OPINION

Guindos, Calviño y el final de los 'vientos de cola' para recibir 2019

Nadia Calviño
Nadia Calviño
MINISTERIO DE ECONOMÍA Y EMPRESA

Luis de Guindos, flamante vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), ha estado de ‘tournée’ por España. Y entre comidas y la presentación del último libro del periodista Mariano Guindal -evento celebrado en la sede de Repsol en el que le acompañó Luis Garicano-, ha dejado un mensaje inquietante para quien quisiera escucharle entre bambalinas. Esto es, los vientos de cola que han permitido a la economía española surfear por la inestabilidad política y los gobiernos de mínimos de PP y PSOE estarían tocando a su fin. Él lo sabe bien, ya que desde su guarida de Frankfurt una de las principales brisas dejará de soplar. No en vano, el 'cerrojazo' de Mario Draghi a la barra libre de dinero fresco y el fin de los estímulos del ‘quantitative easing’ marcarán decididamente un ejercicio 2019 en el que, razonablemente, después del verano empezarán a subir los tipos de interés tras dos años en un histórico 0%. Todo un reto para las empresas y los hogares, que hasta ahora han disfrutado de unas facilidades sin precedentes para financiarse.

Cuando allá por el mes de septiembre los indicadores económicos empezaron a mostrar signos de desaceleración, la ministra de Economía, Nadia Calviño, salió de su anterior aislamiento y quiso fijar posición en un artículo publicado en el diario ‘Expansión’. “La economía española está en una fase expansiva y todas las previsiones apuntan a que, en ausencia de shocks externos negativos, el crecimiento seguirá siendo robusto en los próximos meses”, anticipaba, no sin deslizar a continuación una reflexión similar a la de Guindos. “Ni mucho menos podemos caer en la complacencia (…) porque esos resultados se deben en buena medida a importantes impulsos externos, esos ‘vientos de cola’ que antes o después desaparecen. Factores exógenos, como la política monetaria expansiva del BCE o los bajos precios del petróleo y otras materias primas, han tenido un impacto en el crecimiento del PIB estimado en más de un punto porcentual”, subrayaba desde el realismo.

Por si no fuera suficiente, España y Europa afrontarán el año próximo la resolución del Brexit, nuevos episodios de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y quién sabe si otro golpe a unos mercados bajo mínimos a resultados de la inestabilidad política en Italia. ¿Razones para la inquietud? Al menos no para Moncloa. En la tradicional copa navideña que el presidente del Gobierno ofrece a la prensa, y en la que están presentes buen número de ministros, el mensaje general que se transmitió por doquier fue que, en esencia, resistir es triunfar. “Solo con presentar los Presupuestos, ya hemos ganado”, llegó a certificar sin un atisbo de duda un conspicuo colaborador de Pedro Sánchez. Una forma de decir que las cuentas públicas -salgan adelante o no- harán las veces de programa electoral económico de un partido en el gobierno que, en la actual coyuntura parlamentaria y sin PGE, tendría que fiarlo todo a tirar de decreto y que -atrapado en esa formula- no podría siquiera poner en marcha figuras tributarias nuevas para impulsar su hoja de ruta política. Un salvoconducto para la convocatoria de elecciones en cualquier país en el que prime el interés de los ciudadanos.

Sin embargo, lejos de eso, tiene uno la sensación desde hace meses de que la escena política española se ha convertido una diaria partida de ajedrez, donde lo de menos son las cuestiones de fondo y lo único que importa es el movimiento concreto, la táctica del corto plazo, la política de los gestos con la utilización del Palacio de la Moncloa como plataforma electoral. El despliegue del Gobierno para celebrar un Consejo de Ministros en Cataluña tiene mucho más de simbólico que de relevante, pero consigue dar una excusa a los independentistas para engancharse a la aprobación de los Presupuestos. “Llevan meses haciendo lo mismo con un montón de iniciativas. La respuesta es siempre que no, hasta que el final terminan votando a favor en el Congreso. ¿Son mejor para ellos unas elecciones y otro gobierno?”, aseguran dirigentes socialistas, ministros incluidos, cuando se les pregunta directamente por el quilombo presupuestario, enraizado necesariamente en el órdago separatista catalán. La escenificación, el fuero, se ha convertido en algo mucho más importante que el huevo... con el único afán de alargar la cita electoral.

En ese terreno de juego, en un segundo plano quedan tanto el impacto de esos factores externos que los economistas dan por hecho y los políticos obvian, como la propia percepción de los ciudadanos. De hecho, según el último Pulso Mensual de Metroscopia, correspondiente al mes de diciembre, los españoles están inquietos por la situación económica y la preocupación va a más. Si en enero de 2018 un 58% de los encuestados aseguraba que era mala, en el cierre de año es un 70% el que tiene una percepción negativa. Es más, hasta un 45% considera que su situación personal es mala o regular. “El país continúa imbuido en un marco mental de crisis económica”, zanja el análisis de la firma demóscopica en una clara advertencia a navegantes. Más que intentar aprovecharse de ese descontento para ganar cuatro años, mejor harían nuestro gobernantes en resolverlo sin demagogia. Antes de que la suave inercia sea insuficiente o que una ‘idea fuerza' les reviente el chiringuito. Basta mirar a Andalucía. Avisados están.

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