que anticipar el comportamiento de las formaciones históricas. Una dificultad agravada por el desencanto de una amplia parte de la población, harta de la sucesión electoral a la que le han abocado políticos esencialmente tácticos y de bajos vuelos, a menudo más pendientes de su interés personal que del general. Más que los personalismos, deberían jugar los programas.

En este punto, otro elemento vendría a manchar la alfombra roja que preveía recorrer el presidente del Gobierno en funciones. Según el Barómetro Electoral elaborado por Ipsos para el Grupo Henneo, solo el 63,5% de los potenciales votantes del PSOE garantizan que pasarán por las urnas el 10 de noviembre, frente al 70,6% del PP; el 77,8% de Unidas Podemos, y el 74,9% de Vox, respectivamente. Parece cumplirse, por tanto, el axioma según el cual la abstención perjudica tradicionalmente a los socialistas, frente a colectivos más movilizados. En esta línea, otros dos datos de la encuesta llaman la atención. En primer lugar, solo el 57,5% de los posibles votantes de Sánchez aseguran tener totalmente decidido el voto. En el caso del PP o Vox, ese guarismo se dispara por encima del 70%. Además, entre los votantes consultados, un 23% piensa que la mayor abstención se vivirá en Ferraz. Los siguientes en sufrir el castigo de los votantes serían, por este orden, Podemos, Ciudadanos y Partido Popular. Para reflexionar.

Por eso, la sensación -y en gran medida el deseo- de colectivos como el empresarial es que al final del camino siempre esté el pacto entre PSOE y Ciudadanos. La desafección entre ambas formaciones, que no se entiende desde el estudio minucioso de los programas y sí más desde maximalismos y animadversiones incluso personales, no debería bloquear el segundo ‘round’ que ya se ha puesto en marcha en tanto la ciudadanía no aceptaría llegar a un tercero. Y los políticos lo saben. De hecho, las restricciones que mostrarán los ERC o Junts x Cat a facilitar cualquier suma ‘socialista’ tras la sentencia del ‘procés’ que precederá a los comicios, debería acercar ese compromiso hacia la derecha, por mucho que hoy la evolución del sufragio en las huestes de un desorientado Albert Rivera sea también una auténtica incógnita y amenace ruina. El papel que puede jugar Más Madrid en esa aritmética es también difícil de vaticinar, pero desde luego entra en la carrera por tomar La Moncloa sin peajes ni hipotecas y con amplias posibilidades de llegar a acuerdos desde la moderación si logra una representación suficiente en su feudo de Madrid.

Porque, al final, todos parecen haber descubierto de cara al 10-N lo que los analistas políticos saben desde hace décadas. “Hemos sido capaces de obtener una autopista en el centro -relataba un asesor de Sánchez en vísperas de las elecciones del 28-A. Tras la foto de Colón, tenemos a tres partidos peleando en la derecha, mientras que nosotros podemos incluso cortejar a los liberales”. No es casualidad que Pablo Casado, refugiado en sus cuarteles de invierno durante la refriega de estos meses, haya reaparecido en una comida con Mariano Rajoy convenientemente aireada por Génova. Tampoco que planee darle al expresidente cierto protagonismo en la minicampaña en ciernes. A fin de cuentas, esto no va de que Sánchez duerma tranquilo, aunque probablemente habló con la mano en el corazón. Urge un gobierno estable que dé sosiego a todos para enfocarse en las amenazas que vienen. Desde económicas -en forma de recesión- hasta territoriales. No es poca cosa.

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