OPINION

La Caixa, año I después de Abertis... y las opas que vienen

"Una cosa puedes tener segura cuando escribas -me aseguraba hace algún tiempo un importante ejecutivo del mundo La Caixa-. Hay dos cosas que el grupo siempre mantendrá. Una es Gas Natural. La otra, Abertis". La reflexión no era un brindis al sol. Ambas compañías han sido los pilares de la vocación industrial del holding Criteria, fuente de dividendos que permite financiar la obra social de la Fundación La Caixa, a fin de cuentas la razón de ser del conglomerado. Meses después de aquel café en un elegante hotel madrileño y en apenas semanas, la firma ha visto cómo la gestión de la gasista se ha complicado sobremanera con la salida de Repsol y la entrada del fondo CVC, y cómo en la concesionaria de autopistas, ACS y Atlantia le han enseñado la puerta de salida tras un apaño infame en tanto alentado por el poder político. Así las cosas, y tras afrontar el cambio de domicilio social de sus principales empresas por la crisis independentista, La Caixa tiene por delante un 'tour de force' para redefinir su cartera industrial... y su identidad. Se cierra así una etapa que, si cabe, arrancó hace décadas.

Corría el año 1996 y el Partido Popular de José María Aznar llegaba al Gobierno con un ambicioso programa liberalizador tras la insoportable agonía del régimen felipista. Una hoja de ruta cuya clave de bóveda fue el plan de modernización del sector público, que implicaba culminar la privatización de las grandes empresas en manos del Estado, auténticas joyas de la corona del nuevo Ejecutivo como vía de ingresos con Maastricht a la vuelta de la esquina. ¿Problema con el que toparon los Rato o Piqué? Que no encontraron los grandes grupos industriales que sí existían en otros países en torno a los que crear auténticos núcleos duros de accionistas. Lo que sí había en España eran... bancos. Y fue sobre Santander, BBV o La Caixa donde aquel gabinete amarró las privatizaciones de firmas como Repsol o Telefónica. Para unos, el resultado de todo ese proceso fue el embrión de esas relaciones peligrosas entre empresarios y políticos que aún hoy jalonan la vida económica. Para otros, se trata de un caso de éxito indiscutible y sin paliativos.

Esta última tesis ha sido defendida y objeto de diversos estudios académicos, en los queda claro cómo el proceso que se inició con la entrada en la UE allá por 1986 tuvo un hito importante con el rápido proceso privatizador que permitió internacionalizar a las grandes corporaciones españolas. Los astros terminaron de alinearse con la apertura de Latinoamérica al capital extranjero. "Las compañías españolas pasaron de la adolescencia a la mayoría de edad muy rápidamente", exponía recientemente en una entrevista con 'El País' el catedrático de la Wharton School Mauro Guillén. Él mismo, en el año 2006, con 'El auge de la empresa multinacional española' (Fundación Rafael del Pino), ya había puesto negro sobre blanco ese esfuerzo, hasta entonces no compendiado. De hecho, la creación de baluartes europeos como Abertis no se entiende sin esa modernización, en la que el papel de La Caixa es inestimable. No en vano, su entrada en el capital de esas firmas no solo cimentó su dimensión industrial; también definió su anclaje en España y, por qué no decirlo, de la propia Cataluña en el país.

A la vista de todo esa trayectoria, llama especialmente la atención el repliegue de las huestes de Isidro Fainé en el 'affaire Abertis'. Fuentes de la compañía dejaban claro cuando ya solo faltaban flecos para cerrar el pacto Florentino-Castellucci que todo se había hecho a sus espaldas y que la casa ni estaba ni había estado en ningún arreglo a tres o cuatro bandas. Un argumento creíble, al punto de que la firma mantuvo hasta un nivel muy avanzado de las conversaciones hispano-italianas la esperanza de convencer a Nadal de que el futuro pasaba por La Caixa y que incluso podían renegociarse las concesiones a la baja. La visita del ministro de Energía a Barcelona para dar una conferencia ante el Círculo Financiero de La Caixa, evento en el que fue presentado por el propio Fainé, fue la última bala del conglomerado en ese afán, allá por finales de enero. Para los italianos de Atlantia, sin embargo, el último clavo a su operación en solitario la puso la mudanza a Gas Natural del equipo gestor de Abertis -con Francisco Reynés a la cabeza-. Mejor un buen acuerdo que un mal juicio, debieron pensar con todo en contra.

A partir de ahí, preguntas varias. ¿Por qué el Gobierno, a la hora de buscar socio español, ha tirado de uno con 'castores' en el armario antes que confiar en otro como La Caixa, con un compromiso con el desarrollo de las multinacionales españolas a prueba de bomba durante años? ¿Tan rápido se ha olvidado el Ejecutivo de cómo Fainé arrimó el hombro en episodios como el Consejo Empresarial para la Competitividad o el socorro de urgencia a un medio de comunicación estratégico que amenazaba quiebra? Sería lamentable que el desenlace de la 'operación Abertis' tuviera que ver con los reproches que el Gobierno veladamente lanza a La Caixa por su supuesta pasividad durante el 'procés'. Primero, porque las empresas de la órbita Caixa anunciaron su cambio de sede en un momento decisivo de la deriva secesionista, terminando de desactivarla. Y segundo, porque desde ese faro Moncloa recibió durante meses información puntual sobre lo que se avecinaba. Al menos esos argumentos se esgrimen con pena en la propia empresa.

Y más cuestiones. ¿Acaso piensa Nadal que la garantía de estabilidad que ofrece el tándem ACS-Atlantia durará más que la ofrecida por Entrecanales en el acuerdo de Enel y Acciona por Endesa? Siendo vos quien sois, a corto o medio plazo el troceo de Abertis parece inevitable, dinamitando esa partición el modelo de multinacionales españolas forjado a golpe de riñón por gestores entregados a una visión industrial y a una causa país. Desde luego, el año I después de Abertis obligará a La Caixa a forjar una nueva vida, algo para lo que tiene margen de maniobra con los casi 4.000 millones que percibirá por su 21,5% en la sociedad. Más preocupante es que el 'caso Abertis' sea el primero en el asalto a grandes compañías españolas que se hicieron gigantes al traspasar las fronteras y que ahora pululan por el Ibex con cotizaciones a precio de derribo, sin hoja de ruta definida y con presidentes onnubilados con las musas pero reticentes a pasar al teatro. Los tipos subirán... y las presas serán más fáciles. Mientras los poderes públicos sigan sin querer jugar al libre mercado, que sería lo deseable, tener socios fiables y que compartan intereses es un 'must'. No verlo, una temeridad.

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