Libertad sin cargas

Illa, Escrivá y el esperpento se citan ante los espejos cóncavos del Callejón del Gato

Salvador Illa y José Luis Escrivá, en un acto público en la puerta del Congreso.
Salvador Illa y José Luis Escrivá, en un acto público en la puerta del Congreso.
Efe

29 de diciembre de 2020. Salvador Illa afirma en TVE que no será aspirante a la presidencia de la Generalitat. Lo hace sin ambages. Con contundencia. “El candidato va a ser Iceta”, zanja. Y no se queda ahí, sino que se recrea en la suerte con una argumentación profusa y elaborada. “Yo le puedo confirmar lo que le estoy diciendo, que el candidato que vamos a presentar nosotros en unas elecciones que tienen que ofrecer un cambio para Cataluña, porque Cataluña necesita un cambio importante, va a ser Miquel Iceta, que es la persona que está en las mejores condiciones para abanderar este cambio y para liderarlo en Cataluña”. Apenas un día después y pese a lo dicho, el partido anuncia la designación del ministro de Sanidad para disputar los comicios. ¿Se tomó la decisión en ese espacio de horas y el político catalán desconocía su nombramiento? Parece que no, si creemos al propio Iceta, que situó las primeras conversaciones en verano y la decisión definitiva en noviembre; la comunicación oficial se aplazó por razones políticas. Luego Illa, cuando intervino en la televisión púbica, no dijo la verdad.  

A partir de aquí, preguntas varias. ¿Es posible confiar en la palabra de alguien que se conduce con semejante frialdad y relativismo sobre sus posiciones? Porque, sin torcer el rictus, dijo que no iba a concurrir a las elecciones catalanas cuando ya sabía de sobra que iba a hacerlo. Podía haber esquivado la pregunta, tirar de capote y dar una larga cambiada, pero directamente falseó la realidad. Por si fuera poco y si echamos la vista atrás, Illa ha sido -y sigue siendo a la hora de escribir estas líneas- el principal responsable de la gestión de una pandemia que se ha llevado por delante en España entre 55.000 y 80.000 vidas, según atendamos a los increíbles registros oficiales o a los excesos de mortalidad detectados en el periodo. ¿Podemos creer que cuando el inefable filósofo recomendó no llevar mascarilla lo hacía porque realmente pensaba que no era necesaria y que su criterio seguía criterios estrictamente sanitarios? ¿O tal vez prefería curarse en salud ante la falta de disponibilidad y con el fin último de evitar a toda costa la crítica política

Lo inquietante es que estos embozos parecen marca de la casa en el gabinete de Pedro Sánchez. Y ya se defienden con fervor, al punto de creerse los afectados víctimas de una “narrativa de confrontación” cuando son pillados en falta. En una actuación esperpéntica, también por el tono, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, insistía el pasado martes en una entrevista radiofónica en que “ni ha existido ni existirá” una propuesta para ampliar hasta los 35 años el periodo de cómputo de las pensiones. Horas después, éste entre otros medios publicaba un documento elaborado por su Ministerio y remitido a Moncloa en que no solo se contemplaba esa medida, sino que se calculaba el recorte que esa disposición supondría en las futuras pensiones. En concreto, hasta un 6,3%. Aunque el informe, titulado ‘Sostenibilidad del sistema público de pensiones’ y redactado para su remisión a Bruselas, tenía el formato de borrador, su existencia en algún momento de la tramitación está fuera de toda duda. La medida pretendería “aumentar la contributividad del sistema, haciendo que la pensión de jubilación refleje en mayor medida la vida laboral del trabajador y la realidad de un mercado laboral en que las interrupciones y las lagunas cada vez son más excepcionales”. Resumiendo, que se preparen para el rejón los próximos al retiro.

Todo cuadra si se asume que el Gobierno Sánchez nos ha lanzado a una suerte de ‘Matrix’, a un mundo paralelo donde la verdad y la mentira son conceptos difusos, que conviven y se entrelazan para, a menudo, ni siquiera distinguirse

Lo curioso del caso es que probablemente Escrivá piense que es necesario acometer ese ajuste para garantizar el futuro de la prestación. No solo no es el único, sino que, como reveló La Información, el informe de marras se elaboró a petición de la vicepresidenta Nadia Calviño, a quien a su vez los tecnócratas de Bruselas llamaron la atención por remitir unos Presupuestos con subidas en las pensiones y en los sueldos de los funcionarios. Y es que casa mal que un país con un PIB en retirada y una deuda pública que escala el Everest tire de gasto con semejante ligereza, sobre todo si se tiene en cuenta que tendrá que pasar por la ventanilla europea si quiere recibir el bálsamo de Fierabrás de los fondos comunitarios. El mensaje a la ministra de Economía fue claro: o reforma de las pensiones o vuelva usted mañana. Con semejante ultimátum, Escrivá tenía que arremangarse, más allá de que pudiera haber optado por fórmulas menos agresivas. Y en todo caso, ¿por qué no decir la verdad a los españoles sobre los recortes que vienen y argumentar las propuestas que se plasman en un papel? Mejor, a lo que se ve, apostar por la retórica de ‘pupas’ y rasgarse las vestiduras como el chivo expiatorio de una conspiración. Defender un planteamiento en el que se cree y dimitir si éste no sale adelante no es, por supuesto, una opción.

Todo se entiende mejor si se asume que el Gobierno Sánchez nos ha lanzado a una suerte de ‘Matrix’, a un mundo paralelo donde la verdad y la mentira son conceptos difusos, que conviven y se entrelazan para, a menudo, ni siquiera distinguirse. Por eso la añagaza del político no solo no penaliza, sino que se celebra en la medida que apuntala los intereses políticos. ¿O acaso alguien podría entender si no que, como señalan las encuestas, pueda haber un ‘efecto Illa’ en Cataluña después de que el ministro de Sanidad renegara de los comicios en vivo y en directo? Llevando la reflexión al límite y, si como certifica sin ambages el presidente del Gobierno, el candidato del PSC a la Generalitat es una luminaria, un político sagaz y virtuoso al que alumbran todas las virtudes, ¿no sería mejor dejarle al frente del mayor reto que afronta nuestra sociedad en décadas, como es la lucha contra la pandemia? Poner por delante de semejante envite unas elecciones regionales solo revela que el beneficio del partido y del propio Sánchez están muy por delante del bienestar del conjunto de ciudadanos, por mucho que el jefe del Ejecutivo imposte un mensaje bien diferente en sus engolados discursos. Nada ayuda al análisis crítico la cada vez más llamativa polarización de los medios de comunicación, también -y sobre todo- los públicos, engastados sin disenso en la ideología que les nutre.

En la escena duodécima de 'Luces de Bohemia', el clásico de Valle-Inclán, el poeta Max Estrella y el histrión que es don Latino de Hispalis filosofan mientras el cielo se torna lívido, los serenos recogen y despiertan las porteras. “Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”, reflexiona el primero tras concluir que “el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”. “Nos mudaremos al callejón del Gato”, responde el segundo siguiéndole el juego, en alusión a los espejos cóncavos y convexos que se hallaban en un comercio de esa castiza callejuela y que servían a los transeúntes para reírse de sí mismos. Justo después, don Latino sustrae la cartera a su compañero de ronda, agonizante en un portal. Los espejos en los que hoy transcurre nuestra realidad política devuelven una imagen tan deformada -y degradada- como la alumbrada por el esperpento valleinclanesco. Solo la capacidad de burla trasciende el drama. ¿O acaso no mueve al sarcasmo y hasta la compasión imaginar el rostro de Escrivá tras hacerse público el informe que nunca existió? Los bufones de la corte, empecinados en liderar el elenco, también le robaron la cartera.

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