OPINION

Iglesias apuesta todo al rojo... y gana (por ahora)

El vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, interviene durante la sesión de control al gobierno, en el Senado. /EFE/ Emilio Naranjo
El vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, interviene durante la sesión de control al gobierno, en el Senado. /EFE/ Emilio Naranjo

Como si la gestión de gobierno se tratara de un casino, Pablo Iglesias se ha acostumbrado en estos meses a apostar todo su capital al rojo -los genes siempre tiran- y a cruzar los dedos mientras la bolita vuela por la ruleta acariciando a su paso números pares e impares. Y aunque la película no ha terminado, su imagen solo puede asociarse por ahora a la de aquel jugador que, a lo Ocean’s Eleven, camina con glamurosas chicas colgadas del brazo para cambiar en caja una montaña de fichas. No en vano, el líder de Podemos ha entendido mejor que nadie en el gabinete que la tragedia económica que acompaña a la sanitaria a resultas de la Covid-19 requiere gasto… y una apuesta decidida por los ‘números rojos’. El propio vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, poco dudoso de tirar de chequera a las primeras de cambio, admitía esta semana en un encuentro virtual que la mejor decisión en esta ronda es gastar aunque sea a crédito de la casa. “Va a dejar una huella de deuda pública, pero es que no hay otra alternativa, la de no gastar sería mucho peor”, zanjaba. Antes de Guindos, Iglesias ya se había estudiado a los Pelayos.

Porque, ¿qué mejor oportunidad para aplicar un programa de máximos que en épocas de consolidación fiscal se hubiera encontrado enfrente a toda la ortodoxia financiera? ¿Quién puede negarse a implementar un ingreso mínimo vital cuando los telediarios muestran día sí y día también colas interminables de ciudadanos a la espera de una bolsa de comida en barrios otrora obreros y hoy desahuciados? El primer damnificado de las maniobras de Iglesias en el cónclave ministerial fue el titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá, quien confesó haberse enterado por la prensa de los tiempos que marcaba el líder de Podemos para la implementación de esa renta básica. Un aparente desaire que no ha sido óbice para que el economista albaceteño saque ahora pecho por la puesta en marcha de la medida y su diseño. Independiente y taimado -no está al alcance de cualquiera presidir la Airef con el PP y ser ministro con el PSOE-, parecería haber captado al vuelo que el vicepresidente es caballo ganador y, como diría el castizo, mejor hacer de la necesidad virtud.

No es el único, empero, que tendrá que lidiar con la hoja de ruta de Podemos. Tampoco el que va a salir peor parado. Sin ir más lejos, la ministra de Hacienda, a lo que se ve más concentrada en la portavocía y a la espera de destino en tierras más soleadas, algo tendrá que decir respecto al impuesto a los ricos que Iglesias ha convertido en su nuevo leitmotiv. No es significativo que Sánchez, en un primer arreón, esté dando largas a la medida. Ni que, como bien explica Fernando H. Valls este lunes en La Información, Moncloa se incline por una ‘tasa Covid’ que ayude a financiar la reconstrucción sin tocar el Impuesto de Patrimonio. Lo cierto es que el debate ya se ha hecho fuerte en los círculos mediáticos de la izquierda y ha avanzado hasta la Comisión de Reconstrucción. Bajo la formulación de Iglesias u otra parecida, la figura tributaria tiene todas las papeletas para germinar… y no sería raro que termine penalizando el ahorro y haciendo un roto a clases medias-altas sin acceso a fórmulas de ingeniería fiscal o deslocalización de la riqueza.

Al final, si se mira bien, todos los caminos en el órdago de Iglesias conducen a una encrucijada que guarda la vicepresidenta de Asuntos Económicos, dueña de un discurso de inasequible pulcritud técnica pero carente de alma. Y es que, de momento, la que se suponía la mejor croupier del casino ha terminado haciendo un flaco favor a la propiedad, en la mayoría de ocasiones por ‘nolo contendere’. Atrincherada desde el principio de la crisis en salvaguardar unas esencias económicas superadas por las circunstancias, Calviño parece decidida a no jugársela con Iglesias en disciplinas que no controla. Y el marketing es la principal. De hecho, no faltan socialistas dentro y fuera del Gobierno que lamentan la falta de agilidad del área económica para apuntarse tantos que se han cobrado sin el menor rubor las huestes podemitas. Desde los pactos con CEOE y sindicatos amadrinados por Yolanda Díaz hasta la nueva fiscalidad en ciernes. Incluso los más críticos recuerdan cómo la vicepresidenta ha ido concediendo los créditos ICO con aval del Estado arrastrando los pies y a cuentagotas, sin tampoco acumular para España demasiados ases en la negociación de las ayudas comunitarias pese a su publicitado y acreditado ‘track record’.

Sería reconfortante pensar que la estrategia de la vicepresidenta es de más largo aliento y que, tras aprender la lección, solo espera que cambie la mano. Porque, en algún momento del mandato, España y el Gobierno del tándem Sánchez-Iglesias tendrán que dejar de vender gasto social y prestaciones a gogó, para embarcarse en la dolorosa tarea de rebajar un déficit que se irá por encima del 10% del PIB y una deuda pública que apunta ya al 120%. En ese proceso, para el que no caben veleidades ni heterodoxias, necesariamente habrá que acometer ajustes, desde fiscales a laborales, y probablemente en ámbitos susceptibles a la movilización como puede ser el sector público. El PSOE ya sabe que tendrá que dar marcha atrás a algunas de las medidas. No es casualidad que parte de su táctica en esta ‘era del gasto’ sea intentar que Iglesias se conforme con ‘one-offs’, esto es, medidas coyunturales que no se incorporen a la estructura de gasto. La citada ‘tasa Covid’ que explora Moncloa solo se pagaría una vez y no sería un gravamen recurrente como anhela Podemos, no demasiado dispuesto al 'trágala'.

Es lo que tiene invitar a la mesa a un jugador de ventaja, capaz de ponerte en evidencia sin importar los medios. Iglesias es consciente de que cada mano es potencialmente ganadora o perdedora, sin importar las cartas. Todo depende de cómo se juegue, de saber con qué naipes quedarse y cuáles descartar. En política y en palabras de Rajoy, semejante acervo no es cosa menor. Por ahora, en la coalición, el PSOE solo ha demostrado capacidad de reaccionar, de ir a remolque del reparto. Con el coste social -y electoral- que tendrán algunos de los recortes que asomarán en la parte final de la legislatura, bien harían algunos ministros de Sánchez en apuntarse a un curso acelerado para ganar dotes políticas que incorporar a su formación técnica. Solo así el drenaje de votos no caerá solo en sus espaldas, sino también en la de Iglesias&Co. De hecho, mientras los socialistas se enredan en el impuesto a los ricos, el líder ‘morado’ ya prepara su siguiente jugada. Ahora lo ven, ahora no.

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